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Desesperada, Cristina Kirchner plantea que un presidente no puede ser sometido a juicio

Tal afirmación es una falacia argumental producto de una maquinación solo interesada en elaborar un relato victimizador frente a la incertidumbre de una posible condena.

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Cristina Kircher
Descacharreo

Cristina Kirchner se siente diferente, superior al resto de los ciudadanos, no alcanzada por la justicia de los humanos, a punto tal que ha clamado públicamente su “absolución” por la historia. Desde el inicio mismo del proceso, la vicepresidenta se encuentra sometida a dos situaciones intolerables: la espera y el azar. El conocimiento de los hechos es incierto, incompleto, porque la maquinaria de la Justicia está rodeada de misterio.

Y es que la jerarquía de la Justicia comprende grados infinitos, entre los cuales se pierden los procesados. Los debates ante los tribunales permanecen inentendibles, tanto para los pequeños funcionarios como para el público. Lo máximo que puede conseguir Cristina Kirchner son acercamientos tímidos, trasversales. El mundo al que se ve arrastrada es de una inmensa soledad ante la sociedad y el poder, cuyos rostros se ven borrosos.

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Su mayor error es la impaciencia, que la precipita a caminos equívocos donde se confunde y comete errores imperdonables para una procesada. Desconoce las reglas del juego y cada vez que piensa defenderse, en verdad, está perdiendo una nueva oportunidad. Cristina Kirchner como abogada es un fiasco. La causa “Vialidad” es un proceso histórico para la consolidación de la democracia argentina.

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Para la imputada por delitos de corrupción, el proceso en sí mismo es una aberración. Al igual que la acusación por el delito de peculado en la causa por uso de la flota oficial de aviones. Para otros, no. Lo importante no es la discusión política, sino la jurídica, y esto porque es la propia Cristina Kirchner, a partir de su alegato en la causa Vialidad -evidenciando su orfandad en lo que hace al conocimiento del derecho- donde dijo claramente que “ella no debe ser juzgada”.

Cristina Kirchner plantea, casi con desesperación, que un presidente electo democráticamente no puede ser sometido a juicio. Tal afirmación es una falacia argumental producto de una maquinación solo interesada en elaborar un relato victimizador frente a la incertidumbre de una posible condena. Su argumento en punto a que un presidente electo por el voto popular no puede ser juzgado es absurdo e infantil.

El proceso judicial tiene vida propia, algo que Cristina Kirchner no termina de entender. La “sangre” que da subsistencia a ese proceso son las pruebas existentes en la causa, las aportadas por los denunciantes, los acusadores, y las defensas de los imputados. De este modo para los fiscales las pruebas están enderezadas a acreditar la existencia de los delitos y dar fundamento a los argumentos para una sentencia condenatoria.

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La sentencia es la consecuencia final de todo proceso. Una vez “firme” cobra el valor de cosa juzgada. Cristina Kirchner no advierte que el proceso al que se encuentra sometida es la oportunidad de demostrar su inocencia, equivocando el camino ¿elige? victimizarse. La Vicepresidenta enfrenta todo su proceso de manera equivocada, solo lo mira con los lentes de la política. Es un grave error.

Cristina Kirchner pifió el camino al pretender jugarlo con sus propias reglas. Intentó -como hace en lo político- llevarse por delante, atropellando a quien tiene enfrente, aplastarlos (como lo hizo por ejemplo con Alberto Fernández). Con la Justicia eso no fue posible, así lo demuestran los hechos, lo que resulta sumamente importante para la preservación de las instituciones democráticas.

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