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Cristina Kirchner conduce al país al default ante la impotencia de Alberto Fernández

Así no puede haber arreglo, soltó la vice delante de Guzmán. La cumbre Cafiero-Blinken no conformó a los K.

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Cristina Kirchner - Martín Guzmán
Descacharreo

El Gobierno parece empantanado e impotente frente a una grave encrucijada: las tratativas con el Fondo Monetario Internacional (FMI). La posibilidad de un acuerdo, siempre pedregoso. El nuevo fantasma de un default, aún peor. La Casa Rosada no puede salir de esa situación, tal vez, por dos razones. Las internas atraviesan la pirámide del poder. Desde el vértice que comparten Alberto y Cristina Fernández.

La administración no logra adecuarse al enmarañado contexto internacional. A raíz de motivos ideológicos o porque su incompetencia se lo impide. Martín Guzmán ha comenzado a reportar con mayor frecuencia a la vicepresidenta que a Alberto Fernández. ¿Cambio de bando? No, que se sepa. Simplemente, la negociación con el FMI entró en un tramo decisivo. Resulta natural que talle la jefa.

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Nuestro país posee dos pagos menores (US$ 731 millones y US$ 372 millones) antes del gran vencimiento del 22 de marzo. Se supone que los afrontará para no anticipar el incumplimiento hipotético. La última conversación del ministro de Economía con Cristina Kirchner no habría resultado demasiado fructífera. Sobre todo, por dos ítems. La negativa del FMI a estirar a 10 años el plazo de pago para los vencimientos.

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Pero también por la discordia en torno a cuándo debería alcanzarse el equilibrio fiscal. El organismo habla del 2024. Guzmán insiste con el 2027. Cuando haya concluido el presente y el próximo período presidencial. La vicepresidenta estima que dichos términos son inaceptables. Por eso soltó una frase que impactó en el ministro y tuvo onda expansiva en la residencia de Olivos, donde está aislado Alberto Fernández.

Así no puede haber arreglo, afirmó. La sentencia explicaría cuatro episodios que se encadenaron después. Uno fueron las llamativas declaraciones del ministro realizadas a la agencia Agencia France Press (AFP). Advirtió que el FMI puede “perder legitimidad si empuja a la Argentina a una situación desestabilizante”. Otro, la carta de Cristina Kirchner donde de nuevo, con alma de cántaro, comparó los costos de la “pandemia macrista” con la del Covid.

El tercero sucedió cuando el Gobierno boicoteó la reunión con Juntos por el Cambio para informar sobre el estado de cosas con la entidad financiera. El último corrió por cuenta de Sergio Massa. Todos ocurrieron en vísperas de la cumbre que el canciller, Santiago Cafiero, mantuvo en Washington con Antony Blinken, secretario de Estado de Joe Biden. Las tres primeras pudieron ser interpretadas como una interferencia.

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El titular de la Cámara de Diputados se encargó de condenar con dureza a Nicaragua. A sabiendas de que la defensa de la democracia y el repudio a la violación de los derechos humanos figuraría como eje en aquel encuentro bilateral. Acertó. Salvo en situaciones excepcionales, la diplomacia suele generar los espacios para que las partes en pugna encuentren su confort. Ni una mención al FMI. Massa, al parecer, estaba bien informado.

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