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Censo 2022: los problemas de fondo parecen no resolverse nunca

El censo es la foto de un instante que va a durar 10 años.

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Descacharreo

Un censo es una radiografía del país desnudo. Un instante. Un click. Hoy morirán muchas personas censadas ayer. Y nacerán otras que ayer no estaban. Un censo es una foto. Un país es una película. La radiografía que muestre este censo se puede mirar y olvidar en un cajón (como ha ocurrido con tantas otras radiografías argentinas); analizar para confirmar situaciones sabidas o estudiar para hallar sorpresas escondidas que lleven a tomar acciones.

Que el país tiene niveles de pobreza inaceptables lo dijo el jefe de Gabinete Juan Manzur en el ciclo Democracia y Desarrollo de Clarín el día antes de que los censistas salieran a recorrer la Argentina. El censo no va a descubrir la pobreza. En todo caso, va a actualizar la foto de la infraestructura general asociada a la precariedad: tipo de construcciones, viviendas sin baños, cloacas, gas ni agua corriente.

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En 2010, más de 2,3 millones de personas que vivían en áreas urbanas no tenían asfalto, 4,5 millones no tenía alcantarillas y medio millón no tenía alumbrado público. En áreas urbanas, no en el campo. Y la ciudad de Buenos Aires registraba 42 villas en lugar de las 21 que tenía diez años antes. El doble. La pobreza nacional que medía el INDEC era del 10% (dato cuestionado en un período cuestionado del INDEC) y el 2021 terminó con un 37% de pobres.

Movilidad Urbana

¿De qué sirvió, entonces, aquella foto? Pero, sobre todo, ¿Qué haremos con la foto de ahora durante los próximos 10 años? Los chicos que ahora tienen 12 años no viven en un país mejor que en 2010, cuando nacieron durante el último censo. Quizá la foto nueva nos diga que aumentó el porcentaje de alumnos que terminaron la secundaria, pero ¿esto sería realmente una mejora?

Si apenas 16 de cada 100 egresados puede comprender contenidos mínimos de Lengua y Matemática -o si Formosa permite pasar de año con 19 materias previas-, el nivel educativo de los argentinos empeora, aunque las cifras digan otra cosa. La radiografía no es una tomografía computada. Los que tenían 12 años en el censo de 2010 tienen ahora 24. Miles de esos jóvenes no consiguen trabajo o están precarizados.

Y cientos de los que lograron escalar hasta la cumbre de la pirámide educativa y egresar con un título universitario googlean oportunidades en España, Australia o Canadá. Esa sangría silenciosa de hijos corroe sensibilidades familiares que la radiografía del censo tampoco puede medir. La nostalgia no se cuenta. Con los adolescentes pasa otra cosa: a la misma edad, están quedando a uno y otro lado de una línea divisoria definitiva.

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Martincito -como lo llaman ahora en el Instituto de Menores donde está detenido- mató a Lara de un tiro en la nuca para robarle el celular. Fue en Lomas de Zamora, en Año Nuevo, y aún buscan a otros prófugos. Martín tiene 16 años. Lara tenía 17. Esta otra cara de la Argentina espantosa tampoco es una novedad, pero no para. En 2010 había en todo el país 59.000 presos y ahora hay 110.000.

La población general crecerá en la foto actual alrededor de un 15 por ciento, pero los presos son un 80 por ciento más. La mayoría, muy jóvenes. En Rosario ya hubo en cuatro meses más muertos que en todo 2007 y en toda la Argentina los delitos totales pasaron en 10 años de 1,3 a 1,8 millones. Otro crecimiento dispar: 38% más de delitos es más del doble que lo que aumentó en el mismo período la población general. Por cada nuevo argentino, hay dos nuevos delitos.

Aníbal Fernández dijo que la inseguridad era una sensación. Algo ficticio, irreal. Lo dijo hace 16 años y es el ministro de Seguridad actual. Los muertos por la inseguridad faltarán en los números del censo tanto como las víctimas del coronavirus en los meses en que faltaban vacunas. Un censo es el Estado golpeando la puerta de todos, en todos lados. Es un día que siempre se percibe como una esperanza blanca.

Un inconsciente colectivo de Dale, arrancamos desde acá, pero entre todos. Estar con censo no es lo mismo que construir consenso para los grandes temas nacionales. Ni censado es igual a sensato. Pero podría ser, en el país de las oportunidades perdidas, otra chance para sentarse a mirar alrededor, tomarse unos minutos, respirar hondo y, entonces sí, empezar a ocuparse en serio de las cosas que importan.

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