El acecho exponencial del coronavirus en nuestro país tuvo una decisión y una fecha que hoy pueden ser analizadas como hitos en la estrategia epidemiológica local de la pandemia: por un lado, la decisión temprana de decretar el aislamiento social, masivo y obligatorio; por el otro, la fecha del 26 de marzo, cuando Argentina decidió cerrar todas sus fronteras a través de un Decreto de Necesidad y Urgencia ampliado (DNU 274/20) que promulgó el presidente Alberto Fernández.
Desde mediados de marzo e in crescendo fueron ocho los países de América Latina que encabezaron la medida regional de limitar el tránsito a través de sus fronteras, como una férrea y unánime decisión para combatir la propagación de la COVID-19. La nación que tomó la iniciativa fue Uruguay, que empezó con un cierre parcial, y le siguieron Paraguay, Brasil, Bolivia, Perú, Colombia y Chile.
Cuando el presidente de la Nación, Alberto Fernández, comunicó que las fronteras argentinas permanecerían cerradas -en un primer momento hasta el 31 de marzo pasado y luego extendido hasta el 12 de abril – justificó la decisión en que los casos autóctonos se estaban multiplicando en la región: “El coronavirus no viene sólo de Europa -dijo- está empezando a afectar a los países limítrofes y a nosotros mismos”. Ahora que ya comenzó abril, queda determinar si la medida habrá que mantenerla o incluso endurecerla en el tiempo.
Punto de vista científico
Entre la larga lista de preocupaciones que los infectólogos y especialistas interdisciplinarios de la salud acumulan en tiempos de pandemia y los ocupa para “achatar” la curva de infectados, hay dos ideas que resultan recurrentes : proteger a las comunidades de riesgo (especialmente a los adultos mayores y pacientes con patologías crónicas preexistentes como enfermos oncológicos, respiratorios, pacientes cardíacos, con EPOC, hipertensos, entre otros ), y cuidar y prevenir el colapso del sistema de salud, para que pueda brindar una atención adecuada y ordenada a los enfermos, y de acuerdo al perfil de casos: leves, graves y críticos. Cada caso requerirá un despliegue y la disponibilidad de recursos profesionales, médicos, insumos, camas, respiradores, y tecnología diferentes.
“El objetivo de hacer el aislamiento social, preventivo y obligatorio es a partir del concepto de aplanar la curva para que el pico de infectados no sea brusco y que los casos vengan en forma más lenta”, explicó a Infobae el médico infectólogo Gustavo Lopardo. De la mano de este principio, se intenta limitar al máximo el incremento de casos positivos, tal como sucedería de abrirse las fronteras, convirtiéndose en poco controlable el ingreso de portadores asintomáticos, los más peligrosos en el esquema de control que tiene Argentina hoy. Puede haber una enorme cantidad de casos asintomáticos que probablemente el único país que fue capaz de verlos a todos haya sido Corea del Sur”, afirmó el especialista.
Ese país dedicó gran parte de su despliegue sanitario a testear personas sanas para detectar portadores sin evidencias de coronavirus, para aislarlas en caso de dar positivo y evitar la propagación más compleja de esta enfermedad silenciosa y escurridiza .
Angela Gentile, jefa del departamento de Epidemiología del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, y una de las profesionales pertenecientes al grupo de expertos que asesora al Gobierno, precisó a Infobae, “estamos frente a la curva ascendente de la pandemia, en donde si bien todo aún va a empeorar, con la situación controlada en materia de contagios no tendremos desbordes en el sistema de salud”.
En la mesa chica de calificados y probos expertos -en su mayoría infectólogos- que diseñan la estrategia epidemiológica local junto a las autoridades de la cartera de Salud -con el liderazgo del ministro Ginés González García y la epidemióloga Carla Vizzotti al frente – figuran allí un grupo de profesionales, entre ellos la propia Angela Gentile, los doctores Mirta Roses, Eduardo López, Omar Sued, Pablo Bonvehí, Pedro Cahn, Tomás Orduna y Gustavo Lopardo. Todos ellos son consultados permanentemente por las más altas esferas del gobierno nacional antes de tomar cualquier decisión, y fueron determinantes en la política de salud pública de extender la cuarentena total y obligatoria hasta el 12 de abril a las 23.59 y la continuidad del cierre de fronteras.
Pedro Cahn, director científico de la Fundación Huésped y ex-presidente de la Sociedad Internacional de Sida, es consultor de la División Infectología del Hospital Juan A. Fernández y profesor titular del Departamento de Medicina, Orientación Infectología, de la Facultad de Medicina de la UBA y señaló a Infobae. “Hay que entender que la cuarentena no se termina cuando finalice Semana Santa sino que podríamos pasar a una segunda fase”. Y esto también atañe a las fronteras.
“Lo que es importante tener presente, es que cuando una enfermedad se declara pandémica, significa que pasa por los distintos continentes. Empezó en China y luego se expandió por Europa, fuertemente en Italia, España, Inglaterra y Francia; pasó por Corea del Sur, Irán y también llegó al continente americano en su totalidad”, explicó a Infobae el doctor Daniel Stamboulian, Profesor Emérito de Infectología de la Facultad de Medicina de la UCES y Voluntary Profesor of Medicine of the University of Miami. Aseguró que “hay que darle mucha importancia a saber de dónde viene una persona”, un principio que abona el mantenimiento del cierre de fronteras para evitar la “importación” de virus. En esto concuerda Omar Sued, Presidente de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI), para quien esta medida (cerrar las fronteras) “permitió que no avanzaran los contagios”.
Por su parte, Osvaldo F. Teglia, profesor adjunto de Enfermedades Infecciosas de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral, explicó con claridad a Infobae sobre el efecto del cierre de fronteras: “Durante las epidemias existen tres tipos de individuos: los susceptibles que pueden contraer la infección, los que ya están infectados y los que se han recuperado y ya no son susceptibles de enfermarse. Al principio el número de casos infectados va aumentando, debido a que el número de susceptibles es alto. Con el paso del tiempo, ese número va disminuyendo (porque se han curado o se han inmunizado). Así habrá menos gente para infectarse; así se irá llegando al pico de la epidemia. En la medida que aumentan los infectados y los recuperados, el virus ya no se puede contagiar y transmitir con tanta eficacia entre las personas y disminuirá el número de casos. Imaginemos que entre los infectados y los recuperados le interponen un paredón humano al virus, resultándole a este cada vez más difícil ir tras los susceptibles que hayan quedado detrás de esta primera línea”. En todo este escenario se debe trabajar con números relativamente controlables: con una población estática, que no circula, ni emigra.