CAPITÁN SARMIENTO, Buenos Aires.- La tasa municipal llamada “guía de hacienda” fue creada en la época de Juan Manuel de Rosas, como una contraprestación a las intendencias cuando trazaran y acompañaran el transporte a pie de animales. Para asegurar que los malones de indios y bandidos no intercepten el arreo y se hagan de las vacas o caballos, los municipios demandaban a los estancieros y chacareros un canon para proveerles la seguridad en el trayecto. Casi 200 años después, la tasa estaba vigente en Capitán Sarmiento y los vecinos la seguían pagando. Pero, desde 2020, ya no existe.
Este municipio de cerca de 20.000 habitantes, ubicado en el norte de la provincia de Buenos Aires a 145 kilómetros de la Capital Federal, vivió un inusual pico de fama el año pasado, cuando su intendente electo, Javier Iguacel, decidió eliminar “de un tachón” 109 tasas municipales que, en su opinión, eran “engorrosas, repetidas, en desuso, difíciles de aplicar o directamente incomprensibles”.
Otro ejemplo. En la última actualización de fines de 2018, a los comerciantes se les imponía un “derecho de publicidad y propaganda”, que iba de $150 a casi $8000 por metro cuadrado, dependiendo del tipo de comercio. Significaba que cuando colgaran una chapa en su propia casa para avisar a los vecinos que estaban cocinando pastafrola para vender, debían dirigirse a la ventanilla de la casa de gobierno a depositar una suma de dinero. También debían pagar si la comunicación era vía audio, usando un altoparlante. El importe era de $553 por día.
“Antes de que arranque la pandemia sucedió que vino un comerciante muy enojado diciendo que no iba a pagar la tasa anual de publicidad. Le pregunté dónde tenía la publicidad, pensando que era en una avenida, en la ruta. Me contestó que en su negocio. ‘No puede ser’ le dije”, comentó a LA NACIÓN Iguacel, quien fue ministro de Energía en 2018.
Fue entonces cuando el jefe distrital pidió una “Ordenanza Fiscal-Impositiva” para hacer un análisis de las tasas del municipio. Se encontró con 130, que generaban tres tipos de problemas para los sarmientenses. Por un lado, desde la nueva gestión consideraban que algunas eran “abusivas”, o no tenían una contraprestación vinculada (lo cual es obligatorio). En segundo lugar, los cálculos eran engorrosos y pequeños comerciantes debían contratar especialistas para sumar sus montos, o desistir y entrar en mora. Finalmente, la forma de pagar generaba inconvenientes y consumía mucho tiempo de los vecinos.
“Justas, simples y fáciles”. Según el intendente, las 109 tasas que no cumplían con esos criterios fueron anuladas, “tachadas”. Algunas de ellas tenían que ver con la “compra” de algunos documentos, como el boletín oficial. Es decir, que los residentes debían pagar para informarse sobre la ley municipal y conocer, por ejemplo, las tasas que debían abonar en el futuro.
Otras tasas incluso terminaban perjudicando las cuentas públicas. Es el caso de los servicios municipales para retirar los “residuos especiales”, como ramas de árboles podados, que tenían un costo cercano a $300 pesos por metro cúbico para los vecinos. Cansados de tener que acercarse al cajero municipal, se volvió costumbre tirarlas en terrenos baldíos. Así, el municipio no solo no recibía dinero, sino que terminaba gastando más, al tener que ir a buscar esos desperdicios más lejos y en mayor cantidad.
Además, había 48 tasas vinculadas a “derechos de oficina”, como la “solicitud de cese de actividades de establecimientos industriales o comerciales donde se desarrollen actividades de carácter lucrativo”. En concreto, implicaba que un mecánico quebrado, para terminar de fundirse, tenía que pagar una tasa como certificado de que verdaderamente estaba fundido. Si no lo hacía, su negocio seguía acumulando deuda de otros impuestos.
No es necesario prestarle atención al resto de los conceptos por los que se cobraban cánones por solicitudes o habilitaciones. Por las dudas de que se hubieran olvidado de algún ítem para facturar, se incorporó una normativa que disponía gravar “cada permiso no especificado en esta Ordenanza”.
