Hay cosas que marcan el termómetro en un estadio de fútbol. Como primera medida, la voz popular rara vez se equivoca. Cuando el aliento se apaga y los murmullos ganan terreno, es porque estamos enfrente de una actuación que no transmite nada. Pero además, cuando el hincha ya no tiene ganas ni de gastar su tiempo en reproches contra los suyos y decide retirarse antes de la cancha, estamos en problemas aún mayores. Eso es porque casi como si hubiera perdido la fe en sus jugadores.
Y anoche, en el Monumental, se dieron ambos escenarios. Si bien el hincha “decano” llegó con la ilusión de torcerle el brazo al difícil presente, la pobre actuación de su equipo se la quitó casi de un plumazo. El equipo comenzó tibio y terminó casi inerte, inexpresivo, sin ideas, y sin la dosis de revulsivo que se necesita para sacar la cabeza de abajo del agua cuando el fútbol no aparece ni por asomo.
La imagen de Atlético anoche fue la peor que entregó en esta Superliga. No jugó el “Decano”; mostró su lado más pobre, sin estructura de equipo y con individualidades que nunca pudieron entregar lo que se espera de cada una de ellas.
Se arrodilló sin mostrar ni siequiera un atisbo de rebeldía ante un Independiente que se olvidó del “paladar negro” que manda su historia, entregando una de las imágenes más dolorosas en sus últimos años.
No merecía ganar el “Rojo”. Pero lo hizo gracias a una corajeada de Nicolás Figalque, promediando un complemento que invitaba a dormir una siesta, se vistió de “10”. El central eludió a un puñado de “decanos” que ni siquiera hacían el intento por frenarlo y asistió a Sebastián Palacios, que tocó al gol con el arco a su merced.
El “Rojo” se topó con un 1-0 impensado por el planteo que había diseñado Sebastián Beccacece, pero que un pésimo Atlético había hecho posible.
Si incluso en el empate daba la impresión que Atlético no iba a llegar nunca al gol; tras el tanto de Independiente quedó más en evidencia eso. A partir de ese momento, el equipo se perdió. La pelota quemaba, nadie quería tenerla y el que lo hacía le daba mal destino.
Por eso muchos hinchas desistieron de seguir haciendo sufrir a su corazón y se retiraron antes del estadio. Pero claro, que no hayan presenciado los últimos minutos, no quita que no sufran un momento que, quizás, ya superó el mote de complicado.