Mientras Cristina Fernández asistía a la primera jornada del juicio oral y público por beneficiar con la obra pública al empresario K Lázaro Báez, su inesperado compañero de fórmula presidencial, Alberto Fernández, empezó a dar pistas del plan político-judicial para intentar sacar a la ex presidenta del embrollo por la corrupción. También quedó claro, en ese contexto, que todo lo atinente a la defensa jurídica permanecerá en manos exclusivas de Carlos Beraldi. El abogado viene dando muestras de destreza. Logró demorar aquel mismo juicio. Debió comenzar en febrero. También ha sabido dilatar otro par de causas dramáticas para la familiar Kirchner: Los Sauces y Hotesur. En ambas están procesados Máximo, el diputado que goza de fueros, y Florencia, la joven enferma que permanece refugiada en La Habana. Existen sospechas sobre lavado de dinero.
Alberto F. sostuvo que Cristina logrará demostrar el infundio de las acusaciones sobre la obra pública. Habría en juego cerca de $ 46 mil millones. Pero omitió hablar, haciéndolo expreso, de Julio De Vido, José López y el propio Báez. Ellos estuvieron sentados escuchando la acusación en la sala principal de Comodoro Py. El ex jefe de Gabinete y ahora candidato tuvo siempre enormes diferencias con el ex ministro de Planificación. Las tuvo también Roberto Lavagna. La historia de esos años exhibe una constancia: cuando renunció en 2009 Alberto F. le recomendó a la ex presidenta, en una carta que nunca se difundió, que se desprendiera de De Vido. Cristina no le hizo caso. Es más, en una ocasión impidió con una advertencia severa que el mandamás de la obra pública se alejara de su Gobierno.
Aquella descripción permite ir delineando una –entre varias– de las razones por las cuales Cristina nominó a Alberto F. como candidato a presidente. No tiene el frente judicial enmarañado que posee ella por causas de corrupción. Deberá ser el encargado político, en tándem con Beraldi, de hacer zafar de tantas acusaciones a la ex presidenta y a sus hijos. El problema de los ex funcionarios correrá por otro andarivel.
Tal pretensión detonó algunos gestos simbólicos. Cristina desistió de sentarse en la primera fila junto a Báez, De Vido, López y otros implicados. Las imágenes la mostraron siempre en las últimas filas, ladeada únicamente por su abogado defensor.
Tampoco pareció casualidad que Alberto F., embarcado en una de las tareas que le fue encomendada, no apareciera por Comodoro Py. Su regreso desde Santa Cruz en horas de la mañana no sonó a justificación creíble. Quizá trató de evitar mezclarse con el núcleo de talibanes K que hicieron el acompañamiento a la ex presidenta. Tampoco hubiera sido el escenario adecuado para un dirigente cuya misión global consiste en ofrecer moderación de la cual carece el kirchnerismo. Alberto F. sólo concurrirá a los tribunales cuando deba testimoniar en favor de Cristina. Aparecer ahora mismo, tal vez, hubiera dañado prematuramente el impacto y la expectativa que produjeron su designación.
Aquella defensa no le resultará políticamente sencilla. De hecho, para comenzar a ejecutarla se olvidó de la moderación. Hace varios días atropelló a jueces y camaristas federales que intervinieron en varias causas que afectan a Cristina. Les advirtió que deberán a futuro “explicar las barrabasadas que escribieron para quedar bien con el poder de turno”. Mal presagio si las elecciones lo depositaran finalmente en la Casa Rosada. En las últimas horas insistió. Sostuvo que muchas sentencias contra la ex presidenta deberán ser revisadas. Una atribución que corresponde a las máximas instancias judiciales. No al Poder Ejecutivo. Salvo que presuma conservar el nivel de dependencia de los jueces con la política que él mismo cuestionó durante el segundo período de Cristina. Ahora le adjudica el vicio a Mauricio Macri.
