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Cuando el infierno es el patio de tu casa: la historia de Fabricio y sus hermanos

Con Ariel, su mellizo, desde los 8 que vive en hogares de tránsito, y en el Belgrano hace poco se reencontró con Ariel, el menor de su familia paterna. La contención hizo que estos chicos crean que hay futuro.

FELICES LOS 3. Carlos, el menor, y Ariel y Fabricio, los mellis de 17, se reencontra en el Hogar Belgrano. LA GACETA / FOTOS DE INÉS QUINTEROS ORIO
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– Contame lo que quieras…

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– (…) He tenido una vida re dura con mi viejo, hasta los 5 años. Una vida durísima, así. Pero hay gente que ha pasado peores. Mi viejo se drogaba, todo mal, eh; y bueno, yo delante de él vi cómo mató a un remisero, por robarle todo. Son recuerdos que no me gustan recordar, que prefiero olvidar, ves. Pero a la vez, bueno, yo no quiero ser igual que él.

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– Pero vos no sos tu viejo.

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– De todo ese pasado duro, feo, tomo mucho que me ayuda para mi futuro. Aquí estoy feliz. Taba en mi casa, era feliz y no. Tenía a mi tío que se drogaba todo. Ha fallecido, lo han matado, y bueno… Me acuerdo esa vez que estaba en mi casa y le ha llegado la orden judicial a mi vieja, diciendo que yo y mi hermano Ariel, mellizo mío, nos íbamos al Eva Perón…

Después de nuestra presentación con los profesores del hogar de por medio, le digo a Fabricio si quiere que nos alejemos un poco así charlamos tranquilos sin que nadie nos escuche. Le pido permiso a la directora, Gabriela Colina, y le consulto si le puedo regalar un paquete de cigarrillos a Fabricio. Ella me dice que sí, que no hay problema, pero que fumemos en la zona de la cancha de fútbol, porque adentro del hogar no se puede. Todo bien.

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La caminata es corta. Vamos a un paso lento que nos sirve a los dos para ver si estamos en condiciones de sacarnos la ficha. Fabricio tiene 17 años y desde los 8 ha vivido en hogares de tránsito, primero en el Eva Perón y ahora en el Belgrano. Ha pasado su vida esquivando balas, al igual que su mellizo Ariel, lo más parecido a él en el apellido y la sangre, porque después son como Danny DeVito y Arnold Schwarzenegger en la peli “Gemelos”. Los dos son altos, sí, pero Fabricio es pura fibra y Ariel es un ropero con porte de primera línea de rugby. Un pilar.

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TODOS PARA UNO… Los chicos que llegan al hogar son como hermanos. Siempre unidos.

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El renovado nombre del hogar es tan largo como la Muralla China, Dispositivo de Cuidado Institucional General Belgrano. El edificio es lo más parecido a un fuerte. En noviembre cumplirá 100 años y por sus paredes han pasado diferentes procesos y formas de proteger a quienes hoy están alojados en este lugar enorme y frío que se mantiene con el calor de quienes todos los días cuidan a 20 chicos que han sido víctimas de violencia familia, abusos, o descuidados por sus padres culpa de haberse sumido en diferentes tipos de adicciones.

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Colina me jura que jamás cambiaría lo que hace por el consultorio. Es sicóloga y durante 10 años cumplió esa tarea en el hogar. Hace 5 que dirige la escuela y sueña con que las obras que hoy están en marcha no corten su hilo conductor. En un edificio donde hasta 2015 había pabellones de máxima seguridad hoy no hay barrotes ni portones, pero sí una idea de concentrar el hogar en la planta alta y liberar la baja para sumar a la comunidad. Se aspira a concretar un proyecto con acceso al público en general que desee hacer talleres de educación no formal.

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APRENDER. De eso se trata la vida, y en el Belgrano les enseñan herramientas de autonomía..

Es jueves y toca taller de autonomía. ¿Qué significa eso? Que se les enseña a los chicos a desenvolverse en la vida real dándole recursos como, por ejemplo, aprender cocina, hacer trámites, gestionar permisos, etcétera. Un grupo de alemanes, dos chicos y una chica, son los que aportan a la causa.

Fabricio me cuenta que en algo de eso está él. “Tengo un microemprendimiento de pizzas caseras”, me dice ya entrado en confianza mientras se come el pucho. Cada seca suya se resume en aspirar hasta desinflar el cigarrillo. La colilla es papel glasé de lo finita que la deja. Entiendo que puede ser una forma de Fabricio de aferrarse a lo propio. Este chico y sus hermanos jamás festejaron una Navidad en familia.

“Cumplí los 12 en el Eva Perón, y bueno, me han traído para aquí, al Belgrano. Me sentía diferente, nervioso y raro, has visto. Mi hermano y yo éramos los más chicos. Yo taba nervioso porque tenía miedo de que me quieran hacer la guerra, de que me quieran peliá. Pasó el tiempo, me acostumbré a los changos y pasó”, me dice quien en marzo de 2020 deberá abandonar el Belgrano (lo mismo Ariel). Su hermano Carlos, de 15, seguirá a allí.

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COCINEROS. Los jueves son días de aprender cocina. Panza llena…

El Belgrano es un dispositivo de cuidado institucional que depende de la Dirección de Niñez, Adolescencia y Familia del Ministerio de Desarrollo Social. Es la última institución por edad que tiene el Estado provincial. Allí se alojan varones de 12 a 17 años. Ingresan por alguna vulneración a sus derechos. Son víctimas que el sistema protege.

Las vías de acceso son dos: por la judicial, cuando interviene un juzgado de familia -dispone una medida de protección para el o los adolescentes- o por la Dirección de Familia. Después de hacer un abordaje y de llegar a una última instancia, se decide separar al menor de su grupo familiar. Eso sucede cuando se agotan las vías de trabajo.

