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Cristina Kirchner, la jefa de la banda de espionaje

Los informes que Zanchetta pasa al diputado Rodolfo Tailhade y al comunicador de La Cámpora Fabián Rodríguez son una autopista directa hacia quienes conducen ese engranaje.

Cristina Kirchner 1
Cristina Kirchner (Archivo)
Acceso a la Justicia

Las novedades en la investigación sobre el espía Ariel Pedro Zanchetta empiezan a descubrir una trama de sorpresas ocultas como en una colección de muñecas rusas. Una cosa es Zanchetta y su trabajo ilegal para jefes legales: un tipo que espía en la clandestinidad, para patrones (o clientes) funcionarios públicos, que le pagan con plata del Estado.

Como un ladrón que roba para el comisario. Otra cosa (las mamushkas ocultas dentro de la mamushka mayor) es el contexto del trabajo de Zanchetta: no está aislado. Integra una máquina formidable y aceitada de espiar. Se espía para atacar, para extorsionar, para controlar y para defender.

Asistencia Pública

Cuando el poder se acostumbra a espiar, no importan las formas. Es una adicción que suele justificarse como una herramienta de la política. Información sucia para prevenir… ¿qué? Para prevenirse ellos. Todo parece indicar que Zanchetta es sólo una pieza de un puzzle enorme, con muchos Zanchettas activos y aún en sombras.

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En el extenso dictamen del fiscal Gerardo Pollicita hay datos precisos y asombrosos. Uno es que, aunque Zanchetta tiene decenas de mails durante 6 años con órdenes, pedidos y encargos de tres agentes activos de Inteligencia de la ex SIDE, todos los organismos del Sistema Nacional de Inteligencia le informan al juez que ninguno de ellos (incluída la propia SIDE) tiene registrado a Zanchetta entre sus filas.

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Es decir, no existe. Y, si existe, no trabajó para ellos. Otro es que, según la investigación de Pollicita, Zanchetta fue asesor de la Cámara de Diputados en Seguridad e Inteligencia hasta el 10 de diciembre de 2017, pero la Comisión Bicameral de Inteligencia que preside Leopoldo Moreau también niega que Zanchetta hubiese trabajado allí.

Zanchetta estuvo, pero no estuvo. Lo hizo, pero no figura. El Estado alienta la proliferación de hombres invisibles. Hay más. Zanchetta es un espía “inorgánico” -trabaja para agentes sin figurar en los organismos- pero no es el último eslabón. Debajo suyo hay más “inorgánicos” que juntan información para él.

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El fiscal Pollicita estableció que el imputado se nutría de informantes y fuentes reservadas que hacían tareas a pedido suyo. ¿Cuántos más inorgánicos habría debajo de esa otra capa de inorgánicos espiando gente fuera de la ley? ¿Quién le paga a esa multitud de informales que buscan roña?

Los números de la producción del espionaje hablan por sí mismos: Zanchetta produjo al menos 1.196 informes de inteligencia sobre diferentes personas. En 7 años hizo más de 12.000 consultas a bases de datos de acceso restringido como la Dirección de Migraciones o la Dirección de Registros del Automotor, para lo cual contaba con usuarios y claves de acceso como si fuera un empleado más.

Se hallaron entre sus archivos 19 videos de cámara oculta conversando con diferentes personas a las que en realidad le habían encargado espiar, entre ellos un ministro nacional y un intendente. Esta información surge de apenas dos de los soportes informáticos secuestrados en la casa del espía en la ciudad de Junín, que fueron analizados hasta ahora.

Faltan diecisiete más. Los informes que Zanchetta pasa al diputado Rodolfo Tailhade y al comunicador de La Cámpora Fabián Rodríguez -que le paga con dinero de los contribuyentes bonaerenses en la gestión Kicillof- son una autopista directa hacia quienes conducen ese engranaje. Son hombres de Cristina Kirchner. La máquina de espiar es de ella.

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