Qué dice la ciencia sobre el “sueño de recuperación” y cómo impacta en la salud física y mental.
Durante la semana, el despertador suena antes de que el cuerpo lo desee. Horas frente a una pantalla, cenas tardías y agendas apretadas hacen que dormir ocho horas por noche sea, para muchos, un lujo. Entonces llega el fin de semana y, con él, la ilusión de “ponerse al día” con el sueño. ¿Pero realmente sirve quedarse en la cama hasta el mediodía para recuperar lo perdido?
El sueño no es un banco
Según diversos estudios publicados en revistas como Sleep y The Lancet, si bien dormir más durante el fin de semana puede mejorar temporalmente algunos indicadores de alerta y ánimo, no compensa completamente la falta crónica de sueño. El cuerpo y el cerebro acumulan una “deuda” que no siempre puede saldarse con un solo maratón de descanso.
“La privación del sueño, incluso moderada, genera efectos acumulativos: afecta la concentración, el sistema inmunológico, la regulación del apetito y el estado de ánimo”, explica la neuróloga Mariana Cortese, especialista en medicina del sueño. “Dormir más un día ayuda, pero no revierte todos los daños”.
Efectos en el metabolismo y el ánimo
Un estudio del University of Colorado Boulder concluyó que dormir solo cinco horas por noche durante una semana ya era suficiente para provocar resistencia a la insulina y cambios hormonales vinculados al apetito. Cuando los participantes intentaban “recuperar” el sueño el fin de semana, algunos parámetros mejoraban, pero la desregulación metabólica persistía.
En el plano psicológico, en cambio, sí se notan beneficios más inmediatos: una noche larga puede mejorar el humor y reducir la irritabilidad, aunque el efecto tiende a ser pasajero si no se sostiene una rutina.
¿Qué hacer entonces?
Lo ideal, según especialistas, es mantener una regularidad horaria incluso los fines de semana, con un margen de no más de una hora de diferencia en el horario de acostarse y levantarse. Algunas recomendaciones clave:
Acostarse y despertarse aproximadamente a la misma hora todos los días.
Exponerse a luz natural por la mañana para regular el reloj biológico.
Evitar pantallas al menos una hora antes de dormir.
Limitar el consumo de cafeína y alcohol por la noche.
“Dormir no es un lujo, es una necesidad fisiológica básica”, resume Cortese. “No se puede recuperar del todo lo que se pierde, así que más que compensar, hay que prevenir”.
El dato
Según la Fundación Nacional del Sueño de EE.UU., los adultos necesitan entre 7 y 9 horas de sueño por noche. En América Latina, un 40% duerme menos de 6.