Fueron muchas las preguntas que sobrevolaron en la tarde del martes en medio del festejo multitudinario. Nunca un evento político, social o deportivo había reunido tanta gente en las calles. Alberto Fernández quedó desairado por el plantel, que en todo momento negó una foto oficial con algún integrante del gobierno. Algunos dicen que la decisión la tomaron el capitán del equipo, Lionel Messi y el director técnico, Lionel Scaloni luego de consultar al resto del grupo.
En ese marco, cabe mencionar que es sabido la poca simpatía que tienen algunos jugadores con este gobierno. Sergio Agüero, que si bien no formó parte de este plantel por sus problemas de salud que lo llevaron a abandonar la práctica del fútbol, es un miembro más y muy influyente en el grupo, supo hacer públicas sus críticas a la política económica actual. Pero hay un hecho muy doloroso para Messi.
Se trata del trato que recibieron los 32 respiradores mecánicos que su Fundación donó el 8 de agosto de 2020 a la ciudad de Rosario que casi un año después, con un 99% de ocupación de camas de terapia intensiva en esa localidad, seguían varados en el aeropuerto local porque la Anmat no daba su aprobación final a pesar de que la misma Fundación y SEAT, la empresa que los fabricó, desmintieron las objeciones.
Una mancha más en uno de los peores manejos de la pandemia en todo el mundo. Llamar a los jugadores “desclasados” en el canal oficial, ningunear su protagonismo elevando por sobre ellos la figura de Diego Maradona, cuya idolatría futbolera no se discute pero que nada tuvo que ver con este logro, como hicieron varios miembros de La Cámpora y del mismo gobierno a través de sus redes sociales, tampoco ayudó a generar empatía con el plantel campeón.
¿Tuvo algo que ver el rechazo del plantel a visitar la Casa Rosada con el deficiente dispositivo de seguridad puesto en marcha el martes? Algo de eso se insinuó en la AFA, en el comienzo de una pelea con el Gobierno que promete varios rounds en los tiempos que se avecinan. Anoche, varios expertos se preguntaban por qué no cerraron los puentes que atravesaban el recorrido, y daban como ejemplo el momento en que esos dos jóvenes saltaron sobre el micro.
Y es que uno cayó lastimándose sobre el asfalto y el otro en medio de los jugadores. Esto expuso todas las fallas de seguridad. Alguno pudo caer sobre un jugador y lastimarlo gravemente, algo que por suerte no sucedió. Ese fue el hecho determinante para que se suspendiera el recorrido que tan solo pudo avanzar 16 kilómetros en 6 horas y terminara con los protagonistas evacuados en helicópteros.
La falta de autoridad y la desprolijidad quedó en evidencia desde el comienzo. Si la idea de los jugadores era hacer una caravana por la ciudad para saludar a un pueblo desbordado de alegría, esto no era posible por una cuestión logística, como era vallar todo el recorrido y abrir la Avenida 9 de Julio. Alguna autoridad pudo decirles que eso no se podía hacer y planificar otro tipo de festejo.
Si bien los jugadores hoy están en la cúspide del reconocimiento social, por cuestiones de seguridad que los afectaba a ellos y a la misma gente que estaba en las calles, un funcionario responsable y capacitado en el tema pudo dar las explicaciones necesarias para impedirlo. Pero todo el gobierno pareció abocarse exclusivamente las 48 horas siguientes al momento desde que alzaron la copa en Qatar hasta que comenzó el festejo, a intentar convencerlos de una cosa.
Es decir, visitar la Casa de Gobierno, por las buenas y hasta jugando de modo desleal, como enviando voceros a dejar trascender, hasta pasado el mediodía del mismo día martes, que efectivamente sí iban a ir a la Casa Rosada, lo que llevó a mucha gente a reunirse en la Plaza de Mayo, como una manera de presionar la decisión de la Selección Argentina campeona del mundo.
La fiesta popular más grande de la historia, con las calles inundadas de un pueblo feliz, que deja trascender un palpable buen humor social que durará varios días, vino de la mano del fútbol, nada tuvo que ver la política, ni siquiera con aquellos que con militancia rentada hace años se sienten dueños de la calle. Por suerte la mezquindad en estado puro y la falta de capacidad para gestionar y organizar una celebración de parte del gobierno no alcanzaron a empañar una alegría tan grande como necesaria.