Como ocurría con aquellos encuentros de Titanes en el Ring, que llegaban a los livings y cocinas del país televisados por antenas y aparatos con imágenes brumosas, en el Frente de Todos ya es imposible distinguir entre las peleas verdaderas y las divisiones falsas. Desde el primer minuto de su llegada al Gobierno, el presidente Alberto Fernández se dedicó a minimizar cada una de las diferencias que mantuvo con Cristina Kirchner.
Y, con una regularidad admirable, consideró que las escaramuzas que se hacían públicas obedecían a la exageración, la invención o directamente la mala intención de los medios de comunicación. Algo similar hizo la vicepresidenta. Por supuesto, ellos dos y los ministros que les responden alimentaron una y otra vez el fuego de la disputa interna con información y opiniones que distribuían entre los periodistas.
El conflicto por la integración del Consejo de la Magistratura llevó la proliferación de grietas, tribus, diferencias de intereses y proyectos sobre el futuro a un nivel tal que cuesta entender lo que se muestra. ¿Es posible considerar con alguna seriedad los cambios de posición por los que transcurrió el oficialismo en los últimos días? La semana arrancó con el kirchnerismo denunciando un golpe institucional.
Esas frases se disolvieron con la decisión de la vicepresidenta de partir el bloque de senadores para acatar el fallo de la Corte Suprema que ordenó incrementar la cantidad de representantes ante el Consejo de la Magistratura. La ruptura del bloque venía siendo analizada por Cristina desde hacía un mes, pero la vicepresidenta y los dirigentes de La Cámpora con los que ella habla la habían planeado para 2023.
Como Cristina está convencida de que la elección presidencial del año próximo está perdida, había planeado dividir el bloque tras la derrota electoral. Según esa idea, si el oficialismo no logra cambiar la ley del Consejo, la estrategia del quiebre le serviría para captar los representantes de la segunda y la tercera minorías. El escenario adverso obligó a la vicepresidenta a adelantar un año y medio ese plan.
Así, Cristina consiguió tres de los cuatro asientos que le corresponden al Senado, y es probable -si la Justicia no dice lo contrario- que mantenga ese número luego del recambio de consejeros de noviembre. Si su pronóstico sobre 2023 se cumple, el kirchnerismo seguiría teniendo dos representantes, una cantidad nada despreciable para una fuerza derrotada. El apuro por implementar esa estrategia la hizo fallar.
Y el dibujo del Frente de Todos tuvo que rehacerse pocas horas después de ser presentado, pero esas son cosas que pasan cuando la urgencia obliga a los cirujanos a trabajar con las herramientas de los leñadores. Según admiten en la Casa Rosada, el Presidente tenía información muy parcial sobre esa idea. Fernández, a pesar de que Vilma Ibarra criticó el fallo de la Corte y Manzur defendió la avivada de Cristina, tratará de mantenerse lejos de la pelea.