“No creo en eso”. Tres veces repite la frase mientras niega con la cabeza y descarta la posibilidad de que algún consultor extranjero le diga qué hacer, cómo hacer y qué decir en la campaña. Acostumbrado a manejar los hilos de la política, Alberto Fernández cambió su actitud corporal y ahora está en el centro de la escena: es quien genera y a quien rodean; a quien se acercan por fotos; es quien besa, estrecha manos y abraza y en la vereda de su oficina siempre hay grupos de gente esperando y algún auto estacionado y en marcha.
En sus charlas con intendentes le sugirieron que se muestre rodeado de gente común (más besos, más abrazos, más contacto directo) en lugar de asistir a actos políticos. Él hace ambas cosas. En el viaje a Uruguay del viernes desoyó consejos en contra y cruzó el Río de la Plata en el mismo barco donde alguna vez Axel Kicillof fue increpado. No hubo escrache para él excepto una mujer que le sacó una foto mientras le decía “No van a volver, chicos”. No respondió y en cambió charló con empleados y se tomó fotos con algunos trabajadores y pasajeros. También buscó fotos políticas: con el intendente de Montevideo y precandidato a presidente del Frente Amplio Daniel Martínez; con José ‘Pepe’ Mujica por quien tiene un afecto especial y con parlamentarios del Parlasur (varias mujeres entre ellas la cordobesa Cecilia Merchán), organismo que apoyará.
En ese mismo sentido, podría viajar a México invitado por el presidente Manuel López Obrador. La invitación es previa a la precandidatura. El mexicano le había pedido armar un grupo de líderes progresistas a cuya cabeza ahora se anotará él. Descarta por el momento una gira por el exterior: está convencido de que antes de hablar fuera del país tiene que recuperar confianza entre los argentinos. “Tenemos muchos problemas acá como para ir a convencer a otros afuera”, comenta.
Los equipos
En su primer viaje, Uruguay, trabajaron entre otros los Valdés, Eduardo (ex embajador en el Vaticano) y su hijo el dirigente porteño Juan Manuel aunque en materia internacional Fernández consulta a dos de sus grandes amigos, Jorge Taiana y Jorge Argüello. Guillermo Oliveri, ex secretario de Culto y hoy concejal en Baradero, empezó a pasar más días en Capital que en su ciudad desde hace un par de semanas aunque no está en el día a día. Todos tienen vínculo con el Papa; sin embargo, Fernández no gestionará una audiencia. Además de que Su Santidad anticipó que no recibirá políticos, no le hará el pedido para evitarle el “compromiso” de responderle. Por otra parte, sabe que para ser equilibrado y justo Francisco debería recibir a todos los precandidatos o a ninguno.
Víctor Santa María, presidente del PJ porteño, es otro puntal político que también estuvo en la decena de los que lo acompañó. Es quien retomó el diálogo con Gustavo Béliz, ex ministro kirchnerista que estaría por finalizar su cargo en el BID. El líder de los trabajadores de la propiedad horizontal trabaja dentro del peronismo porteño aunque prefiere el espacio que impulsa la candidatura de Victoria Donda frente a la de Mariano Recalde. Con o sin PASO, al final todos confluirán en el mismo proyecto al que sumarían a Matías Lammens con quien el precandidato charló el lunes pasado en su departamento de Puerto Madero.
Nicolás Trotta, rector de la UMET, universidad del gremio de Suterh que lidera Santa María, y la ex senadora Virginia García (ex cuñada de Máximo Kirchner) coordinan los equipos técnicos del ‘albertismo’ con los del Instituto Patria de Cristina. Se sumaron quienes venían trabajando con Felipe Solá, entre ellos el equipo de imagen que lideraba el consultor Juan Courel. En los próximos días habrá una ampliación: incluirán gente de Alberto Rodríguez Saá, aunque Alberto Fernández prefiere no meterse en la ‘interna’ entre los hermanos de San Luis que se enfrentan por la gobernación.
Eduardo ‘Wado’ de Pedro es el diputado de La Cámpora en el que más confían quienes no pertenecen a esa agrupación. En silencio, teje acuerdos fundamentales (como lo hizo con Victoria Donda, que volvió al espacio) o en la provincia de Buenos Aires, tierra de variedad de peronismos y egos. Es el que más habla con Máximo Kirchner además del precandidato y un enlace entre ellos.
