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Copa Libertadores. Boca aplastó a Jorge Wilstermann con garra y más poder de gol que juego

Le ganó 4-0 en la Bombonera y se acomodó en el grupo tras la derrota en Brasil. Reynoso, Benedetto y Zárate (2), los tantos.

El festejo de Darío Benedetto junto a Nahitan Nandez tras el 2-0 de Boca. (MARCELO CARROLL)
Descacharreo

La tradición xeneize, una noche cargada de emociones y un triunfo holgado que ilusiona. No tanto desde el juego, ese que todavía fluye en cuentagotas. Sobre todo, cuando se enciende Bebelo Reynoso. Boca alimenta la esperanza de la séptima con resultados y una contundencia que maquilla sus imperfecciones colectivas. Por jerarquía individual, fue superior a Jorge Wilstermann. Pero fundamentalmente, sometió a su rival boliviano por su entrega y su poder de gol. Y el Falcon de Gustavo Alfaro, que tiene el motor de un Mercedes Benz, marcha con convicción a los octavos de final. La Copa Libertadores, esa obsesión que persigue con mayor obligación después del despiste en Madrid, será posible si afina el engranaje. La carrera, de todos modos, es larga. Y va por la buena ruta.

La lluvia no cesaba y el juego no surgía, pero Boca luchaba. Porque pueden faltar pases cortos en la Bombonera, pero jamás, corazón. Entonces, empujaba el equipo. A partir de la personalidad de los volantes centrales y las proyecciones de Julio Buffarini. Alguna pincelada de Bebelo Reynoso marcaba la diferencia. Y llegó el penal a Sebastián Villa. Una jugada que dejó dudas. Pareció una viveza del colombiano ante la lentitud de Alex Da Silva. Pateó Darío Benedetto y dejó claro que está atravesando una racha negra. Hasta este miércoles había hecho un gol en diez partidos y su remate desde los once pasos fue tapado por Arnaldo Giménez. Más tarde, tendría revancha.

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No obstante, en ese momento de zozobras, el disparo furibundo que atajó el número uno de Jorge Wilstermann encendió a la gente. Y también, a Boca. Lo encerró al equipo boliviano, que había llegado a Buenos Aires a bordo de un 4-1-4-1, pero sin rasgos de esa mezquindad propia de los visitantes que se consideran inferiores. No se paró cerca de su área. Por el contrario, discutió cada pelota. Sin embargo, después del penal que neutralizó su arquero, se dejó maniatar. Y el Pipa casi se reivindica de cabeza, pero apareció una pierna salvadora para ahogar su grito.

Hasta que se trastrocaron los roles. Y Buffarini demostró que es mucho más que una rabona. Recibió una pelota larga a la derecha, trabó, le ganó la posición a Juan Pablo Aponte y metió un centro que Bebelo, como si se tratara de un “9”, cabeceó al 1 a 0. Con una jugada al estilo del viejo Boca, la del centro de Guillermo Barros Schelotto y el gol de Martín Palermo, se puso en ventaja ante un rival incómodo.

SEPARA

Jorge Wilstermann no se achicó. Fundamentalmente, por la capacidad de desequilibrio de Cristian Chávez, un futbolista que supo dejar su huella con la camiseta azul y oro. El Pochi fabricó una infracción en la puerta del área y pateó el tiro libre que Esteban Andrada sacó del ángulo. En el rebote, con el arco a su merced, lo perdió Ariel Núñez. En la línea de sentencia, apareció Emmanuel Mas.

No había sido brillante el fútbol de Boca, pero terminó imponiéndose ante Jorge Wilstermann por su actitud para encarar el partido. Esta vez, no sufrió por las bandas y Villa y Bebelo, especialmente, pudieron cerrarse para gestionar el juego interno. El cordobés fue el único que logró conectar. Carlos Tevez, más allá de esa jugada a los treinta segundos, cuando pinchó la pelota por encima del arquero y estuvo muy cerca de marcar el primero, hizo poquito. Sólo desde la chapa que ostenta el referente de Fuerte Apache se explicaba su titularidad por encima de Mauro Zárate, más lúcido, fresco. Aunque en el segundo tiempo, algo más retrasado, mejoró. Se encontró con Reynoso. Pudo marcar el segundo con un remate cruzado que tapó Giménez. Hasta que inventó un penal. Se dejó caer, acompañado por Da Silva. Y el peruano Haro, otra vez, compró infracción.

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Esta vez, Benedetto no perdonó. Remató fuerte, arriba y se sacó la espina del gol. Fue un golpe letal para los bolivianos, que nunca pudieron recuperarse. A excepción de algún arresto de Chávez, no inquietaron a Andrada.

A partir del desahogo del Pipa, Jorge Wilstermann se derrumbó por completo. Y aparecieron los espacios para Boca. Buffarini fue un avión. Bebelo apostó al pase largo. Y con la abundancia que administra Alfaro, los ingresos de Zárate y Cristian Pavón potenciaron al equipo, que encontró desborde. Si hubiera estado fino Benedetto, el tercero habría llegado antes. Mientras tanto, Pochi se debatía en su soledad creativa, nostálgico de aquellos años felices con la camiseta que hoy sufría.

Hasta que Zárate demostró porqué tiene que jugar siempre, independientemente del plus que mostró Tevez en el complemento. Y mostró cómo resolver aquella jugada que no le había salido a Carlitos en el comienzo del partido. La empaló por encima de Giménez y celebró el 3 a 0. En el final, anticipó a Da Silva tras una corrida de Pavón y le dio un sello impactante al resultado, ese que tiene a Boca más vivo que nunca en la Copa en la que busca revancha. Se recuperó de la goleada en Brasil y sueña con la Libertadores.

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