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El Banco Central transita por el borde del abismo

En los últimos años, el nivel de la tasa de interés siempre fue objeto de debate entre políticos y economistas.

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Banco Central de la República Argentina
Descacharreo

En 2022 la tasa de interés vuelve a estar en el eje de la discusión, sobre todo desde que el presidente Alberto Fernández y el ministro Martín Guzmán cerraron el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, donde hubo un compromiso de Argentina de mantener las tasas de interés reales lo más positivas – o los menos negativas- posibles, esto es superiores a la tasa de inflación o levemente inferiores.

Desde enero, el BCRA viene subiendo la tasa de referencia del mercado a razón de una vez por mes, salvo por ese primer mes donde la subió dos veces. Inició el año en 38% nominal anual y ya está en 49% anual, tras la suba posterior a la difusión del índice de inflación de abril. Pero muchos interpretan que debería aumentar más dados los niveles de inflación, que se encuentran en más del 55% anual.

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El BCRA se encuentra en una encrucijada donde tiene que ser muy cuidadoso con sus cartas: 1) Subir la tasa de interés a niveles menos negativos resulta necesario en un contexto donde la FED acaba de disponer el aumento más fuerte desde los años 2000 y el dólar se está apreciando en el mundo. La presión sobre el tipo de cambio se vuelve más fuerte y la autoridad monetaria ya no cuenta con mecanismos de intervenciones tan potentes en los mercados financieros.

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Tener instrumentos en pesos con tasas reales positivas se vuelve clave para lograr contener la demanda del dólar (o revivir la poca demanda del peso). 2) Subir la tasa de interés genera por lo menos tres efectos negativos que vale la pena mencionar: En primer lugar, a) sobre el nivel de actividad. Nadie espera que un salto de 200 puntos básicos desplome el nivel de crecimiento de la economía.

Pero una constante alza arrastra al costo del crédito que ofrecen los bancos y puede mermar o frenar distintos proyectos de inversión de la economía real. En 2018, las fuertes subas de tasa de interés, entre otros factores, provocaron una fuerte caída en la industria manufacturera y en la construcción; b) afecta el consumo de la clase media, al elevarse las tasas de financiamiento de los plazos corrientes de 6 a 18 cuotas.

Dato no menor teniendo en cuenta de que muchas familias adelantan consumo por los niveles elevados de inflación. El Indec detectó que está creciendo muy significativamente el financiamiento del consumo del hogar con tarjeta de crédito. Esta dinámica puede resultar bastante peligrosa si no se paga el total del resumen de cuenta de cada mes, porque se acumula con intereses bastante elevados, más otros gastos asociados.

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Disminuyendo así el disponible para otros gastos habituales, e incluso ocasionando que se incurra en mora. Según la última información del BCRA, en febrero creció de forma muy marcada la irregularidad de las familias en el pago de los créditos; y c) El nivel de pasivos del BCRA. Al cierre del 2022 totalizaba, entre Leliq, Pases y Lebac, $4,75 billones, un incremento del 76% respecto al año previo. Ahí radica uno de los grandes problemas para el BCRA.

Y es que incrementar la tasa de interés, aumenta la velocidad en la que crecen sus pasivos. A su vez, cuando aumenta su deuda con los bancos le cuesta cada vez más renovarla, lo que provoca que en algún momento deberá empezar a pagar más. Sumado a esto, si el Tesoro sigue gastando por arriba de sus posibilidades y requiriendo asistencia de la imprenta que tiene como autoridad monetaria, se deberá absorber más pesos del mercado, incrementando más el stock de pasivos.

El esquema monetario de Argentina se encuentra en la cuerda floja. Un cambio en la demanda de dinero puede disparar una corrida contra el peso. La política del Banco Central y su presidente, Miguel Pesce, caminan sobre el filo de la navaja. La política económica y monetaria son en este momento una habitación llena de dinamita y explosivos. Es de esperar que la política, con su crisis de egos y poder, no encienda la mecha.

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