Los referentes del Grupo Callao son a Fernández lo que fue el Grupo Calafate a Néstor Kirchner. Están coordinados por Santiago Cafiero, nieto de Antonio, y es la persona más cercana e inseparable de Fernández: siempre está con él. Cecilia Todesca, Guillermo Cháves, Matías Kulfas y Fernando Peirano son algunos de los técnicos y políticos de ese equipo a los que por fuera se suma Guillermo Nielsen, consultado en materia económica permanentemente.
Fernando ‘Chino’ Navarro, del Movimiento Evita, y Felipe Solá son piezas fundamentales en el nuevo esquema político. Sincero, el hoy diputado y ex gobernador admitió en su libro “Peronismo, pampa y peligro” su ingenuidad ante una jugada de Néstor Kirchner y Alberto Fernández cuando en 2004 tuvo que bajarse de una posible reelección tras la derrota del proyecto de Carlos Rovira en Misiones. Había ofrecido dar un paso al costado una semana antes, Kirchner le pidió esperar y después le reclamaron el gesto. Sin reproches, Solá hoy es uno de los más leales y es evidente que antepuso su deseo personal a su convicción electoral.
Fernández conversa mucho con Solá y escuchó su plan: recorrer el Noroeste y Noreste argentino, también la Patagonia, donde está el 6% del padrón. Solá se entusiasma cuando les pide salir a caminar y convertir a Cristina Fernández en una “leyenda”. “Que la vean, que la toquen, que estén cerca de ella”, sugiere el hombre que estuvo más de una década sin hablarle a la ex presidenta pero que no muestra rencor y que está convencido de que ella, con el empuje y respaldo de Fernández, puede volver a enamorar a gran parte de los argentinos en el contexto actual y desde un segundo lugar.
Como la Big Data de Cambiemos, tienen un mapa mental. Los Fernández se repartirían el territorio nacional y las actividades. Los entusiasman algunas cuentas: para la vuelta del neo kirchnerismo a la Casa Rosada necesitan el 55% de los votos del NOA y NEA y el 55% de los votos de la Patagonia; más el 60% en el segundo cinturón bonaerense con ADN peronista (Tigre, José C. Paz, gran parte de La Matanza, Ezeiza, Esteban Echeverría, Almirante Brown, Florencio Varela, Berazategui, Hurlingham, Ituzaingó y Quilmes). Se conformarían con el 35% en el primer cordón donde el peronismo divide intendencias con Cambiemos (San Isidro, Lomas de Zamora, Avellaneda, Vicente López, La Matanza, San Martín, Lanús). Para superar a Mauricio Macri necesitan también el 25% del interior, incluidas las grandes ciudades como Mar del Plata y Bahía Blanca. “Hay que concentrarse en ampliar diferencias en el tercer cordón”, se le escuchó aconsejar a Solá sobre una región que fue peronista pero donde Cambiemos arrebató algunos distritos: General Rodríguez, Pilar, Escobar, Berisso, San Vicente, Presidente Perón, Marcos Paz y La Plata, entre otras ciudades conforman ese anillo.
En ese esquema los intendentes son una pieza fundamental, por eso el cuidadoso trabajo de los Fernández para comunicar a Insaurralde que no estaría en la fórmula de Buenos Aires y para convencer a Verónica Magario y Fernando Espinoza que reclamaban para La Matanza el primer lugar y no el segundo detrás de Axel Kicillof. En ese plan, la prioridad es recuperar el voto propio que se perdió antes de buscar los de Sergio Massa.
La imagen de Fernández
El sábado por la mañana Alberto Fernández llegó a los estudios de Radio 10 en Palermo solo y manejando su auto. Con naturalidad asume el mando y lo hace hasta cuando le piden una selfie: toma el celular de la otra persona, sonríe a cámara, pulsa la pantalla y devuelve el celular a su propietario.
Fue el armador de Néstor Kirchner, de Sergio Massa y de Florencio Randazzo. Asegura que no va a confiar ese lugar a nadie por lo que planea ser su propio jefe de campaña. Lo dice sin pudor: “Es muy difícil que pueda confiarle la campaña a alguien, la idea, la conducción, será mía”. En un diálogo a solas con Infobae camino a Montevideo, su primer viaje como precandidato, aclara que escucha y escuchará a otros referentes. A Uruguay fue a buscar el consejo del ex presidente Mujica con quien habla de política y hasta de filosofía.
