Sobre el dengue hay muchos datos que se saben, pero que -dadas las condiciones sanitarias de Tucumán, y de muchos otros lugares del país- conviene refrescar: es una enfermedad, conocida también como “fiebre quebrantahuesos”, causada por un virus que tiene el mismo nombre. Y a este lo transmiten las hembras infectadas del mosquito Aedes aegypti.
La enfermedad no tiene tratamiento específico, por lo cual es absolutamente fundamental la prevención, y en relación a esto, las conductas humanas son un factor determinante potenciado por los factores climáticos fluctuantes: lo que se sabe científicamente sobre el mosquito y la enfermedad en relación al ambiente.
Por ello, el Departamento de Comunicación del CCT NOA Sur consultó a María Julia Dantur Juri, investigadora adjunta de la Unidad Ejecutora Lillo (UEL-CONICET/Fundación Miguel Lillo), y a Giselle Alejandra Rodríguez, becaria postdoctoral en la sede Tucumán del Instituto Nacional de Medicina Tropical (INMeT) y docente-investigadora en la Facultad de Ciencias Naturales e IML (UNT), ambas doctoras en Ciencias Biológicas.
Los datos que pueden compartir con la comunidad son producto de investigaciones llevadas a cabo por ambas en Tucumán. Dantur Juri, en colaboración con el Ministerio de Salud de la Nación y de la Provincia, y con diversos municipios, trabaja en vigilancia entomológica y epidemiológica de arbovirus (los transmitidos por artrópodos), en la capacitación de agentes sanitarios sobre el levantamiento de índices aédicos (para monitorear la abundancia de las formas inmaduras de Aedes aegypti) y así poder realizar mapas de riesgos con los datos obtenidos.
Por su parte, Rodríguez trabaja, como parte de un equipo integrado por el Conicet, el INMeT, los ministerios -nacional y provincial- de Salud, y la Universidad Nacional de Tucumán, en la vigilancia entomológica temprana y el monitoreo de las poblaciones del mosquito en diversas localidades de la provincia. Mediante estudios temporales y espaciales del vector obtiene herramientas para brindar –también- mapas de riesgo de contraer arbovirus por Aedes aegypti. Además, capacita y lleva a cabo intervenciones educativas en los diferentes niveles del sistema y a la población, especialmente a agentes sanitarios, para prevenir y controlar la propagación de enfermedades transmitidas por vectores.
Sobre la base de sus investigaciones, pueden explicar cómo incide la temperatura en la conducta de las hembras de Aedes aegypti, y dar pistas que sirven para la prevención.
“Debido a las fluctuaciones térmicas diarias y estacionales, al ser mosquitos domiciliarios, se mueven desde el exterior y hacia el interior de las viviendas, y viceversa, buscando personas de las cuales alimentarse –agrega-. Los estudios muestran que el límite inferior para Aedes aegypti es de alrededor de 10 °C; por debajo de esta temperatura no sólo no pican; son incapaces de moverse y, por ende, de alimentarse”, explica Dantur Juri, destacada especialista en mosquitos. “Y el límite térmico superior en que se observaron vuelos, por períodos cortos, fueron los 35 °C. Entonces, aunque haya refrescado no quiere decir que no haya riesgo”, añade.
Si bien está reportado que su mayor actividad es temprano en la mañana y al anochecer mientras haya luz del día, Dantur Juri recuerda a los lectores, que las hembras que necesiten continuar alimentándose buscarán una fuente de sangre en otros momentos, de modo que no hay que confiarse; ya que, en esos casos, la luz artificial puede estimularlas. “En los estudios llevados a cabo se observó que se alimentan más rápido entre los 26 °C y los 35 °C, y que el límite inferior de temperatura en el que dejan de picar son los 15 °C”, advierte y agrega que este es un factor determinante para explicar por qué buena parte del país está viviendo el brote actual.
“Una vez que las hembras han ingerido, con la sangre infectada, el virus, este tiene un período de incubación de entre 8 y 12 días. A partir de entonces lo puede transmitir a una nueva persona hospedadora, y podrá hacerlo durante el resto de su vida”, explica Dantur Juri. Pero este es sólo uno de los problemas, porque si un ejemplar no infectado pica una persona que sí lo está, se trasformará en nuevo vector. Los humanos infectados pueden transmitir el virus a los mosquitos desde dos días antes de iniciarse los síntomas hasta dos días después de no presentar fiebre. Sin embargo, hay que considerar que, de cuatro personas infectadas, una sola manifiesta síntomas; por eso es fundamental el cuidarnos mediante el uso de repelente”, advierte. Por ese motivo, recomienda, si hay un enfermo en la casa, los siguientes cuidados:
– Dejar que el familiar enfermo descanse y duerma, preferentemente, debajo de una tela mosquitera y/o use repelente mientras tenga fiebre.
