Se los ubica preferentemente en el módulo 2. Allí, son alojados en los pabellones B (para 50 plazas) y G (para 30).
Los destinos restantes son en el módulo 3: el B (con capacidad para 50) y el J (entran 12).
“Prácticamente no salen de sus pabellones”, explica un especialista en cárceles del SPF, refiriéndose a los alojados en Ezeiza y Marcos Paz.
“Las dos primeras semanas están en los pabellones de “Ingreso”, pero apartados del resto. Lo mismo en los traslados a Tribunales o a cárceles: no viajan con el resto de los detenidos. En los sectores de Educación hay una especie de pacto. Allí los presos no se discriminan por el tipo de delitos que cometieron.
Luis está detenido en una unidad del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB). Pero antes estuvo en el SPF, por robos. Cumplió su condena en Devoto. “Los pibes del SPF (en alusión a los presos) siguen con los códigos de antes: ’con los chicos y con las mujeres, no’”, publica Clarín.
“Cuando estaba en Devoto y descubríamos que algún detenido por robo o droga había cumplido causas viejas por abuso o violación, nos encargábamos de apuñalarlo y echarlo. Eso en el ámbito del Servicio Penitenciario Bonaerense casi no ocurre”, añade.
Algunos penitenciarios federales, según el testimonio de Juan, les encargan todo tipo de tareas a los alojados en este tipo de pabellones.
“Con el cuento de que les dan protección, los obligan a cocinarles, a lavarles la ropa y hacer la limpieza de todo el sector”, agrega.
Juan cuenta indignado dos situaciones en las que otros presos de “población común”, como él, le plantearon su actitud con los detenidos por delitos contra las mujeres. Dice que un mediodía en el comedor del sector de Educación escuchó a un detenido contar que “había manoseado a una mujer” y que se encontraba preso por abuso. “Ahí nomás le pegamos entre varios”, recuerda.