El juicio, que terminó con la condena del exsenador y exgobernador de Tucumán José Alperovich, reveló detalles estremecedores de los abusos cometidos entre 2017 y 2018, pero también el entramado de personas que, según la Justicia, intentaron encubrir estos delitos.
El fallo del juez Juan Ramos Padilla fue contundente sobre la culpabilidad de Alperovich. Además, hizo hincapié en los nombres de aquellos que participaron activamente en proteger a uno de los hombres más poderosos de Tucumán, por lo que imputó a algunos de ellos por falso testimonio.
“Los testigos ofrecidos por la defensa, lejos de aportar claridad, vinieron a mentir y a tergiversar los hechos. Sus declaraciones, marcadas por la falsedad y la intención de desvirtuar el relato de la denunciante, terminaron por transformarse en elementos de cargo que no hacen otra cosa más que corroborar los hechos denunciados”, detalló el magistrado.
Un “espía encubierto” y el intento por frenar la denuncia
Uno de los nombres más resonantes en el documento judicial es el Víctor Decataldo.Según el fallo al que tuvo acceso TN, el exasesor de Alperovich y novio de su hija Sara desempeñó un papel significativo. Lo llamó “espía encubierto” y lo imputó por falso testimonio al mentir en su declaración como testigo.
Decataldo confesó en el juicio que simuló una amistad con la víctima para “sacar información” y poder transmitírsela a Sarita. Sin embargo, en su declaración durante la instrucción de la causa, no solo dio una versión totalmente distinta, sino que además se descubrió su plan para frenar la denuncia contra su entonces jefe.
“De los diversos mensajes que intercambió con la víctima se desprende, claramente, que su intención no fue la que dijo durante el juicio. Pues, lejos de operar como un espía en favor de su novia, lo único que hizo fue adelantarle en forma pormenorizada el plan de acción de Alperovich para neutralizar sus acusaciones”, explicó Ramos Padilla.
En ese sentido, agregó: “Si bien no forma parte de las cuestiones que valoro en este apartado, es importante recordar que este comportamiento es el que, en su momento, aquel testigo que se presentó como si fuera una suerte de ‘espía encubierto’ le había anunciado a la víctima: ‘Te van a ensuciar, van a querer arreglar esto como sea’. Efectivamente, eso fue lo que pasó”.
A medida que avanzaba el juicio, Decataldo intentó cambiar su versión de los hechos, pero sus intentos de justificar sus acciones fueron considerados poco creíbles. Su postura cambió de manera significativa, lo que generó más dudas sobre su autenticidad y sus motivaciones.
Más testigos complicados tras el juicio a Alperovich
Manuel Segundo Frías, testigo clave en el caso contra el exgobernador de Tucumán, tuvo un testimonio lleno de ambigüedades y contradicciones que provocaron sospechas en el tribunal.
Frías, quien trabajó como mozo en las propiedades de Alperovich y también en el Ministerio de Economía, fue interrogado sobre su conocimiento de los hechos denunciados por la sobrina del exgobernador.
El hombre relató que conoció a la joven cuando ella empezó a trabajar para Alperovich, pero negó saber detalles sobre las acusaciones de abuso. Según el testimonio de él, la víctima le enviaba mensajes para que preparara comidas para las reuniones en la “casa de los Andjel” y en la propiedad de Martín Fierro, pero no proporcionó detalles relevantes. “Nunca vi nada extraño, solo que ella estaba ocupada con su trabajo. No me parece que haya habido situaciones fuera de lo común”, dijo.
Una parte destacada del testimonio es la explicación de Frías sobre un intento de contactar a la joven justo antes de declarar. Afirmó que el llamado, registrado en WhatsApp, era un error y que en realidad intentaba contactar a otra persona. “Fue un malentendido, intentaba comunicarme con otra persona cuyo nombre no recuerdo. No era mi intención hablar con ella antes de venir a declarar”, aseguró.
El testimonio de Frías incluyó también su rutina diaria y su trabajo en las propiedades de Alperovich. Describió que asistía a reuniones con 25 o 30 personas y negó haber presenciado algún maltrato o comportamiento inapropiado por parte de Alperovich hacia la víctima.
También negó haber visto rastros de sangre en las sábanas o la presencia de aceite para bebés en las propiedades, elementos que formaban parte de la denuncia.
Su testimonio fue criticado por su falta de concreción y por las contradicciones en sus respuestas. A pesar de los “detalles triviales” que recordaba con precisión, su “incapacidad para proporcionar información relevante” llevó al tribunal a cuestionar su credibilidad.
Otro testimonio cuestionado fue el de Juan David Cayata, miembro de la Policía de Tucumán y chofer de Alperovich, que también fue testigo en el juicio. El hombre intentó colaborar con su jefe, pero su testimonio confirmó varios aspectos del relato de la víctima sobre el abuso que sufrió.
