Con temperaturas todavía cercanas a los 30º a fines de marzo, el verano parece interminable este año. Una sensación similar sucede en la economía. El Gobierno esperaba, en diciembre pasado, que el puente de escasez de divisas hasta llegar a la época de la liquidación de la cosecha gruesa, en abril, se pudiera pasar rápido.
La situación, en cambio, fue todo lo contrario. El Banco Central (BCRA) perdió en este tiempo más de US$2500 millones y las expectativas para el resto del año no son alentadoras. El impacto de la sequía se sintió con fuerza en los últimos días en el Palacio de Hacienda y alteró los planes del año electoral.
La llegada de Sergio Massa al Ministerio de Economía, en agosto pasado, tenía como claro objetivo “estacionar el auto”, como él mismo dijo. Las primeras medidas que se tomaron implicaron un control más riguroso de las importaciones y mayores beneficios a los exportadores, para no perder nunca el superávit comercial.
Con el nuevo Sistema de Importaciones de la República Argentina (SIRA) y el dólar soja se logró finalizar el año con un saldo positivo de casi US$7000 millones, pese a tener una brecha cambiaria promedio de casi 100%. “Es un milagro”, admitían por entonces los funcionarios del Banco Central.
Los planes para este año no parecían ser muy distintos. El equipo económico decía que, mientras lograran conseguir dólares y controlar el gasto del Estado, el “Plan Llegar” no corría grandes riesgos. Para ello, Massa hizo un trabajo fino para destrabar préstamos de organismos multinacionales por casi US$1000 millones y renegoció el swap con China para anunciar que obtendría alrededor de US$5000 millones de libre disponibilidad. Es decir, tomar más deuda para fortalecer las reservas del Banco Central.
Estos esfuerzos, sin embargo, quedaron truncados por el impacto de la sequía. Los informes más optimistas proyectan que la Argentina tendrá este año US$15.000 millones menos que en 2022 producto de las menores exportaciones agrícolas. Para tomar dimensión, se trata de más del doble del superávit comercial que tuvo el país el año pasado.
Esta pérdida de divisas no puede ser compensada ni por los préstamos de los organismos multilaterales, ni por el swap con China, ni por las menores importaciones de energía, ni por la menor demanda de dólares por turismo en el exterior. Tampoco el dólar soja llega a compensar el desincentivo que genera la brecha cambiaria en las exportaciones. Es la consecuencia de no haber podido diversificar las exportaciones argentinas en los últimos 70 años, para no depender tanto de eventos climatológicos.
Como tampoco hay reservas en el Banco Central, la Argentina no puede amortiguar el impacto de la sequía con un déficit comercial. Por lo tanto, si caen las exportaciones, también tienen que reducirse las importaciones. Para ello, hay dos formas de hacerlo y ambas tienen como consecuencia una fuerte recesión y más inflación: o restringir aún más las cantidades importadas o aplicar una fuerte devaluación para encarecerlas, a punto tal que también se ajusten los volúmenes comprados del exterior.
Este panorama es el que observa el Ministerio de Economía por delante en un año electoral. No hay dólares para sostener el nivel de actividad y una fuerte recesión es inevitable, por el impacto de la sequía en la actividad agrícola y por el efecto de las restricciones a las importaciones en el resto de los sectores productivos. La consultora EcoGo proyecta como un escenario probable para este año una caída del PBI de 5,2%, lo que borraría todo el crecimiento (o rebote) obtenido en 2022.
El mercado financiero, que sigue de cerca los informes económicos, ya se adelantó a este escenario y actuó en consecuencia: aumentó casi 7% la cotización del contado con liquidación (CCL) y subió 27% el riesgo país en el último mes.
Las proyecciones de mayor recesión generan que el escenario político sea más incierto. ¿Seguirá Massa como ministro de Economía o renunciará antes del cambio de gestión? Si renuncia, ¿quién podría asumir en este contexto de falta de credibilidad política y plena recesión? ¿Aumentan las probabilidades de que gane un candidato más radical e incierto, como Javier Milei? Son preguntas que comenzaron a hacerse los inversores.
Esta semana, el banco BTG Pactual, el más grande de América Latina, publicó un informe sobre el país que se titula “Bailando en el Titanic”. Dice que la Argentina “está en curso de colisión y el Gobierno, que parece entumecido, sufrirá una derrota brutal en las elecciones como resultado”.
“El Gobierno parece estar paralizado frente a la crisis. Hasta ahora, solo ha hecho más de lo mismo, rezar por lluvias para salvar el día. Parece demasiado tarde para un milagro. El financiamiento multilateral o las restricciones adicionales a la cuenta financiera de la cuenta corriente, como exige el kirchnerismo, serán insuficientes. El kirchnerismo ahora está raspando el fondo del barril, exigiendo aún más restricciones, como prohibir el acceso de las empresas al mercado de divisas para el pago de la deuda y endurecer aún más controles de importación para ‘preservar’ los dólares”, dice el informe.
Las medidas económicas anunciadas esta semana confirmaron al mercado el nivel de inquietud que hay en el Gobierno. Y si bien la decisión de obligar a los organismos estatales –como el FGS de la Anses– a pesificar sus bonos en dólares tiene como objetivo estabilizar los dólares financieros y conseguir financiamiento, todavía no se resuelve el problema de fondo: la Argentina no tiene dólares para evitar una fuerte caída económica en el año electoral.