Menos tasas, más ingresos
Otro caso muestra que menos impuestos puede implicar mayor recaudación. Hasta 2019 había más de 25 tasas vinculadas a “Servicios Sanitarios”. El concepto tenía una cobrabilidad del 45,68%. Es decir, menos de la mitad de los ingresos previstos para ese ítem efectivamente entraban a las arcas. Este año solo queda un canon vigente y el municipio registró una cobrabilidad del 105,4% el segundo trimestre, porque algunos vecinos saldaron deudas.
De hecho, el municipio abrió una moratoria con planes de pago para saldar deudas que sumaban $80 millones. Con una adhesión del 65% del padrón moroso, se recaudaron $43 millones, es decir, $13 millones más que el déficit del municipio en 2019.
Ese rojo fiscal de hace dos años ($30 millones), que representaba un tercio de la recaudación anual, logró revertirse. El presupuesto 2020, actualizado a julio de ese año, era de $376 millones. La mayor parte de ese monto siempre fue cubierta por el gobierno provincial, pero, debido al crecimiento en la cobrabilidad, fuentes oficiales aseguraron que lograron pasar de un 70-30 a un 50-50 entre financiamiento de la provincia y del municipio.
Con todo, en la comparación interanual, el municipio pasó de recaudar $104 millones, en 2019, a $180 millones en 2020, un aumento de casi 75%, en un período en el que hubo 36,1% de inflación. “El aumento de la recaudación real [descontada la inflación] fue de un 40% y se habilitaron 100 emprendimientos nuevos, que para Capitán Sarmiento es un montón”, aseguró Iguacel.
El aumento de la recaudación real fue de un 40% y se habilitaron 100 emprendimientos nuevos que para Capitán Sarmiento es un montón
Una ciudad que no paró y sumó 300 familias
El jefe distrital aportó a LA NACIÓN un documento con más de una centena de habilitaciones en plena pandemia. Fue posible no solo por la baja en las tasas, desde una óptica financiera, o por la facilidad administrativa para emprender, sino también porque en Capitán Sarmiento casi no hubo cuarentena. “Sarmiento no paró nunca y el pueblo nunca se cerró. A la tercera semana estaba todo habilitado”, cuenta Iguacel.
¿Cómo hicieron para sortear las medidas provinciales? “Desde el punto de vista legal, está todo construido sobre barro. En la medida que no haya un decreto avalado por el Congreso de estado de sitio, no se puede prohibir trabajar. Las restricciones, si se miran en detalle, piden la adhesión de los municipios. Y nosotros nunca adherimos. Cuando Alberto [Fernández] dijo que con un té caliente se resolvía el problema, armamos un comité de crisis y tomamos las decisiones nosotros”, explica.
Según la intendencia, durante la cuarentena se instalaron 300 familias en el municipio, buscando naturaleza y libertad para trabajar. Muchos jóvenes oriundos de la ciudad también regresaron después de irse a estudiar o trabajar a la Capital, aprovechando la virtualidad para volver a sus hogares. Muchos de ellos también emprendieron la vuelta por necesidad económica, porque sostener un alquiler los barrios porteños se hacía cada vez más difícil. Con esta emigración, el pueblo se rejuveneció, aseguran.
Muchos de los nuevos comercios y pequeñas industrias surgidos durante 2020 estuvieron vinculados a almacenes y venta de productos de limpieza. Es el caso de Maximiliano y Analía, una joven pareja de Sarmiento que logró alquilar por primera vez un local para vender sus mercancías directamente al público. Antes lo hacían por pedido. Es tan reciente el comercio que todavía no cuelga un cartel en su fachada y, mientras, hacen publicidad con cartulinas de neón y promociones escritas con marcador negro. Se quejan de la situación económica, pero reconocen que fue un alivio contar con un período de seis meses de gracia para empezar a pagar las tasas municipales. Hasta diciembre no tienen que abonar Alumbrado, Barrido y Limpieza, una medida implementada para intentar fomentar la actividad.
Además, Capitán Sarmiento busca ser un nuevo polo de ecoturismo para aprovechar la búsqueda de aventura y vacaciones con foco en la naturaleza. En el verano, el emprendimiento de travesías en kayak de Raúl Sosa Silva explotó. Hace años que ofrecía este servicio turístico a los viajeros con algunos pocos equipos prestados, transportando a sus clientes en su propia camioneta. Según relata a LA NACION, pasó de llevar 4 o 5 personas por semana a hacer múltiples viajes con hasta 30 pasajeros en un día. Compró sus propios botes con un microcrédito e invirtiendo sus ganancias. Hoy cuenta con una flota de 25 unidades.
