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Con cero peso crearon un emprendimiento para subir a Tucumán a la ola del compostaje

La pandemia proporcionó a los cofundadores Terán y Ferré una ventana para advertir que faltaban bienes y servicios dirigidos a promover la obtención de compost en los hogares de la provincia. Con lombrices y maderas recicladas, se transformaron en “agitadores” de un movimiento que permite a la ciudadanía dar una solución al problema que crea con sus desechos.

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María Ferré y Juan Pablo Terán.
Acceso a la Justicia

Un día al comienzo de la pandemia, el ingeniero industrial Juan Pablo Terán abrió la billetera y constató que le quedaban $ 20. Fue a la verdulería, compró medio kilo de tomates y preparó un guiso. Según cuenta, esa tarde le tocaba cosechar el compost: grabó un video y lo subió a su cuenta de Instagram. Un amigo reaccionó a la publicación y le preguntó si podía venderle lombrices. A partir de esa consulta, él y su esposa María Ferré se lanzaron a investigar, y terminaron fundando Bagual, un proyecto dirigido a solucionar los problemas que enfrentan los tucumanos que quieren empezar a compostar, pero no saben cómo. Más de dos años después, Terán hace la siguiente síntesis: así como con cero peso se puede entrar en el compostaje, también con cero peso se puede montar un emprendimiento que facilite la incorporación de este hábito tan adictivo como beneficioso.

VERSIÓN CON ARTE. Una de las bagualas intervenidas. VERSIÓN CON ARTE. Una de las bagualas intervenidas.

Asistencia Pública

La posibilidad de transformar en abono los desechos de origen vegetal que cualquier casa genera no requiere de dinero, pero sí de conocimiento científico y de cierta sensibilidad por la naturaleza que a Terán y a Ferré les sobra. La irrupción del coronavirus proporcionó la ventana de tiempo que hacía falta para el clic. Ella, que es licenciada en Turismo, vio cómo toda su actividad se caía. Lo mismo le sucedió a él, que en ese momento daba masajes e instruía en una técnica de yoga aplicada a la vida diaria que había aprendido en la India. Pero Terán siempre había sido un “ututo de la carpintería”, y disponía de algunas máquinas y herramientas, y con ese oficio y unas maderas recicladas fabricó la primera compostera para vender, un producto que ellos rebautizaron como “baguala”.

Maratón Independencia

“A ese amigo que necesitaba comprar lombrices le digo que sí, que yo iba a vendérselas. Busco en internet, y descubro que se podía pedir entre $ 250 y $ 500 por un módulo, un precio que increíblemente no ha variado desde 2020 y que pone a prueba el espíritu emprendedor. Así pasé de tener $ 0 a $ 350”, relata Terán durante la entrevista. Lo más valioso de esa transacción fue el haber puesto en evidencia que faltaban emprendimientos para el compostaje (Bagual es el único negocio de su tipo en la Ecoguía). Los socios indagaron en los “market places” de las redes sociales y en Mercado Libre, y concluyeron que en Tucumán existía un hueco y que ellos, que compostaban desde hacía un tiempo largo, podían llenarlo. “Fui y armé una compostera para un departamento. La publiqué y se vendió al día siguiente. Así empezamos con Bagual”, refiere el cofundador.

Planta Asfáltica

El universo explota

En su emprendimiento, Ferré y Terán “unieron todo” lo que les gustaba: el yoga, la ciencia, la ingeniería, la gestión responsable de procesos, la sustentabilidad, el cuidado de la naturaleza… “¡Me explotó el universo en la cara!”, dice el ingeniero, que se presenta como “agitador” en el Norte de una actividad “que es de todos y es de nadie”. “En la región, menos del 3% de la población sabe sobre el tema y un escaso 1% elabora compost. Como emprendedores, tenemos una tarea enorme por delante”, explica.

Bagual comercializa composteras -bagualas- construidas con materiales reciclados de la zona (como “pallets” descartados) con un diseño apropiado para el clima subtropical y brinda asesoramiento permanente a los compostadores inexpertos. Algunas bagualas exhiben intervenciones artísticas muy “coquetas”. Además, y quizá esta sea la parte más sorprendente, ayudan a montar el equipo -con cajones de verdulería y tutoriales de internet- a quienes no disponen de presupuesto para ello, pero sí de ganas de subirse a la ola. El proceso de transformación de los desechos de origen vegetal en humus demanda al principio alrededor de siete meses, pero allí empieza una cosecha que no se detiene. “Pronto llega el punto en el que hay que regalar el compost”, asegura Terán.

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El punto de partida es la decisión de colocar en un cajón, por ejemplo, la lechuga que sobró de una ensalada, en vez de tirarla al tacho de la basura. “Lo mismo se hace con las cáscaras de zanahoria y de papa, el café, la yerba, el filtro del café, las servilletas… todos los productos de origen vegetal que en definitiva respondan a los seis colores: blanco, verde, naranja, amarillo, rojo y violeta”, explica el socio de Bagual. La idea es llenar una compostera en un mes y medio o dos, y empezar con la segunda: cuando esta llegue al límite, el contenido del primer cajón ya estará listo para ser tamizado. Después de pasar el tamiz, hay que esperar cuatro meses para la maduración y la estabilización del abono. “El compost resultante se usa al 25%: un cuarto del sustrato y tres cuartas partes de lo que la planta necesite, que varía de especie en especie”, añade el cofundador. Y expresa que todo esto sucede por el accionar de cientos de miles de millones de microorganismos, entre ellos las lombrices.