Cayata describió su función principal como el traslado del exgobernador a eventos y reuniones en un vehículo Volkswagen Passat. Si bien trabajaba junto a Víctor Salazar y Alfonso Cubilla en Buenos Aires, él era el principal chofer en Tucumán. “Mi trabajo consistía en trasladar a Alperovich a donde fuera necesario. A veces ella viajaba con él, pero la mayoría de las veces había otras personas presentes”, relató.
Cuando se le mostró una foto en la que se veía a Alperovich con la mano encima de la pierna de la víctima, Cayata tuvo dificultades para identificar con certeza si él estaba en ella, aunque reconoció el auto. “No estoy seguro si soy yo en esa foto, pero el vehículo es claramente el que usábamos”, sostuvo.
En su testimonio, negó haber observado algún comportamiento inapropiado entre Alperovich y su sobrina y afirmó que la relación entre ellos era cordial. “Nunca vi nada fuera de lugar entre ambos. La relación parecía profesional y respetuosa”, expresó.
Sin embargo, su testimonio fue puesto en duda debido a sus intentos de minimizar y desmentir aspectos cruciales del caso. Las conversaciones con la joven, introducidas como evidencia, mostraron detalles preocupantes que contradecían su versión. En una conversación, ella expresó sus sentimientos de “culpa y vergüenza”, lo que confirmó que Cayata estaba al tanto de los abusos.
“Ella me comentó que estaba cansada y que quería renunciar. Eso fue todo lo que supe sobre su situación personal”, dijo, pero eso se contradijo en el debate cuando le mostraron los mensajes que se mandó con la denunciante. El fiscal y la querella pidieron imputarlo por falso testimonio, y en las últimas horas el juez Ramos Padilla dio lugar a la apertura de la investigación en su contra.
Dos psicólogas denunciadas por falta ética y profesional
Ramos Padilla pidió remitir los informes periciales de las licenciadas Liliana Sedler y Paula Sánchez Ayala para que se evalúe su conducta ética.
El juez cuestionó duramente la labor de Sedler, quien, en su afán por favorecer a la defensa, realizó un análisis de la víctima en el que atribuyó sus padecimientos a un entorno familiar disfuncional y sucesos de la infancia, desligándolos de los hechos denunciados en la causa.
Este enfoque fue calificado como incompatible con las normas de perspectiva de género, que prohíben investigar el pasado de la víctima para desacreditar sus dichos. Sedler modificó su posición inicial sin discutir con la perito oficial, lo que resultó en un informe que el magistrado describió como “plagado de afirmaciones contundentes, sin fundamento y con prejuicios”.
El juez también mencionó que la mujer, al intentar justificar sus conclusiones, llegó a hacer declaraciones categóricas propias de un juez, como la afirmación de que “si no hay coerción, no puede ser violada”, lo que fue visto como un intento de descalificar el relato de la víctima y la pericia oficial.
La intervención de Paula Sánchez Ayala también fue criticada. La licenciada participó en una junta pericial en la que expresó su disconformidad con las conclusiones de los demás peritos. En su informe, concluyó que no encontró indicadores de abuso sexual ni de estrés postraumático en la denunciante, y sugirió que las contradicciones y falta de coherencia en los dictámenes previos se alejaban de la lógica clínica.
Durante su testimonio en el debate, admitió que su informe no fue deliberado ni debatido, y que su tarea consistió en supervisar el trabajo realizado por Sedler, basándose en el material que ella le proporcionó.
El juez señaló que la labor de un psicólogo no está vinculada a la evaluación de la prueba y los hechos, sino al estado psíquico y la etiología de los padecimientos de la persona. Sin embargo, Sánchez Ayala se involucró en un análisis parcial de los elementos probatorios e intentó respaldar la postura de la defensa. “Esta es una prueba evidente de que orientó su trabajo hacia una teoría del caso”, indicó el magistrado.
El rol político de una funcionaria feminista y la “prudencia” de la Justicia
Durante el juicio, el testimonio de María Beatriz Mirkin, exsenadora ligada al feminismo y persona de confianza de Alperovich, fue muy cuestionado. Si bien la fiscalía y la querella pidieron que sea imputada por falso testimonio, el juez consideró que “debe ser prudente” en este caso, ya que se trata de “su alto rango” político.
Mirkin, quien durante años fue una figura clave en el entorno político del exgobernador, fue acusada de intentar influir en la percepción pública del caso, al minimizar las acusaciones de abuso sexual y desacreditar a la víctima.
Según declaró la sobrina de Alperovich en el juicio, cuando ella le contó que era acosada por su tío, Mirkin le pidió que “aguantara a que pasaran las elecciones” e incluso le proporcionó una pastilla de Clonazepam o Rivotril para calmarla.
En el documento al que accedió TN, el juez enfatizó que la testigo “permanentemente desvió su relato tratando de hablar de su expertiz en materia de violencia de género”, pero aseguró que su aporte “fue mínimo”.