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El kirchnerismo perdió legitimidad moral para hablar de los derechos humanos

La lamentable gira por el exterior puso en evidencia la decadencia del oficialismo en uno de los bastiones con los que se supo identificar hasta que la realidad mató al relato

alberto fernández ddhh
Alberto Fernández - DDHH
Descacharreo

En medio de tantas críticas, hay por lo menos una cosa buena para decir acerca de la zarzuela diplomática protagonizada por el presidente Fernández a lo largo de su inolvidable gira por Rusia, China y Barbados: el kirchnerismo ha perdido definitivamente toda autoridad moral para hablar de los derechos humanos, dignísima bandera a cuya sombra viene mintiendo descaradamente desde hace un cuarto de siglo.

Por si no bastara con respaldar abiertamente a criminales como Maduro, los Castro o Noriega, el doctor Fernández, sedicente experto legal, se abrazó con los dos jefes de estado más dictatoriales del planeta, mientras todo Occidente los critica por su amenaza de usar la fuerza en Ucrania y Taiwán. No está mal comerciar y tratar asuntos de estado con cualquier país, incluyendo a Rusia y China.

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Pero elogiarle a Putin la totalidad del régimen soviético incluyendo una inexistente coincidencia doctrinaria entre el peronismo y el comunismo de esos lares, sin siquiera intentar una diferenciación de los juicios de Moscú, el terrorismo de Estado estalinista y la condición más que dictatorial del propio Putin, es algo como que a nadie le hacía falta, mucho menos a Putin, que viene tratando de zafar de esos tristes recuerdos de familia. Lo propio con Xi Jinping.

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No se puede viajar a otro país y criticar allí a un tercer estado ni al gobierno que precedió al que habla. Esto lo sabe cualquier estadista y, por consiguiente, no debiéramos censurar a Alberto Fernández por ignorarlo, pero cuando el presidente argentino le manifiesta (¡en público!) a Putin que es su deseo dejar de depender de Estados Unidos y el Fondo y lo invita a ocupar más espacio entre nosotros, colocó a la Argentina en el lugar del escorpión de la fábula.

Es decir, en la mitad del río pica a quienes está pidiendo que nos ayuden con la deuda externa. O en China, no se puede (¡en público!) destacar filiaciones partidarias tipo “si usted viviera en Argentina sería peronista” o “China no sería lo que es sin el Partido Comunista” porque se supone que nos representa a todos los argentinos y visita a todos los chinos, no a sectores diferenciados en ambas sociedades.

Presidente de un país notoriamente urgido de reducir gastos, Alberto Fernández parece haber decidido que lo cortés no quita lo valiente: la numerosísima comitiva de innecesarios funcionarios supera largamente a los representantes deportivos que el escuálido presupuesto nos permitió llevar a esos Juegos que China lo invitó a participar en la inauguración. No hace falta contar con sofisticado asesoramiento diplomático para saber que no se combate a una real o supuesta dominación extranjera corriendo a ofrecerse a los brazos de otra.

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