Opinión. “Lo que nos dejó la semana“
En la semana que se fue para ya no volver, quedó en claro que la democracia no se terminó. Todo lo contrario. En ese marco, cabe mencionar que las sagradas instituciones republicanas salieron fortalecidas. Y es que la condena por corrupción a Cristina Kirchner implicó derrotar dos de los principales venenos del estado de derecho: la impunidad y el miedo.
Son dos tóxicos poderosos. La impunidad que tanto desesperó a Cristina Kirchner, produce una erosión tremenda en la confianza de los ciudadanos en el sistema. Con toda razón, la gente que trabaja honradamente y cumple la ley, siente que los poderosos pueden hacer cualquier cosa y que nunca sufren las consecuencias.
Esa idea de que nunca pasa nada y que nadie paga por los delitos que comete, ayer estalló por los aires. Y el miedo, el pánico, es el componente más reaccionario que puede tener una sociedad. El temor nos saca lo peor de nosotros. Hace que mucha gente se arrodille y pierda su dignidad.
Quedó en la historia aquel consejo de Cristina Kirchner de que había que tenerle miedo a Dios y un poquito a ella. Hoy los únicos que le temen a la vicepresidenta son sus propios soldados y talibanes. Algunos por convicción política, otros por dinero y muchos porque sin ella no podrían ganar ni una elección en el consorcio de su edificio.
El terror que provocaba Cristina Kirchner en amplios sectores de la justicia, ayer estalló por los aires. La democracia no se terminó. Lavó parte de su mugre. Condenó a seis años de prisión con inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos a la mujer más poderosa y la que más daño le hizo a la República Argentina.
Y lo hizo con ella en funciones. Nunca antes había ocurrido eso en la Argentina. Los libros de historia recordarán el 6 de diciembre de 2022 como el día en que la impunidad y el miedo fueron derrotados y la República dio un paso más en su consolidación. Funcionó la división de poderes. Funcionó la independencia de la justicia.
Las operaciones asquerosas, los aprietas e intimidaciones cayeron en saco roto. Fracasó estrepitosamente el operativo para blanquear la figura de Cristina. Los diarios del mundo lo dicen con claridad. Con todas las garantías constitucionales, la dos veces presidenta de la Nación, fue condenada por ladrona.
La Ladrona de la Nación, como dicen los hashtags en las redes sociales. Se hizo justicia. No hubo pelotón de fusilamiento. Hubo un tribunal de jueces designados durante su presidencia, al igual que el fiscal Luciani. Ninguno tiene militancia política. Es más, todos tienen más de 25 años de trabajo en tribunales.
Se cayó a pedazos la falsedad del Lawfare y de la mafia o la dictadura jurídico mediática. Se confirmó el ADN de la democracia: nadie está por encima de la ley. No hubo 17 de octubre ni conmoción espontánea en la sociedad. Ayer la justicia confirmó lo que todos sabíamos hace mucho.
Cuando Néstor Kirchner murió, Cristina Kirchner se hizo cargo de la conducción política, pero también, de la administración del sistema de coimas y retornos, del dinero sucio de la corrupción y del lavado. Y es que nunca nadie en la Argentina de los civiles robó tanto, pero tanto durante tanto tiempo.
En esa línea, cabe mencionar que es incomprensible la voracidad y la codicia sin límites. La cleptocracia que lideró Cristina Kirchner enriqueció ilegalmente a toda su familia. Pero también a sus secretarios privados, a sus empresarios testaferros y socios y a muchos funcionarios de sus gobiernos.
Nosotros le llamamos bulimia de poder y de dinero. Obsesión descontrolada, “éxtasis”, como confesó Néstor Kirchner abrazando una caja fuerte con angurria pornográfica. Asimismo, en la semana que se fue para jamás regresar, el peronismo entró en un estado de asamblea permanente.
Es por ello que cabe preguntarse entonces: ¿Seguirán atados al ocaso de Cristina Kirchner? ¿Aceptarán seguir secuestrados por una lideresa que los llevó al paraíso del poder pero que, ahora, los lleva al infierno de la cárcel? Hay una frase legendaria de un intendente del Conurbano.
“A los compañeros los acompañamos hasta la puerta del cementerio, pero no nos enterramos con ellos”. Veremos. Una Cristina Kirchner descontrolada, temblorosa y contra las cuerdas anunció que no va a ser candidata a nada para que la metan presa si quieren. Ha mentido tanto la reina del Calafate que su palabra vale menos que un chupetín.
Por eso, como primera medida, nunca creemos y siempre dudamos de todo lo que diga Cristina Kirchner. Es por ello que, esta vez, tampoco le creemos. Se victimiza a fondo como perseguida política para provocar una reacción a su favor y un operativo clamor que le ruegue que sea candidata. Por ahora, ocurrió todo lo contrario.
No hubo grandes movilizaciones, solamente modestos apoyos callejeros que fueron una ostentación de debilidad. Cristina Kirchner se está quedando cada vez más sola con su núcleo duro que cada vez es más duro y más chico. La buena noticia es que, si la mayoría de los argentinos sabemos procesar lo que pasó, tal vez hayamos logrado un nuevo Nunca Más.
En definitiva, algo que bien podría considerarse como un nuevo contrato social. En el año 1983 se les dijo Nunca Más a los golpes de estado y a la utilización de la violencia armada. Ojalá este año 2022 quede grabado a fuego como el Nunca Más a los ladrones de estado. De nosotros depende.