Los primeros movimientos de Alberto F. estuvieron orientados en dos direcciones. Primero, contentar a la ex presidenta con una visita a Santa Cruz. Allí compartió un encuentro con Alicia Kirchner. Visitó el mausoleo de Néstor. Recibió una estatuilla del ex presidente de manos de Rudy Ulloa Igor, el ex chofer de los Kirchner. Procesado por el escándalo de los “cuadernos de las coimas”.
Su presencia buscó además el respaldo público a la reelección de la gobernadora. La provincia amaneció quebrada en diciembre de 2015, cuando asumió Macri. Alicia tuvo enfrentamientos muy duros con docentes y gremios estatales. Que hasta llegaron a invadir la sede de la gobernación. Su nueva postulación está siendo desafiada por dos hombres del PJ. El petrolero Claudio Vidal y el intendente de El Calafate, Javier Belloni. La mandataria hizo una maniobra y recibió un favor para fortalecer sus chances electorales. Adelantó las elecciones para el 11 de agosto, la misma fecha en que se realizarán las PASO en el orden nacional. Recibió el aval de la Corte Suprema para mantener la vigencia de la Ley de Lemas, cuestionada por la oposición. Con ese mecanismo logró derrotar en 2015 al radical Eduardo Costa, el postulante que cosechó mayor cantidad de votos.
Durante el tránsito de Alberto F. por Santa Cruz sucedió otra rareza política. A su encuentro con Alicia, de carácter partidario, asistió el intendente de Río Gallegos. Roberto Giubetich, de él se trata, se define radical. Aunque desde hace rato se afirma que su política es siempre funcional al kirchnerismo provincial.
La otra labor de Alberto F. está orientada al peronismo. Al núcleo de mandatarios que había jurado fidelidad al proyecto de Alternativa Federal. La fidelidad es en ese mundo una condición muy jabonosa. Juan Schiaretti, convertido en el centro de gravedad de aquel sistema luego de su contundente victoria en Córdoba, ratificó la construcción de la vía intermedia que no adhiere a Macri ni a Cristina. Lavagna, por primera vez, rompió la actitud enigmática y comunicó que es candidato. Juan Manuel Urtubey, de Salta, se aferró al enunciado de Schiaretti. Pero seis gobernadores pejotistas se encargaron de celebrar la señal de unidad que creyeron descubrir detrás del binomio de los Fernández.
Esa novedad sembró con más sombras la conducta que al final adoptará Sergio Massa. El líder del Frente Renovador también quedó impactado por la voltereta de Cristina. Nunca interrumpió su diálogo con Alberto F. Su jefe de campaña en el 2013, cuando con su triunfo en las legislativas de Buenos Aires abortó el sueño de la eternidad en el poder de Cristina. La política suele ser un juego de malabarismos, demasiadas veces impúdicos. Algo más: Massa retomó en su época de diputado el nexo con camporistas del primer escalón. Máximo y Eduardo De Pedro. Esa línea tampoco se interrumpió.
El dirigente de Tigre asegura que permanece en Alternativa Federal. Pero le inquieta la fuga de gobernadores. Según él, le otorgan amplitud e identidad al espacio. ¿La ausencia le podría servir de excusa para emigrar? El interrogante todavía no encuentra una respuesta. Massa insiste con ser candidato aunque ningún horizonte se despeja. Tampoco lo sería, al menos a la presidencia, si mudara al territorio trazado por los Fernández. Pero allí tendría un consuelo: conservaría la influencia en Tigre, distrito de origen, donde el intendente Julio Zamora, discípulo suyo, está decidido a sumarse a las huestes de la ex presidenta.
Schiaretti convocó para hoy a una reunión en esta Ciudad con los precandidatos de Alternativa Federal. Urtubey y Miguel Angel Pichetto confirmaron la asistencia. Lavagna, propietario de Consenso 19, donde están los socialistas y Margarita Stolbizer, verá al gobernador en otra oportunidad. ¿Y Massa qué hará?