– Controlar la fiebre
– Prevenir la deshidratación
– Evitar que lo piquen más mosquitos
– Buscar y eliminar todos los mosquitos dentro de la casa
– Vaciar cualquier recipiente que pueda retener agua, dentro y fuera de la casa.
– Colocar malla o tela metálica en las ventanas y en las puertas para evitar que los mosquitos entren a la casa.
Rodríguez remarca que la infección por dengue es una enfermedad humana que provoca problemas a nivel circulatorio por extravasación plasmática, es decir la fuga de sangre por adelgazamiento de las paredes de los vasos circulatorios, por eso es importante el consumo de agua durante la viremia para aumentar el volumen de sangre.
Un virus, cuatro variantes
“El dengue se presenta tradicionalmente en cuatro serotipos DENV-1, DENV-2, DENV- 3 Y DENV-4. Si una persona contrae la enfermedad estará protegida de por vida contra el serotipo específico que contrajo, pero sólo temporalmente contra los otros durante los primeros 15 días después de la infección”, señala Rodríguez, y añade que después de ese tiempo, quien ya se contagió antes podrá volver a estar infectado con cualquiera de los otros serotipos. Dependiendo del estado inmunológico de la persona al momento de la infección va a cursar la enfermedad con o sin complicaciones. “Actualmente, circula un nuevo serotipo en la región, el DENV-2, por lo que todos estamos expuestos por falta de inmunidad ya que, en Tucumán antes circuló mayormente la variante 1 y de manera muy localizada la 4”, advierte.
“Estamos ante un brote epidémico de mayor magnitud que el del 2020, favorecido, principalmente, por un mayor aumento de la temperatura a causa del cambio climático, por la abundancia de recipientes que actúan como criaderos del mosquito, y por el aumento del movimiento de las personas que viajan desde países vecinos dónde ya se registraban casos de dengue y chikungunya”, explica Dantur Juri.
Ocurre que, en la mayor parte de los casos, el dengue causa síntomas leves o incluso ningún síntoma, y se cura en una o dos semanas, pero las personas que se infectan por segunda vez corren más riesgo de que la enfermedad se agrave. “Los síntomas del dengue grave suelen presentarse cuando desaparece la fiebre, e incluyen dolor abdominal intenso, vómitos persistentes, respiración acelerada, hemorragias en las encías o por la nariz, cansancio, agitación, vómitos o heces con sangre, sed intensa, piel pálida y fría, y debilidad general”, agrega, y advierte que las personas que presenten estos síntomas deben ser atendidas de inmediato.
Aedes aegypti, el verano y los factores claves
“De acuerdo con las investigaciones realizadas junto al licenciado Eduardo Mendoza, estudiante de doctorado de la Fundación Miguel Lillo, podemos afirmar que la dinámica de crecimiento de la cantidad de larvas es baja para otoño e invierno, es intermedia en la primavera, y alta en el verano, con una continuidad hacia el otoño siguiente”, afirma Dantur Juri. Y es exactamente eso lo que se está viviendo, por la extensión en el tiempo de temperaturas que no suelen ser tan altas a principios del otoño.
“Pero -advierte Rodríguez- las temperaturas no son la única variable que incide en la propagación del dengue; también está influenciada por factores socioeconómicos, ambientales y de salud pública, como el acceso a servicios de salud, la calidad del agua y la eliminación adecuada de residuos”. Y por este motivo, si bien el dengue y Aedes aegypti no discriminan –añade-, los sectores vulnerables socio-económicamente son los más perjudicados porque sufren mayor cantidad de determinantes epidemiológicos que favorecen la proliferación: falta de acceso a servicios básicos como la recolección de residuos, al agua potable, y a la educación preventiva.
Destaca también que en este brote el virus se encuentra ampliamente distribuido en Tucumán, pero con mucha más incidencia en las zonas urbanas y periurbanas, y disminuye en las áreas rurales, y explica: “una vez que ingresa a la región algún virus como el dengue, las zonas más afectadas serán las que tengan más abundancia del vector (donde las personas estén más cerca unas de las otras), ya que este mosquito no se aleja demasiado desde donde nace, porque suele tener un área de dispersión de entre 50 a 100 metros. Y lanza una alerta importante: “en los edificios de atura también se corre riesgos de contraer dengue, puesto que, si el vecino del segundo piso tiene criaderos, los mosquitos llegarán hasta el tercero y así sucesivamente hasta el último piso, incluso se los puede encontrar en las cisternas”.