Tucumán volvió a quedar en el centro del debate nacional en materia de seguridad. Con la publicación del “Informe del Sistema Nacional de Información Criminal 2024”, la provincia se consolidó entre las que más lograron reducir los homicidios dolosos, con una baja del 40% en el primer cuatrimestre de 2025 respecto al año anterior. Esta caída es aún más significativa si se tiene en cuenta que se logró sin la presencia permanente de fuerzas federales, a diferencia de distritos como Santa Fe o Buenos Aires.
La ministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich, celebró los resultados. Destacó que Argentina posee, gracias a estos números, la tasa más baja de homicidios en el continente, y citó especialmente los casos de Santa Fe (220 homicidios), Tucumán (14), Ciudad de Buenos Aires (13) y Provincia de Buenos Aires (9).
El relevamiento nacional ubicó a Tucumán con una tasa de homicidios dolosos de 3,8 cada 100.000 habitantes, la más baja de los últimos nueve años. De esta forma, la provincia salió del ranking de las 10 jurisdicciones más violentas del país. Santa Fe lidera con 4,9; seguida por Chaco y Salta (4,6) y Buenos Aires (4,5).
En paralelo, los delitos contra la propiedad también mostraron una marcada baja. En 2024 se denunciaron 10.141 hurtos y 17.051 robos, lo que representa un total de 27.192 hechos: un promedio de 74 delitos por día, tres cada hora. Esto significó un descenso del 20% con respecto a 2023. En el NOA, Tucumán registra la tasa de hurtos más baja, superando a provincias como Salta, Catamarca, Santiago del Estero y Jujuy.
Gracias a estos indicadores, la provincia fue incluida en el plan “90/10”, que concentra recursos federales en las zonas más calientes del delito. El objetivo: optimizar las tareas de prevención con operativos enfocados y coordinados con las fuerzas locales. Sin embargo, surge el interrogante: ¿debería Tucumán recibir estos refuerzos si ya está bajando sus índices? ¿No sería más útil redireccionarlos hacia tareas específicas como el combate al narcotráfico?
En efecto, hay un factor que no se puede pasar por alto: el narcotráfico. Aunque las cifras generales mejoran, Tucumán aparece cada vez más como punto estratégico en la logística del crimen organizado. Gendarmería Nacional lo dejó claro en un reciente video institucional donde muestra a Tucumán junto a Salta y Jujuy como zona de frontera, aunque el límite con Bolivia esté a más de 500 kilómetros.
La realidad es contundente. En los primeros cuatro meses de 2025 se secuestraron más de 123 kilos de marihuana y 1.370 plantas en la provincia. El decomiso más significativo ocurrió en El Puestito (Burruyacu), con una plantación de 550 ejemplares, suficiente para procesar 2.700 kilos de flores valuadas en más de $22.000 millones.
El auge de los narcolaboratorios clandestinos y la proliferación del narcomenudeo ya no sólo involucran a redes sofisticadas. Muchos usuarios de cannabis medicinal, ante la demora en las habilitaciones para el autocultivo, recurrieron al mercado negro. Esto generó un nuevo fenómeno: robos de plantas y violencia vinculada a cultivos domésticos. Casos como el asesinato de Esteban Brito Chía o Lucas Liberatore reflejan este nuevo escenario.
Para contrarrestarlo, el Gobierno nacional reforzó el escuadrón de Gendarmería con la apertura de un nuevo centro de formación en Capitán Cáceres. Con apenas 130 efectivos operativos entre los escuadrones de Tucumán y Aguilares, ahora deberán enfrentar tareas propias de una fuerza de frontera: interceptar cargamentos de drogas, mercadería ilegal y rescatar víctimas de trata. La preparación técnica y el soporte logístico para esta nueva misión todavía están en duda.
Mientras tanto, el Gobierno tucumano, sin estridencias, continúa fortaleciendo el Operativo Lapacho y la Dirección General de Drogas Peligrosas. La nueva estrategia apunta a liberar recursos humanos que hoy están afectados al narcomenudeo para destinarlos al combate contra las redes que transportan grandes volúmenes.
La situación es compleja y dinámica. Los números acompañan, pero los desafíos también crecen. La pregunta ya no es si Tucumán está mejor, sino si está preparada para afrontar su nueva realidad en el tablero del crimen organizado nacional.