Los equipos técnicos del Banco Central habían hecho los cálculos con base en números precisos y los elevaron al Directorio de la entidad, que le ordenó a Casa de Moneda, la imprenta del Estado, completar un pedido. La documentación remitida por el organismo que maneja Miguel Pesce establecía el cronograma: debía recibir la primera partida del nuevo billete de $5000 (20 millones de papeles) en junio pasado, otros 60 millones este mes y las mismas cantidades en agosto y en septiembre. Pero la política se metió en el medio.
Desde su paso por la Presidencia, Cristina Kirchner considera que hacer billetes de mayor denominación deja en evidencia la inflación pasada y convalida la futura. El presidente Alberto Fernández dio la orden de suspender la impresión, que ya estaba en marcha, el billete de $5000 no saldrá a la calle y la amenaza de problemas en el suministro de moneda, creció.
El Banco Central y Casa de Moneda, los organismos responsables de que no falte circulante, están en problemas. Para contrarrestar los pronósticos que indican que faltarán papeles, acudieron a un método que había caído en desuso durante el macrismo: importar billetes terminados, una alternativa más cara que producir en el país.
Así lo evidencia la licitación pública internacional que se abrió a inicios de este mes y todavía sigue en curso. “Servicio de impresión para billetes de $500”, se titula el expediente, y convoca a proveedores nacionales e internacionales que puedan venderle a Casa de Moneda 250 millones de papeles impresos y terminados con la imagen del yaguareté.
Es el eslabón final de una serie de pasos menos visibles que había dado con anterioridad la imprenta del Estado. Fuentes al tanto de las negociaciones sostienen que está casi cerrada una importación de billetes de $1000 desde Brasil. También hubo conversaciones con la Casa de Moneda y Timbre de España, que se hizo conocida por la serie La Casa de Papel.
En tanto, la Casa de Moneda argentina se dedicará a maximizar la producción de billetes de $1000 -el circulante de mayor denominación, para el cual ya compró papel y tinta-, pero complementará la producción con lo que obtenga de la última licitación.
La licitación de billetes de $500
En la licitación pública internacional por los 250 millones de billetes de $500, la Casa de Moneda aclara que dará provisión del sustrato y las tintas, algo que acelera los tiempos de entrega.
El papel será puesto a disposición del adjudicatario “en ciudad a determinar en Alemania” y el traslado estará a cargo de esa firma, con un plan de seguridad pertinente. Las tintas serán enviadas al puerto o aeropuerto del país adjudicatario.
El expediente también señala los plazos de entrega. La firma a la que se adjudique la impresión de estos billetes deberá entregar dos tandas de 100 millones el 26 de agosto y el 25 de septiembre, y una tanda de 50 millones el 15 de octubre.
“Las firmas del exterior deberán contemplar, para poder cumplir con el plazo de entrega indicado, con 10 días de anticipación a las fechas informadas”, dice el documento. Los billetes se pagarán por transferencia bancaria a 70 días de recibida la mercadería.
Si bien el documento le da prioridad a las empresas de origen nacional por la Ley de Compre Argentino, que busca impulsar la industria nacional a través de las compras públicas, lo cierto es que no hay empresas en el país que tengan capacidad de proveer esta cantidad de billetes en tan corto plazo. La única compañía privada que podría haberlo hecho, Compañía de Valores Sudamericana, también conocida como Ciccone Calcográfica, hoy es la segunda sede de la Casa de Moneda, tras la estatización que llevó a cabo el kirchnerismo en medio del escándalo que implicó a Amado Boudou.
Según se desprende de los documentos presentados por Casa de Moneda, se espera que la licitación se adjudique aproximadamente en una semana. Todo sucede en un período de poco más de un mes, cuando en realidad este tipo de procesos se planifica con años de antelación. Varias firmas interesadas solicitaron una extensión de ese plazo y de las fechas de entrega por la “alta demanda mundial” que generó el Covid-19. Ninguna fue concedida.
Las urgencias del BCRA constituyen una de las mayores dificultades. Sucede que en el marco del estancamiento mundial, casi todos los países aplicaron políticas monetarias expansivas y mandaron a imprimir más billetes. Además, en la práctica, desde que se piensa el papel hasta que está en la calle suelen pasar seis meses en cualquier lugar del mundo.
Un plan frustrado, el origen de la escasez
Los sondeos para importar billetes comenzaron luego del ultimátum de la Casa Rosada a la impresión del billete de $5000.Casa de Moneda tiene convenios con sus pares de Chile y de Brasil, a donde solía acudir el kirchnerismo en el pasado cuando le faltaba circulante.
La opción al otro lado de la Cordillera de los Andes, según reconstruyó LA NACION a través de fuentes al tanto de las discusiones, había quedado momentáneamente relegada porque era cara. Brasil, en tanto, necesita al menos dos meses para entregar una partida. Hubo consultas informales de intermediarios a destinos más exóticos. Entre ellos, Emiratos Árabes.
En un país con alta inflación como la Argentina, crear billetes de alta denominación tiene sentido por el costo de trasladar dinero y la demanda de papeles, especialmente en medio de una emisión récord del Banco Central para cubrir el agujero fiscal que implican las medidas para enfrentar los efectos de la cuarentena en la economía.
A su vez, la cuarentena cambió los hábitos de los argentinos con el dinero físico. Se duplicó la cantidad de efectivo que se demanda, señaló días atrás Jorge Brito, presidente del Banco Macro, por Radio Rivadavia. Y pidió que se emitieran billetes de mayor denominación, especialmente para evitar problemas serios “en los próximos meses, cuando haya que pagar los aguinaldos en diciembre”.
En sus dos sedes de Retiro y Don Torcuato los operarios que imprimen billetes trabajan de manera intensa las 24 horas desde inicios de la cuarentena para proveer al Banco Central de papeles de $1000 y de $500, hoy los de mayor denominación en circulación.
Sin embargo, los casos de coronavirus entre los empleados retrasaron sus planes: ambas plantas se vieron obligadas a parar sus máquinas por algunos días.
Desde comienzos de junio, para que los cajeros no quedaran desabastecidos, la Casa de Moneda debió utilizar 690,3 millones de billetes de $100 con la imagen de Eva Perón, guardados desde 2015, una denominación cuestionada por los bancos por su baja capacidad de satisfacer las demandas de dinero físico en los cajeros.
En este contexto, el trabajo local, como en otras ocasiones, no es suficiente. Esta no es la primera vez que la Argentina acude a la importación de billetes para cubrir las necesidades de dinero físico. En noviembre de 2010, por ejemplo, el Banco Central importó billetes de $100 de Brasil para atender el pico de demanda de diciembre.
A fines de 2015, llegó al país una importación de billetes de urgencia encomendada por la gestión kirchnerista antes del triunfo de Mauricio Macri. El Banco Central le había pedido a Casa de Moneda 200 millones de billetes de $100 con la cara de Eva Perón en tiempo récord. Ante la imposibilidad de cumplir con los plazos, la entidad monetaria los compró afuera. Esos billetes, que con la llegada de Cambiemos al poder terminaron en los depósitos del BCRA, salieron al ruedo en los últimos días para atender la mayor demanda.