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El peronismo empezó a negarse a Cristina Kirchner

Golpeado y débil aun así existe un liderazgo pero que notoriamente a Cristina se le está diluyendo de sus propias manos, porque no logra unificar un frente político que sirvió para ganar una elección, pero nunca supo para qué y cómo gobernar.

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Cristina Kirchner
Descacharreo

Las declaraciones de Estela de Carlotto sorprendieron en el núcleo duro del kirchnerismo, no las esperaban. Durante muchos años manejaron a voluntad los pronunciamientos políticos de algunos organismos de derechos humanos, al punto que éstos perdieron legitimidad frente a la sociedad por poner a disposición de ese espacio político la proclama histórica por Memoria, Verdad y Justicia que encarnaban las demandas de la sociedad.

Inmediatamente desde la cercanía de la vicepresidenta salieron a resaltar que “esa idea fue tergiversada” y que ellos nunca quisieron cambiar la agenda del acto, evitando que la polémica escale. Sin embargo, la intención estuvo, pero no esperaban un rotundo no de parte de estos organismos. Es que a Cristina comienzan a decirle que no o a desobedecerla, y esta es una novedad política que amerita ser observada.

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Esta situación es celebrada, calladamente, por otros sectores del peronismo que comienzan a mostrar un cansancio, un fastidio por la necesidad de Cristina de involucrar a todos en sus problemas. En la CGT no todos acuerdan con el juicio político a la Corte Suprema de Justicia y otras decisiones políticas que se toman como consecuencia de la necesidad política de mostrar a una Cristina perseguida, algo que ya casi nadie cree y solo se manifiestan por solidaridad o hacen al respecto un silencio cómplice, vacío de convencimiento.

En la Cámara alta también hay ruido, un grupo de senadores, Edgardo Kueider de Entre Ríos, Camau Espínola de Corrientes, Guillermo Snopek de Jujuy y María Eugenia Catalfamo de San Luis se sumaron a la peronista disidente Alejandra Vigo, de Córdoba, alejándose del bloque mayoritario y dejando a Cristina Kirchner sin la mayoría justa, pero mayoría al fin, que suele alcanzar con el apoyo de senadores provinciales.

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La interna del Frente de Todos está en su peor momento, el peronismo no sabe funcionar sin un líder nato, el verticalismo está en su ADN, y ese lugar, desde la muerte de Néstor Kirchner, lo ocupó siempre Cristina, pero el pésimo gobierno de Alberto Fernández -que, encerrado en su debilidad, intenta de salir para adelante forzando una candidatura que pocos auspician- también hizo mella en la figura de Cristina.

No son pocos los dirigentes del PJ que comienzan a mirarse el ombligo pensado en cómo sobrevivir a una crisis política que los puede dejar en el peor de los mundos. Aún algunos prenden velas a la inflación para ver si ésta cede un poco y alcance para ir a colocarle el traje de candidato a Sergio Massa, pero los resultados son demasiado negativos. El promedio de inflación de los últimos seis meses de Martín Guzmán estaba en el 5,2% mientras que el de los primeros seis meses de Massa llega al 5,9%.

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En el medio quedó el 7,4% que dejó el corto paso de Silvina Batakis. Nada para celebrar y mucho menos son números que alcancen para encumbrar a nadie. Eso es lo que comenzaron a creer en el kirchnerismo, porque lo dejaron hacer lo que ellos no creían ni querían hacer, como sacarles el pie a las tarifas, recortar planes sociales y presentar un presupuesto en un año electoral con recortes en educación, minoridad y salud, y aun así los resultados son malísimos.

La experiencia Massa también se cuenta como otro error de Cristina. En el peronismo comienzan a sufrir esa falta de liderazgo que Alberto Fernández no tiene ni dejaron construir, el que ningún gobernador se animó a buscar y pelear, porque en el PJ nadie te regala nada. Lo sabe Juan Manzur que llegó con el diploma de “volumen político” bajo el brazo a hacerse cargo de un gobierno que estaba a la deriva y hace dos semanas volvió a Tucumán casi pidiendo permiso.

Golpeado y débil aun así existe un liderazgo pero que notoriamente a Cristina se le está diluyendo de sus propias manos, porque no logra unificar un frente político que sirvió para ganar una elección, pero nunca supo para qué y cómo gobernar. El único común denominador que comienza a aparecer entre los protagonistas de esta era peronista es estar convencido de que Cristina no está proscripta, muchos sonríen por lo bajo y se hablan en secreto para dimensionar entre ellos la puesta en marcha de una farsa con un claro objetivo: mostrarse victimizada.

Una estrategia que la Jefa y sus leales diseñaron. Esto quedó expuesto el jueves pasado en la reunión de la mesa política del FdT, cuando terminaron votando la creación de una comisión para convencer a Cristina que revea su decisión de no ser candidata. Es tan sui generis su supuesta “proscripción política” que la misma dejaría de serlo con la sola decisión de quien es víctima de ella. Nunca visto.

En su afán de ponerse en el centro de la escena como víctima juega con temas demasiado sensibles, y queda a un paso de hacer el ridículo. Es curioso que nadie se atreva a decirle que una cosa es cuestionar un fallo de la justicia y otra disfrazar una condena por corrupción en una proscripción. Cuando desaparece la sumisión, descubren tardíamente que los aduladores por necesidad suelen ser interesados por convicción.

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