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Cristina y Máximo se quedan sin el control del Congreso mientras Juntos por el Cambio define su rol

La vicepresidenta conserva el manejo del Senado pero no de Diputados. Reunión clave de la cúpula de Juntos por el Cambio

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Cristina y Máximo Kirchner
Descacharreo

La renuncia de Máximo Kirchner a la jefatura del bloque de diputados del Frente de Todos denota que la debilidad ya no es propiedad solo de Alberto Fernández, que debe estar pasando por uno de sus momentos de mayor autonomía en la coalición gobernante. La fragilidad política también abraza al cristinismo, que con esa decisión pierde la hegemonía que ostentaba en el Congreso, con Cristina Kirchner conduciendo el Senado y Máximo, manejando la Cámara baja.

Un gobierno puede afrontar muchas crisis, pero cuando la discordia llega al Congreso, y ya no puede manejarlo, la crisis cobra otra dimensión. Sólo hay que recordar lo que pasó con la Alianza UCR-Frepaso. A diferencia de aquél episodio, Carlos “Chacho” Alvarez expresó su rechazo y se fue; en este caso, Cristina Kirchner planteó su rechazo –a través de Máximo-, pero sigue en la vicepresidencia.

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Congreso de la Nación Argentina

Esa divergencia en el oficialismo refractó, imprevisiblemente, en Juntos por el Cambio, en donde no hay dudas de la necesidad de evitar el default, como lo expresó la Mesa Nacional en un comunicado. Pero hay discrepancias sobre el rol que debe asumir ese espacio. Por el momento, la excusa es la falta de “la letra chica” del entendimiento con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

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En el plano estrictamente político, lo que divide aguas en la oposición es qué hacer con la actitud oportunista del cristinismo, que como no sabe cómo explicarle a su electorado que debe hacer un ajuste no quiere pagar ese costo político y prefiere rechazar de plano el acuerdo y dejar que lo vote el Gobierno albertista y Juntos por el Cambio. O sea que el cristinismo deberá actualizar el slogan y a partir de la aprobación del acuerdo esbozar “por culpa de Macri…y de Alberto”.

No falta el dramatismo en algunos dirigentes y funcionarios dispersos en el oficialismo, que perciben que antes de dar el paso al costado, Cristina y Máximo Kirchner evaluaron las ventajas y desventajas de una implosión del Gobierno. No parece haber tal cinismo en ese nivel de responsabilidades. La interna K es tan sustancial que salpica a la oposición. Quien tiene una postura tomada es Patricia Bullrich.

La jefa del PRO cree que es fundamental que antes de que JxC decida su apoyo, el oficialismo garantice que todos sus diputados y senadores, incluidos obviamente los que responden al Instituto Patria, lo voten. Lo que Bullrich quiere evitar es que el cristinismo se extienda como una mancha y termine siendo, de acuerdo al caso, una suerte de oficialismo y oposición al mismo tiempo.

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Uno de los primeros en reaccionar públicamente frente a la posición de Bullrich fue el titular de la UCR, Gerardo Morales, quien advirtió que “el PRO no nos va a empujar de un lado a otro ni a llevar de las narices”. En función de esa heterogeneidad, el próximo miércoles habrá una nueva reunión de la Mesa nacional de Juntos por el Cambio –podría ser en Vicente López-, pero esta vez será presencial.

El objetivo es definir una posición común, más allá del rechazo al default y de la mirada pro acuerdo que mostraron la última vez. Serían más proclives a acompañar, siempre y cuando la letra chica sea razonable, y no exigirían que Máximo Kirchner y compañía avalen el entendimiento con el organismo. Un termómetro de lo lábil de la situación económica e institucional es el hecho de lo que hasta José Luis Espert les manifestó a sus pares de JxC.

Es decir, la necesidad de avanzar en un acuerdo. Prueba de que una eventual caída del programa, provoca un temor mucho mayor. El flamante jefe del bloque del FdT, Germán Martínez, ya tuvo diversos contactos con los diputados de la oposición. En uno de ellos, dejó en claro que el FMI exige que el acuerdo sea aprobado por el Congreso y que más allá de algunos dichos de legisladores cristinistas, no hay margen para no tratarlo. Tiene que haber aprobación, sí o sí.

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