La suspicacia es inevitable. Máxime al volver este sábado el Papa a su actividad luego de que se acentuó la dolencia en la rodilla que viene sufriendo hace tiempo y que lo llevó a suspender sus actividades previstas para el viernes, entre las que se contaba recibir al canciller Santiago Cafiero, y a someterse a estudios médicos. ¿Justo el mismo día que lo visitaría el ministro de Relaciones Exteriores se acrecentó el dolor y al siguiente ya estaba en condiciones de retomar su agenda? ¿No lo quiso recibir? En tal caso, ¿Por qué?
¿Se estaría alejando Jorge Bergoglio de Alberto Fernández y acercando a Cristina Kirchner como algunos empezaron a especular desde que hace unas semanas recibió al ministro del Interior, Eduardo Waldo De Pedro, un fiel aliado de la vicepresidenta? Y, en cambio, supuestamente le cerró la puerta a Cafiero, un funcionario cien por ciento de Alberto que, por otra parte, es uno de los ministros que Cristina ansía ver fuera del gobierno.
Ahora bien: la dolencia de Francisco no solo es real, sino que se acentuó últimamente. Desde hace tiempo padece una inflamación de los ligamentos en la rodilla que le producen al caminar un gran dolor y que no tienen una cura inmediata, más allá de la constante fisioterapia a la que se somete. En las celebraciones de Semana Santa debió restringir sus movimientos, pero aun así se exigió. Es totalmente verosímil que todo ese esfuerzo lo haya sentido en los días siguientes y obligado a hacer una pausa.
De hecho, el jueves a la tarde se anunció que por el intenso dolor al caminar había cancelado todas sus actividades del viernes y que ese día se sometería a estudios. Cafiero se enteró cuando viajaba de Venecia a Roma. Fue para él un golpe porque indudablemente iba a ser la actividad más estelar de su gira, después de haber visitado el stand argentino de la Bienal de Venecia y tener proyectado reunirse con su par italiano, Luigi Di Maio, y con empresarios, y visitar la FAO.
Por otra parte, no es un secreto que la relación del Papa con Alberto Fernández está muy deteriorada. En los pasillos vaticanos se menciona como las causas que el presidente argentino, después de una etapa inicial dialogante con la oposición, haya optado por la confrontación, en línea con Cristina Kirchner, y el haber impulsado con fuerza la legalización del aborto en el peor momento de la pandemia tras pedirle ayuda para la renegociación de la deuda con el FMI.
Dicen que también lo molestó la insistencia del presidente de la Nación -sobre todo en la primera parte de su mandato- de decir que estaba en permanente contacto con el Papa, quien supuestamente lo estaba aconsejando. El haber decidido con su esposa Fabiola ponerle Francisco a su hijo lo fundamentó en su admiración al Papa. Llegó a decirse que ambos ansiaban que lo bautizara el pontífice, pero fuentes vaticanas destacaron que eso vaya a suceder.
En cuanto a la relación del Papa con Cristina Kirchner afirman que desde hace tiempo es inexistente. Comenzó a deteriorarse -cuentan- cuando la invitó a un encuentro en la residencia de Santa Marta y, para su sorpresa, ella fue con un grupo de La Cámpora. Y se profundizó cuando Cristina eligió como candidato a gobernador bonaerense a Aníbal Fernández, a quien los curas villeros le achacaban falta de firmeza en el combate al narcotráfico.
En el entorno de Cristina dicen que estaría pensando en un acercamiento a Francisco. Pero no la ayudaría estar saboteando el acuerdo con el FMI que el Papa ayudó a construir y querer la cabeza de Guzmán, a quien Francisco nombró en la Academia de Ciencias Sociales del Vaticano. Tampoco, el peligroso desgaste al que somete al presidente. Ni qué decir sus desesperadas movidas judiciales para asegurarse impunidad. De lo que existe un consenso entre varios de los observadores vaticanos consultados es que la dolencia le resultó a Francisco muy oportuna.