Los motivos que dan las autoridades para semejante asignación de recursos se deben a las dificultades que implica la pandemia para sostener audiencias que, en condiciones normales, implican traslados de los presos a los tribunales. No existiendo esa posibilidad, se apuesta por la modalidad virtual, del mismo modo en el que se apeló a este método para sostener la actividad escolar durante el confinamiento.
Ya de esta similitud nos surge preguntarnos: ¿Por qué no vimos un gesto similar del Gobierno para asegurar y mejorar la conectividad de los chicos que no podían asistir a clases? Hay que recordar que 2021 fue, en gran medida, un año de tensiones innecesarias sobre el capricho irracional por parte del Gobierno de mantener las escuelas cerradas, mientras los casinos y los shoppings funcionaban casi normalmente.
En los momentos más álgidos de la discusión entre el presidente de la Nación y el gobernador de la provincia de Buenos Aires contra miles de padres, madres y familias que pedían que se abran nuevamente las escuelas, no presenciamos nada semejante a esta iniciativa que hoy se aplica a las cárceles con tanta liviandad. Esto parece especialmente grave dado que se argumenta además que una mejor conectividad les permitirá a los presos poder estudiar y formarse en mejores condiciones.
Es decir, se argumenta sobre el potencial educativo de la inversión, lo cual revela las extrañas prioridades del gobierno nacional que no dejan de asombrarnos. ¿Por qué los presos sí, pero nuestros chicos no? ¿Por qué las familias, especialmente las más humildes, tuvieron que cargar con las dificultades de una escolaridad arbitraria e indebidamente interrumpida sin recibir las mínimas herramientas tecnológicas adecuadas para sostener, aunque sea endeblemente, esa estresante situación cotidiana?
Esa pregunta, que fue gravitante el año pasado, adquiere a la luz de estos nuevos acontecimientos un peso aún mayor. Y es también parte de una pregunta mayor, que apunta a qué hace el Gobierno con la plata del Estado (o sea, con nuestra plata). ¿Dónde están sus prioridades? Pero se suma además otro elemento objetable que tiene que ver con los privilegios extraños de los que gozan en la Argentina las personas que están, por motivos de su accionar indebido, privadas de su libertad.
¿Qué garantías nos da el Gobierno de que esta mejora en la conectividad no será aprovechada por los focos delictivos que operan en las cárceles para expandir y potenciar sus operaciones? El proyecto no incluye nada en esa dirección. No hay que olvidar que las cárceles son puntos de encuentro y contacto de muchos delincuentes que siguen ejerciendo, aún en reclusión, sus roles dentro de las organizaciones delictivas que integran, como saben todos los que siguen y estudian la problemática del narcotráfico.
¿Por qué los delincuentes pueden tener acceso a herramientas cuyo buen uso, según admiten en el propio Sistema Penitenciario, no se puede controlar? ¿Qué nos garantiza que esta mejora en la conectividad no será un hito más en esta progresiva emancipación de los delincuentes (que incluyó, como recordarán todos, liberación de presos durante el comienzo de la cuarentena)? El proyecto no lo dice.
El proyecto padece, además, de mal timing. ¿Es este el momento para una inversión de esta magnitud, orientada a estos objetivos? Con una de las crisis económicas más graves de las que se tenga memoria y a la espera interminable de un acuerdo con el Fondo que no se termina de resolver, este tipo de noticias muestran un desorden en las prioridades del Gobierno que ratifica su intención de seguir consolidándose en los sectores sociales que ya lo apoyan (siendo los presos, justamente, uno de ellos, como muestran los últimos resultados electorales).
Es típico del kirchnerismo hacer este tipo de cosas, mediante las cuales se quiere mostrar como un gobierno que piensa en los “postergados” (como si un preso fuese víctima de las circunstancias y no de sus muy malas decisiones). Pero estas cosas muestran la hilacha, cada vez más conocida por todos los que padecemos sus decisiones que, cuando no son meramente erróneas son directamente autoritarias.