Tres años pasaron del brutal crimen de Lola Montero, la beba de 5 meses que murió asesinada en los brazos de su mamá en la fila para comprar en una panadería de Avellaneda, el 22 de octubre de 2021. José Montero y Carolina Herrera, los padres de la víctima, tuvieron que atravesar un sinfín de tragos amargos hasta llegar al juicio que comenzó este jueves. Un camino que incluyó, entre otras cosas, la triste noticia de que no podían tener más hijos y un telegrama de despido.
Lola nació el 20 de mayo de 2021 en su Dock Sud natal y era la sexta de la familia: José ya tenía dos hijos varones de parejas anteriores, mientras que Carolina tenía otros tres. “Era mi primera nena, ella se reía mucho. No le conocimos una lágrima”, recordó el hombre de 46 años con el mismo entusiasmo que tuvo hace tres años y cinco meses, cuando la vio nacer.
“Mi señora ya había tenido a todos los chicos por cesárea, por lo que cuando nació Lola se ligó las trompas y se terminaron las chances”, explicó José sobre lo que representaba el nacimiento de Lola en una familia repleta de varones.
Cinco meses después le arrebatarían la vida en medio de un tiroteo por los pasillos del complejo habitacional Nicolás Avellaneda, cuando su mamá la tenía en brazos y hacía la fila para poder comprar un kilo de pan en un local de la zona. Una disputa entre tres hombres y un disparo que rebotó en una pared le impactó en la cabeza y los médicos del Hospital Fiorito no tuvieron margen de acción.
José y Carolina tuvieron que rehacer su vida luego del brutal crimen, algo para nada sencillo, según explicó José: “Fue muy terrible. El dolor trae más dolor y eso nos dejó un montón de secuelas. Con eso vienen las diferencias y los problemas, pero estamos juntos y nos amamos”.
Uno de los grandes conflictos que debió atravesar la pareja tiene que ver con el lugar para vivir. Tras el crimen de Lola, la familia no quiso continuar viviendo en el complejo Nicolás Avellaneda y el municipio de Avellaneda les consiguió un lugar alejado de Dock Sud. Hoy, José no quiere volver al barrio que lo vio nacer.
“Viví toda mi vida ahí, lo amo al barrio y jamás pensé que me iba a ir. Tengo a mi familia y a mis amigos ahí adentro, pero lo evito todo el tiempo y no quiero ir”, expresó sobre el lugar que hoy tiene un mural con un retrato de su hija.
Regresar a esas calles donde se crio no le causa la misma sensación que en otro tiempo, hoy le trae los recuerdos sobre cómo fue asesinada su beba: “Me pone muy mal y trato de evitarlo. Me trae el peor recuerdo de toda mi vida”.
Esto, lógicamente, le trajo consecuencias en el trato con su familia: “Mi hermana es de lo mejor que me pasó en la vida, pero después de esto me alejé porque vive allá. También tengo un ahijado ahí y lo veo poco por el mismo motivo. Si lo puedo evitar, lo evito”.
“Yo me cerré mucho, me alejé mucho de todo y de todos. Es muy feo lo que pasó, ni siquiera hablé mucho con ellos. Es mucho dolor por dentro”, reconoció sobre lo que vivió en aquel momento y lo que todavía transita en su día a día.
En ese dramático contexto y solo unos días después del crimen de Lola, José se quedó sin trabajo y la familia literalmente se quedó sin sostén económico para poder llegar a fin de mes. La cotidianeidad se volvió una tortura para los Montero.
“Yo sabía que podía quedarme sin trabajo porque los últimos días íbamos a trabajar, pero no nos pagaban. Después de eso nos dieron la baja y hasta el día de hoy sigo desocupado”, relató sobre aquellos días.
La indemnización que recibió, entre tanta mala noticia, la usó para poder darle una mínima alegría a sus otros cinco hijos: “Nos fuimos de vacaciones a Las Toninas con esa plata, fuimos todos juntos y pasamos un lindo momento”.
Casi un año después del nacimiento de Lola, tuvieron la primera gran noticia después de la tragedia: el nacimiento del primer nieto de la pareja.“Lola nació un 20 de mayo y nuestro nieto el 21 de mayo. No sé cómo llamarlo eso, pero una casualidad no es”, dijo José.
“Es nuestro nieto y lo amamos, fueron muchos los motivos para continuar con nuestra vida y darle otra perspectiva. Ese es uno de ellos”, contó sobre el cambio de ánimo que les causó el nuevo integrante de la familia, quien hoy ya tiene poco más de dos años.
Sin embargo, la situación económica no es distinta: “Estoy haciendo delivery para llegar a fin de mes. Estoy matando los últimos cartuchos de los ahorros que me quedaron. Mi pareja es municipal y con lo que ganamos tratamos de llegar a fin de mes. No nos damos gustos, no podemos ir a comer afuera con nuestros hijos porque no tenemos plata”.
En todo ese contexto están afrontando el juicio por el crimen de su hija, donde están acusados Iván Amarilla (25), Hernán García (28) y Mariano Dacosta (28), los tres imputados por el delito de “homicidio agravado por el uso de arma de fuego”.