Alberto Fernández está todavía organizando su campaña, la estrategia y su agenda y delineando su discurso. Se resiste al márketing político y no quiere una campaña basada en las redes sociales aunque las tendrá que usar. Está convencido de que este año para los votantes vale más el ticket del supermercado que las noticias de los diarios o los tuits de los trolls. “Por eso está Macri”, se molesta y atribuye su presidencia a un trabajo con las nuevas tecnologías que para él no tienen correlato con la realidad. De todos modos al grupo de íntimos volvió Juan Pablo Biondi que coordina la comunicación mientras profesionalizan las fotos e imágenes que se toman y difunden a los medios y en todas las redes con el apoyo creativo de Courel.
“No voy a hacer campaña por televisión”, avisa Fernández mientras intenta intercalar las apariciones en los medios con las recorridas. Por eso tal vez vaya a San Juan en la noche de este domingo invitado por el gobernador Sergio Uñac mientras que el próximo martes recorrerá el centro industrial de Garín y estará en la inauguración de un hogar de niños en Escobar. Lo acordó directamente con el intendente Ariel Sujarchuk que lo llamó a su celular para hacerle la propuesta.
Acuerdos políticos
La segunda semana de Alberto Fernández precandidato transcurrió entre las conversaciones con los dirigentes bonaerenses, intendentes bonaerenses en su mayoría, y las charlas con Sergio Massa aunque dejó de contarlas para no ser desmentido. Junto a Cristina Fernández se reunió con Martín Insaurralde, definieron que Axel Kicillof y Verónica Magario eran la mejor fórmula y acordaron los anuncios escalonados a través del propio intendente de Lomas de Zamora que debía desistir de su propia precandidatura. Siguió él mismo el diálogo con los gobernadores (con algunos por teléfono y con otros personalmente como Gerardo Zamora que viajó a verlo desde Santiago del Estero) y el día del paro pasó la mañana analizando la política y la economía con Kicillof.
Recibió al rionegrino Alberto Weretilneck, a quien en abril el PJ enfrentó con su candidato más fuerte, Martín Soria. El viernes Fernández tendría que haber viajado a San Carlos de Bariloche junto con Oscar Parrilli para lanzar Unidad Ciudadana en Río Negro camino a la elección general. Por ahora el lanzamiento quedó stand by a la espera de otras conversaciones. Weretilneck no tiene referente nacional y quería evitar definirse pero la gobernadora electa, Arabela Carreras, y otros, habían pedido repensar esa estrategia para evitar la reelección de Mauricio Macri.’ Somos Río Negro’ tiene otro problema: el temor a perder las elecciones de legisladores nacionales si van con boleta corta y sin candidato presidencial.
Fernández intenta calmar ansiedades y recuerda que no empezó aún la campaña. Define a este tiempo como “precampaña” y trata de dosificar los gestos que van marcando definiciones hacia el 22 de junio, día del cierre de listas.
El rol de Cristina
Para Alberto Fernández su compañera de fórmula es central. La defenderá de las acusaciones en su contra como lo hizo desde la reconciliación. Considera que el que calla otorga, por lo que no piensa esquivar ninguna pregunta en ninguna entrevista. “Que sepan lo que pienso, no voy a mentir, y después si me eligen bien” responde sobre todos los temas ríspidos, sean de política exterior o economía, mientras propone una estrategia en etapas para uno de los debates más polémicos: la interrupción voluntaria del embarazo. Su posición a favor de la despenalización como paso previo aleja a los celestes pero tampoco es 100% compartida por la posición verde.
“Cristina es muy importante en la campaña, arrastra un caudal importante, es central”, repite.Se ven casi a diario, salvo excepciones, y cruzan al menos cinco comunicaciones telefónicas cada jornada. Por ahora, hasta que tengan oficinas de campaña, es Alberto Fernández quien va hasta el Instituto Patria para conversar con la senadora nacional y es allí donde en general se reúnen los equipos técnicos.
Ella tuvo varios gestos, habló poco en el acto de Merlo y dejó el cierre a cargo del precandidato presidencial. Por eso fue llamativo un spot difundido después del acto como ‘el primero de Alberto Fernández 2019’. La sorpresa: no había una sola imagen de Cristina.
Dicen en el albertismo que no fue un encargo de Fernández y que no le gustó la pieza que atribuyen al publicista José ‘Pepe’ Albistur, su amigo. El precandidato vio el video con sus imágenes del acto en Merlo cuando ya circulaba en las redes sociales. Aseguran que si le hubieran consultado antes hubiera pedido incluir imágenes con Cristina.