“Empezamos a hacer los viajes pensando en bajar grupitos con 10 o 5 personas. Cuando se levantó la cuarentena, bajábamos entre 30 y 60 kayaks. Se nos fue de las manos, pero bien. Lo que me impresionó fue ver a personas que venían de Buenos Aires después de estar seis meses encerradas y largarse a llorar de verdad”, contó Raúl.
Natalia Ferrara abrió hace dos años una casa de té, tortas, budines y muffins sobre una de las avenidas principales. Cuenta con cinco o seis mesas en la vereda, que se volvieron cada vez más importantes, ya que el aire libre es elegido por muchos consumidores para bajar la probabilidad de contagio en los ambientes cerrados. Hasta 2020, debía abonar un monto de casi $700 por cada mesa que pusiera y calcular los metros cuadrados de su publicidad en el local para abonarla. Hoy, dice estar aliviada por no tener que afrontar esos costos.
Inspecciones y “favores”
Según cuentan en la intendencia, la multiplicidad de tasas también traía aparejado otro problema: las inspecciones y el control sobre los vecinos. Todos los residentes de Capitán Sarmiento debían pasar por la intendencia en algún momento a consultar o reclamar por sus pagos. Muchos terminaban pidiendo (y debiendo) favores. Además, los inspectores recorrían los locales buscando infracciones a tasas difíciles de cumplir, por lo que muchas veces recibían coimas como contraprestación para evitar una clausura. Iguacel aseguró que con la baja de tasas esto ya no ocurre.
“Con la situación fiscal de 2019, todos tenían que venir a mí, todo dependía de mi firma, todo era un centro de debate y una potencialidad de corrupción”, explicó Francisco Pigretti, secretario de Hacienda y Finanzas del municipio.
Iguacel comentó que para lograr el equilibrio fiscal también tomó otras medidas, entre ellas, la eliminación de cargos políticos -como la Dirección de Deportes o de Cultura-, que se bajaron al rango de coordinación. Se achicó el organigrama de 28 secretarías y direcciones a 16, una reducción del 33% que significó un ahorro del 10% de la masa salarial. Además, se rescindieron contratos con empresas a las que se les tercerizaron servicios que podían ser realizados por empleados municipales.
Es el caso de Franco Minervín, quien trabajaba en Tránsito, a través de una empresa que prestaba servicios de prueba de manejo con una máquina de simulación. Con la llegada de Iguacel, se dio de baja su contrato y, con su hermano, alquilaron un club para poner una cancha de pádel, una cafetería y una pequeña tienda de ropa deportiva.
“Las estaciones de servicio tenían que pagar por surtidor, por litro vendido… por tantos conceptos que era imposible hacer los cálculos. Tenías que contratar gente para que te saque la cuenta. Al hacer la ecuación más simple, más gente paga sus tasas”, dijo Pigretti. Es el caso también de las acopiadoras de cereales, que hasta 2019 pagaban tasas calculando un fijo de $15.200 más el 5 por 1000 hasta $1.000.000. A partir de 2020 la cuenta se simplifico y se paga un canon fijo en un rango determinado de toneladas.
El resultado fue la simplificación de las tasas, la baja de muchas que estaban en desuso y otras que el municipio consideraba desmedidas y la facilidad para pagar a través de medios electrónicos. ”Muchos contadores vinieron enojados porque no pueden cobrar todos los meses por hacer estos números”, dice Pigretti, entre risas.
“Cuando vos le decís a alguien que tiene que pagar 50 por un servicio que siente que el municipio no le da, y encima esa persona tiene 20, directamente no paga. Si ajustás a lo que puede pagar y le mostrás que hay una contraprestación asociada, la gente ve el beneficio de estar en regla y terminás recaudando más”, resume Iguacel, y admite que “el tiro le podría haber salido por la culata”, pero está conforme porque las arcas estatales efectivamente se engrosaron. En la comparación interanual, pasó de recaudar $104 millones, en 2019, a $180 millones en 2020, un aumento de 75%, en un período en el que hubo 36,1% de inflación.