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El kirchnerismo perdería mayoría en el Senado

Alberto Fernández está en la mira de Cristina Kirchner por temor a perder la mayoría en la Cámara Alta

cristina kirchner en el senado
Cristina Kirchner en el Senado
Descacharreo

Después de un año y medio largo, Alberto Fernández es mirado de reojo. Sus equívocos, declarativos y de gestión, perforaron la convicción por la cual fue ungido candidato, las experiencias anteriores en estamentos del Estado. Su capacidad para articular intereses encontrados. Esa pérdida de confianza tiene otra derivación. El Presidente, desde el inicio, estuvo condicionado por el peso político de Cristina Kirchner.

Se le han achicado muchísimo los márgenes para intentar imponer alguno de sus puntos de vista a la hora de administrar. Tal debilidad tuvo un registro llamativo la última semana. En un acto de campaña, juró que jamás traicionaría a la vicepresidenta, a Máximo Kirchner ni a Sergio Massa. Quizás la necesidad hizo que dejara la mención del “pueblo que me votó” para el último lugar. Los grados de dependencia presidencial estarían reflejados en ese ordenamiento.

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Las tensiones internas que fue incubando la pandemia no han desaparecido en la campaña. Alberto Fernández debió bregar para imponer a Victoria Tolosa Paz y a Leandro Santoro como cabezas de lista en Buenos Aires y la Ciudad. Las complicaciones importan en la Provincia. Según resulte la votación allí, la madre de todas las batallas, el Gobierno nacional puede ganar o perder la elección nacional.

Cristina Kirchner tomó nota de la elección del domingo anterior en Corrientes. Es una de las ocho provincias donde se renovarán senadores. El oficialismo pondrá en juego 15 bancas. Tiene en la actualidad 41. La Cámara alta representa la fortaleza de la vicepresidenta. Maneja una mayoría cómoda. Incluso el quórum. Allí se suelen originar los proyectos controvertidos de ella misma y del Gobierno.

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En la primera línea figura la modificación de la ley del Ministerio Público. Busca cesar al actual procurador general, Eduardo Casal. Tomar, de paso, el control directo de los fiscales. La realidad indicaría que el oficialismo va camino a resignar una banca en Corrientes. Podría suceder lo mismo en Córdoba y Santa Fe. El panorama tendería a complicarse más si el kirchnerismo es vencido en Chubut. Resignaría dos bancas. Podría colocar el quórum en riesgo.

Esas novedades reavivan los reproches contra el Presidente. Que parece condenado a pagar los platos rotos si el oficialismo no gana la elección. E impedido quizás de capitalizar en su beneficio un triunfo. “Si ganamos será por Cristina. Y pese a Alberto”, es la frase repetida por los hombres enojados del Instituto Patria. En la vitrina de aquellos reproches sigue figurando el escándalo del Olivosgate.

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El Presidente apostó a que el conflicto se fuera diluyendo luego de ordenar difundir por la TV pública imágenes de la celebración. No mensuró el impacto público. Ni la influencia que tendría en el Poder Judicial. Veinte días después de la revelación y de abrirse una causa, Sebastián Casanello resolvió declararse incompetente. Bombazo en Olivos. Alberto Fernández confiaba en que el magistrado avalaría su tesis del error. No del delito cometido.

La saga demostraría que el escándalo parece haberse tornado inmanejable para la administración nacional. Agravada por el surgimiento de imponderables. O no tanto. La Cámara Federal resolvió reabrir la causa del Vacunatorio VIP que, parcialmente, había dado por cerrada la jueza María Eugenia Capuchetti. La pandemia no es sólo tragedia, también, una pesadilla política para el Gobierno.

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