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El kirchnerismo va desde el populismo hasta la posibilidad de perder la gobernabilidad

La coalición oficialista se asemeja a una riña de gallos. Mientras, la inflación se devora todo, incluso a Cristina Kirchner.

cristina y máximo kirchner
Cristina y Máximo Kirchner
Descacharreo

Dejar atrás el clientelismo político, algo que para los gobiernos populista significa atentar contra sí mismos. Se genera así un efecto devastador sobre toda la sociedad, presa de un nuevo caos social, como el de los reclamos populares que vimos en vivo y en directo en los últimos días. Cristina Kirchner conoce mejor que nadie los mecanismos populistas de distribución de los recursos de “todos”.

También sabe cómo administrarlos en beneficio propio y entiende las consecuencias de cortar ese círculo vicioso. No por nada su base de sustentación política es la que más beneficios del Estado recibe. Pero, de cara a los ajustes que se vienen, serán también más los afectados, ocasionándole un problema muy difícil de resolver que da fundamento al distanciamiento que intenta la “Reina Polenta” de su propio gobierno.

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Con un presidente sin credibilidad y desgastado antes de su tiempo nos encontramos navegando rumbo a un conflicto social de proporciones que generará más de una discusión en la desmoronada coalición de gobierno. El acampe en la “9 de Julio” es uno de los tantos síntomas de la protesta social que se está gestando a nivel nacional. Piden más porque lo que les dan no alcanza. La inflación se devora a todos, incluso a Cristina.

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Mientras los reclamos sociales comienzan a “explotar” la clase dirigente disimula sus grandes contradicciones a la hora de justificar los privilegios de los que gozan (dietas y jubilaciones millonarias, entre muchos), al mismo tiempo que la pobreza no para de causar estragos en la población más vulnerable. Los argentinos estamos cansados de tanta explicación y de tan pocos resultados. Llevamos décadas cuesta abajo.

Ya nos explicaron de todo mientras nos prometían un futuro mejor que nunca llegó. La soberbia de un sector mayoritario de la clase dirigente, les impide ver en lo que se han convertido, y lo que el ciudadano de a pie siente. Hartazgo e indignación reflejan el sentir de nuestra sociedad, atrapada en el fango de las discusiones de temas que solo importan a los de “arriba”, quienes tienen la responsabilidad de servir a su pueblo, pero que se han acostumbrado a servirse de él.

Nunca antes en la historia argentina llegamos a la situación del hartazgo social actual. A diferencia de la época del “que se vayan todos”, el fastidio de la sociedad hoy es enorme pero silente aún (la pandemia tiene algo que ver en todo esto). Estamos cansados, agobiados y podridos de una clase dirigente que se mira en el espejo a la mañana y solo puede ver su ombligo, salvo honrosas excepciones, que lamentablemente son muy pocas.

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No se trata de descalificar a las autoridades, sino que éstas entiendan que no hacen más que llevarnos por el camino del fracaso. Cada gobierno es peor que su antecesor, ese es el promedio de nuestra historia. El futuro luce cuanto menos preocupante. Para colmo el Frente de Todos, que tiene la responsabilidad de gobernar el país hasta el 10 de diciembre de 2023, se asemeja más a una riña de gallos que a una coalición unida y enfocada en solucionar los problemas para los que fueron votados. Su grieta interna da vergüenza ajena.

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