Después del lanzamiento de artillería pesada contra el kirchnerismo por la virtual ruptura de Máximo Kirchner, el albertismo busca una tregua con La Cámpora para evitar un quiebre del Frente de Todos y garantizar, de esa forma, la aprobación en el Congreso del proyecto que enviará el Ejecutivo con el acuerdo que alcanzaron Alberto Fernández y Martín Guzmán con el FMI y que despertó fuertes ruidos en la coalición de gobierno.
La tarea es delicada. Sobre todo, teniendo en cuenta la trampa que se encuentra preparando Cristina Kirchner. Y es que la misma consiste en el hecho de que el peronismo y la oposición sean los que aprueben tanto el acuerdo con el Fondo, con el ajuste que eso implicará, como el tarifazo que significará la quita de subsidios al consumo de energía eléctrica y de gas en lo que hace a la región del AMBA.
El silencio del resto de los dirigentes de La Cámpora en la esfera pública fue considerado en la Casa Rosada como terreno fértil para una conciliación que busca Alberto Fernández. Sin embargo, lo que ignora es el hecho de que en esta agrupación se seguirá a rajatabla las ordenes de Cristina Kirchner, quien planea salir airosa del ajuste que se viene. Para ello, ordenó que se deje solo al Gobierno para que se vea obligado a que recurra a la oposición.
La señal inequívoca fue la reserva de la vicepresidenta Cristina Kirchner, que no emitió palabra mientras se encuentra a cargo del Ejecutivo durante el viaje de Alberto Fernández. Tampoco el ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro; ni el ministro de Desarrollo Comunitario bonaerense, Andrés “Cuervo” Larroque, pasando por los principales referentes en cargos ejecutivos y legislativos se pronunciaron.
Más teniendo en cuenta los múltiples requerimientos de los medios de comunicación, inclusive aquellos más afines, y se abstuvieron de expresarse en las redes sociales. De esta forma, queda más que claro la intención de parte de Cristina Kirchner y de su hijo de que ambos junto con La Cámpora sean los que “salven la ropa” del incendio que promete significar el ajuste con el que no quieren saber nada.
Hoy la primera plana la restringe a una opción “personal” y aseguran que no arrastrará necesariamente a toda su tropa en el Congreso. Sin embargo, a la hora de votar, sucederá todo lo contrario, debido a que dejarán al gobierno solo a su suerte. Y apuntan a que Juntos por el Cambio se incendie también a la hora de una hipotética votación a favor del acuerdo con el Fondo y del tarifazo.
Después del terremoto y de los primeros acercamientos para recomponer los lazos con vistas a la aprobación del acuerdo con el Fondo, el oficialismo se encuentra a la espera del regreso de Alberto Fernández de su gira por Rusia, China y Barbados. Además, por estos días se hablaba de impulsar proyectos de ley que contribuyan a la unidad en torno a temas que “interpelen a los sectores populares” y sirvan para aglutinar a la dirigencia del oficialismo.
El principal objetivo de Alberto Fernández es lograr, como mínimo, que Máximo Kirchner y los diputados que responden a su liderazgo se sienten en sus bancas el día del tratamiento. Un faltazo del ala dura del gobierno pondría en riesgo la posibilidad de conseguir el quórum: un sector de la oposición de Juntos por el Cambio ya avisó que, si el pleno del oficialismo no se presenta en el recinto, no se prestarán a debatir.
En la oposición no lo ven así. Después del anuncio del acuerdo, Juntos por el Cambio, había adelantado su visto bueno al acuerdo, aunque con desconfianza sobre la “letra chica”. Pero eso fue antes del agrietamiento del oficialismo. Hoy condicionan su presencia a la del kirchnerismo duro. De todas formas, por el momento, en la coalición opositora hay miradas disímiles entre los duros y los dialoguistas sobre la postura a adoptar.
Y es que saben que Cristina Kirchner apuntará a mantener vivo el relato que, a la postre, es lo único que le queda al kirchnerismo. Sobre todo, para intentar una trampa para evitar la fuga de kirchneristas. Es por ello que Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich, los radicales y la Coalición Cívica, prefieren ser cautelosos. Un sector interpreta que Cristina Kirchner busca contener a los propios.
Habrá mayor claridad al respecto, quizá, a partir de este miércoles, cuando está prevista una primera reunión de Juntos por el Cambio, vía zoom, para discutir el tema. Está claro que Cristina Kirchner habló a través de su hijo. Es que la vicepresidenta no puede decir lo que dijo Máximo Kirchner porque inmediatamente generaría una crisis institucional como muchas veces se ha vivido entre Presidente y vicepresidente.
En el entorno de Rodríguez Larreta consideran que tanto el Gobierno como el cristinismo “son unos irresponsables” porque “priorizan su posicionamiento personal por sobre el país”. Admiten que puede ser un artilugio para que la oposición termine acompañando, sí o sí, la aprobación del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Pero insisten que más allá de eso, “le hacen mucho daño al país”.
Cerca de la presidenta del PRO también tildan de “irresponsables” al oficialismo, pero no descartan que sea una trampa para que Juntos por el Cambio apoye el entendimiento para no ser responsables de una crisis gubernamental. “Vamos despacio y sin hablar, nosotros callados”, asegura otro miembro presidenciable de la Mesa Nacional de JxC. Y va más allá al evaluar, con ironía, que “hay que analizar si es una jugada solitaria de Máximo o es para mantener la base propia kirchnerista que se aleja con este acuerdo y está coordinada con su mamá”.
Mientras la Casa Rosada apuesta a que Máximo Kirchner se abstenga -creen que dará quórum, y que existe la posibilidad de que no vote en contra-, en La Cámpora mantienen el hermetismo sobre cuál será la decisión del diputado y el grupo de 20 legisladores que responden a su mando o están aliados en esta ocasión por su rechazo al Fondo. En su propia organización, en tanto algunas voces piden que acompañe, pero ese camino está prácticamente descartado. La trampa de Cristina Kirchner está servida.