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El desafío a futuro de Juntos por el Cambio

Hoy muchos de los más notorios dirigentes están distraídos en potenciar sus perfiles y en diferenciarse de otros posibles competidores

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Descacharreo

Juntos por el Cambio carece de un líder capaz de ganar por sí mismo las elecciones del año que viene. Y si llegara a triunfar, producto de la división del kirchnerismo, la actual oposición no tiene la solidez para gobernar y producir las profundas transformaciones que necesita la Argentina. Si esto ocurriera, el riesgo de una nueva desilusión sería muy grave. Dilapidaría la confianza (tal vez para siempre) de un sector mayoritario.

El mismo que exige la refundación de un país, serio, capitalista, profundamente democrático y republicano que cierre el ciclo de los populismos cleptocráticos y autoritarios que enterraron a la Argentina en el barril sin fondo del atraso. La gran fortaleza de Juntos por el Cambio no son sus individualidades, pese a que tiene varias promesas presidenciales. Por lo tanto, la unidad de la coalición debe blindarse para pegar un salto de calidad institucional y de representatividad.

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Hay que estar alertas porque varias de sus figuras más notorias están repitiendo el mecanismo de acumulación y el resultado será de una idéntica debilidad. Acá se verifica ese lugar común que suele atribuirse a Einstein: “Locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados distintos”. Sería suicida insistir en la misma forma de construcción. Sumar dirigentes sueltos, rendir examen ante el círculo rojo, recorrer el país para prometer cargos futuros, etc.

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Son instrumentos vetustos que solo sirven para engordar y no para hacer crecer a Juntos por el Cambio. Eso hace que se multipliquen las dudas sobre su verdadera capacidad revolucionaria y acerca de la fragilidad de una alianza que da la impresión de que en cualquier momento se fractura producto de cientos de discusiones menores. El mundo indica que la democracia de grandes coaliciones llegó para quedarse.

Esos acuerdos no pueden ser meras roscas partidarias. Deben ganar en organización, en representatividad con la elección de autoridades, en despliegue territorial con conducciones provinciales y en propuestas concretas y detalladas con un gabinete en las sombras. En definitiva: prepararse para ganar y, sobre todo, para gobernar y terminar con la decadencia de un peronismo que solo busca impunidad para Cristina Kirchner y eternizarse en el poder con un pobrismo chavizante.

Este debería ser el año de la consolidación de Juntos por el Cambio para dejar de ser un Rejunte por el Cargo. Eso implica mucho trabajo y responsabilidad y postergar los delirios individualistas de candidaturas presidenciales para que, en su momento, sean definidas por la PASO. Muchas coaliciones no fugaces, en varios países tienen sus organismos de conducción. No alcanza con sentar en una mesa a los presidentes de los partidos.

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No es suficiente calentar una banca en el Congreso ni ser valiente y creativo en Twitter. Después de un fin de año que irritó a sus propios votantes, la oposición debe espantar ese fantasma del “son todos iguales”. Con sus errores y papelones, Juntos por el Cambio es el artefacto político masivo más novedoso que hace tres elecciones que supera el 40% de los votos, que tuvo el primer presidente no peronista en 90 años en entregar el poder en tiempo y forma y que le produjo la peor derrota electoral de la historia al peronismo unido.

Todo eso suma y lo consolida como el mejor instrumento para la clase media y los sectores productivos no kirchneristas. Pero falta mucho. Mauricio Macri es un “primus inter pares”, pero por ahora, el liderazgo debe ser colegiado y elegido por sus simpatizantes. Porque en los diez millones de votos que sacó en su despedida del poder están las esperanzas de quienes son muchísimos más que la sumatoria de los partidos.

Hoy muchos de los más notorios dirigentes están distraídos en potenciar sus perfiles y en diferenciarse de otros posibles competidores. La energía debe ponerse en la mejor gestión posible para aquellos que están gobernando y en cimentar la coalición más poderosa, plural, sensible y eficiente que se pueda. Hay tiempo, si no se pierde el tiempo. A fin de año, Juntos por el Cambio, podrá exhibir como multiplicó sus capacidades.

Y recién entonces, con una plataforma de lanzamiento robusta, jugarán sus fichas los que se presentarán como candidatos en las PASO. Uno de los errores más graves de la política es almorzarse la cena. El manejo de los tiempos convierte en estadistas a los dirigentes. La construcción de un barco resistente que tenga el rumbo claro es lo permanente e imprescindible. En el 2023 habrá tiempo para ver quién puede ser el mejor timonel.

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