A pesar de tener todo listo para aplicar la suba, la Secretaría de Energía convocó la semana pasada a las empresas distribuidoras para anticiparles algunas modificaciones en el esquema de aumentos previsto.
El principal de esos cambios está en el calendario: el Gobierno decidió posponer, en principio para marzo, la actualización de las tarifas de gas. De hecho, todavía no hay indicios del nuevo cuadro tarifario que establecerá Energía que, originalmente, debía entrar en vigencia mañana.
Esa dilación no se repetiría en el caso de la electricidad, sector para el que también ya se desarrolló, la semana pasada, la audiencia pública correspondiente y cuyo nuevo cuadro tarifario vería la luz de manera inminente.
Dos cuestiones clave explican la urgencia en un caso y la mayor parsimonia en el otro. En primer lugar, el foco central puesto en la electricidad encuentra una explicación en que es el rubro que más fondos demanda en concepto de subsidios.
La subvención a las tarifas de luz explica el 70% de los subsidios a la energía por lo cual avanzar rápidamente en ese segmento redundará en el mayor ahorro para el Estado.
Al mismo tiempo, al menos hasta fin de marzo el consumo de electricidad es estacionalmente alto dado las más altas temperaturas, con lo cual se maximiza no sólo el ahorro en materia de subsidios sino también la recaudación de impuestos asociados a esos consumos. Eso explica que, según confirmaron fuentes oficiales, la cuestión “la está manejando Economía directamente”.
Sin embargo, se suman otros factores que explican el paso algo más lento a la hora aplicar las subas en las tarifas de gas.
Además de implicar un menor impacto económico en las cuentas fiscales, ayudaría a descomprimir en al menos 2 puntos porcentuales el avance de la inflación de febrero, que ya estará alimentada por la suba del transporte, la luz, prepagas y naftas. Ese combo sumaría como mínimo unos 7 puntos al IPC del mes próximo.