Desde el momento del ingreso de un chico al hogar se trabaja para su egreso. En total, son 90 días, pero pueden estirarse a 180. El caso de Fabricio y sus hermanos es complicado. Al no tener quién los reciba ni desee adoptarlos, siguen viviendo allí. Tienen madre y la visitan, sí, pero ella formó otra familia…

EL MEJOR MOMENTO. El fútbol, la mejor excusa para estar al aire libre.

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– ¿Qué vas a hacer cuando te vayas de acá?

– Buscarme un trabajo y estudiar.

– Me contaste que te drogabas.

– Sí, pero dejé de hacer giladas. Me colgué, empecé a fumar, a tomar pastillas y vino. Y bueno, quedé de curso y ahora, gracias a Dios, estoy yendo a un centro de rehabilitación en el Avellaneda con el profesor Germán, con los compañeros de él, y los chicos que van. Es bueno y me está ayudando una banda.

– ¿Robaste?

– No, no. Nunca me gustó ese mambo. Me crié en villas feas, pero jamás robé. Mi vieja me dijo: “hijo, nunca levantes nada que no sea tuyo. Dios todo lo ve”. Ella es muy creyente y yo le hago caso.

– ¿A tu viejo lo volviste a ver?

– Estuvo ocho años en cana, por el homicidio y todo eso. Pero tenía para más. Tiene 4 homicidios. La última vez que lo vi fue en el Eva Perón. Fue a hacer bardo el día de mi Comunión. Quería pegarle, pero es mi viejo y debía demostrarle respeto aunque no lo merezca.

– ¿Te sentís bien en lo de tu vieja?

– Sí, vamos los fines de semana y feriados. Disfruto de mis otros hermanos, Bautista (12), de los mellis por parte de mi padrastro, Mateo y Milena (9). Los veo y no sé si será la última vez. No sabés si vas a llegar al otro fin de semana.

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Le consulto a “Gaby” qué es lo más complicado de digerir en su trabajo, porque está claro que es imposible no crear un vínculo con nenes que demandan afecto constantemente. “Los grupos de hermanos. Hubo muchas intervenciones sobre grupos enteros y ellos sufren cuando se los separa (por una cuestión de sexo y edad). Los viernes se hacen encuentros y ahí ves cómo los más grandes desesperan por los pequeños cuando se encuentran”.

Quienes ingresan al hogar, generalmente, vienen con lo puesto. La dirección se encarga de, además de brindarle un techo, vestirlo, educarlo y acompañarlo. Vale la aclaración, el Belgrano no es una cárcel, no existe el toque de queda y menos una grilla horaria que hay que aprender de memoria. La idea es que el “interno” se sienta lo más cerca posible de su vida real. Se trata de no cambiarles los esquemas. El que va a la escuela a la mañana, seguirá yendo a su escuela, lo mismo con los de la tarde. Hay libertades y controles. Y seguridad las 24 horas. Pasa como en toda casa, puede haber discusiones y peleas, pero los chicos entre sí están abroquelados en un bloque de unión constante, con afinidades y no tanto. Pero todos juntitos.

Hay padres que todos los días tocan las puertas del hogar llorando, pidiendo por su hijo. Se trabaja para que la familia esté bien.

Hay chicos que han denunciado a sus padres.

Hay chicos que se han escapado de sus casas.

Hay chicos que han decidido independizarse de su familia.

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En adolescentes (16 años en adelante) es realmente complicado conseguir una familia ampliada. Es por eso que se trabaja en una línea de autonomía, para que el adolescente tenga un egreso solo. Si es así, igualmente será asistido. Si es adoptado, igual.

Además, está en proceso de ejecución el proyecto “Casa de Medio Camino”, en el Manantial Sur. Es un espacio transicional de protección que implica en el joven desarrollar una vida autónoma. Dato importante: la nueva ley de egreso asistido contempla acompañar a jóvenes que egresan de instituciones hasta los 25 años, siempre y cuando estudien o trabajen.

En comparación con otras carteras, como Seguridad, Educación y Salud, Desarrollo Social pierde por goleada. Su presupuesto es infinitamente menor. Nada comparado al despilfarro de $ 4.000 mil millones y más millones de monedas que dispone la Legislatura. ¿Y para qué?

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Fabricio me cuenta que le gusta mucho el inglés. También me cuenta, rápido como para que no repregunte, que le encanta el boxeo y que antes peleaba por plata con su hermano. La parte de la pelea no volverá a repetírmela, pero sí que es fan del deporte de los puños. “Tengo un primo que es boxeador y hace artes marciales mixtas, Cristian Soto. Me gusta lo que hace él. Yo entreno en acá y ahora me ayudará una profesora, Romina Bazán. Quiero prepararme bien y ser profesional”, me confiesa ya suelto y con ganas de contarme todo lo que quizás antes no se animaba.

Desde un costado me chiflan que el amigo es un picaflor nato, que le gusta el parkour y que hasta compuso canciones de amor. “Hago rap y trap. Todos me dicen que mis letras son muy lindas”, me guiña un ojo y sale disparado. En breve, será su momento. Será momento de escuchar “Por este amor”…

“Quiero decirte tantas cosas que no pude

lo lamento, lento

me tortura el pasado por mi mente.

Esa fantasía de que tú serías mía

debía decirme que todo fue una mentira

y el castigo de mi error fue sentir un gran dolor.

Miento si digo que me arrepiento,

esos sentimientos no murieron y hace tiempo

duermo y amanezco en el desierto…

AUTOR. Además de boxeador profesional, a Fabricio le gustaría cantar las canciones que él compone.