Desde mil ángulos

El compostaje es una forma excelsa de la generosidad, según Terán. Cuenta que, por ejemplo, si se colocan 10 lombrices en el cajón, a los dos meses ya hay 60. “Se arma una maraña de lombrices en la compostera, que es el medio donde viven felices porque reciben comida todo el tiempo. Uno da un poco y eso se multiplica infinitas veces. Por eso yo pude venderlas”, relata.

Más allá de la producción concreta del compost que sirve para enriquecer el suelo, los creadores de Bagual defienden la impronta filosófica de esta actividad. “El compostaje puede ser mirado desde mil ángulos. Desde la biología es la forma en la que nosotros devolvemos a la tierra lo que la tierra nos da. Desde la nutrición es la posibilidad de darte cuenta qué estás comiendo. Desde la ingeniería es la forma responsable de gestionar los recursos. Desde el punto de vista ecológico, es la posibilidad que los ciudadanos tenemos de hacer algo por el ambiente sin que alguien nos lo exija”, enumera Terán.

En lugares como Tucumán, donde el reciclaje y la separación de la basura vienen atrasadísimos, y hay una convivencia extremadamente conflictiva con los residuos, compostar es una manera de hacer algo ya mismo. En Bagual sostienen que la mitad de la bolsa de desechos que una familia llena diariamente es compostable, y que el 40% de la otra mitad, siempre que esté seca, se puede reutilizar de alguna manera. “El tema es no mezclar porque eso crea un problema gigantesco del que se habla poco. Parece que sacamos la basura y desaparece, pero, en realidad, todo va a parar a la tierra y la mata, por eso se llaman ‘predios de sacrificio’. Estamos sacrificando tierra como si nos sobrara, y, además, emitiendo líquidos y gases que contaminan el agua y el aire”, advierte Terán.

No hay nada más opuesto a la muerte que la vida. Los emprendedores manifiestan que la fabricación de compost brinda un espectáculo de renovación atrapante. “En un puñado de abono hay 20.000 millones de seres vivos. A mí eso me vuela la cabeza y me parece increíble que no nos lo estén contando desde la primaria”, relata el ingeniero. Y advierte que, después de haber participado en alrededor de 70 iniciaciones en el compostaje, la falta de información obliga a hacer un acompañamiento a quienes se animan a probar: “entendimos que debíamos ofrecer la compostera armada y hacer un seguimiento. Si el servicio no es completo, la práctica tiende al error. Nosotros no vendemos composteras, sino soluciones. Acompañamos en el cambio de hábito para mejorar la vida. Y con que cambie una persona, ya es mucho. Es lento, pero tenemos la satisfacción de que se van sumando. Una acción, una persona más para el compostaje. Si se llegaran a sumar 15.000 de golpe, no tendríamos forma de cubrir la demanda porque, a la par, hay que crear artes y oficios”.

¿Qué es lo que sucede? Detrás del compost comienza naturalmente la separación de la basura. Además, surgen plantines y la necesidad de armar una huerta. “Es decir, la conversión de los desechos de origen vegetal en recursos es una vía de acceso a la soberanía alimentaria, que implica que cada uno pueda hacer alimentos en su casa”, describe Terán. Dos años después de haber activado esas alternativas, el emprendedor rescata como satisfacción más grande que el compostaje haya encontrado un espacio y un nombre; que las bagualas hayan logrado tener un precio y que todo esto genere trabajo. El proyecto ahora se encamina a profundizar los estudios sobre el tipo de humus que fabrican, y a chequear su calidad y salubridad.

“Hay un escrito muy lindo que relaciona al humus con la humanidad y la humildad”, refiere Terán, a quien algunos amigos llaman “Bagual”. Al respecto, detalla: “este sobrenombre no fue la razón principal para denominar así al emprendimiento, sino que nos inspiramos en la baguala, nuestra canción popular. ¿Qué es lo ocurre? Lo que sale de la compostera es la expresión de cada uno de los organismos que viven en ella, como sucede con los cantores de la baguala. Vimos que esa palabra encerraba la posibilidad de que cada uno expresara, mediante una acción cotidiana muy concreta y simple, su compromiso con el cuidado de sí mismo y del ambiente”.

La receta de bagual

– Emprender con el impulso de las habilidades y conocimientos disponibles.

– Investigar los problemas y necesidades, y las formas de resolverlos.

– Ofrecer soluciones antes que vender bienes y servicios.

– Apostar por cambios de hábitos en línea con la sustentabilidad.

– Generar emprendimientos basados en la generosidad y la solidaridad.

El emprendimiento en la web: bagual.com.ar

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