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El poderoso mensaje que se escucha en Washington sobre el futuro de Argentina

En la capital de Estados Unidos las urgencias financieras por el acuerdo con el FMI no ocultan la potencialidad del país, que tiene lo que el mundo demanda: energía, alimentos, litio y conocimiento. Dudas, certezas y riesgos frente al 2023

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El poderoso mensaje que se escucha en Washington sobre el futuro de Argentina.
Descacharreo

Opinión:

(Desde Washington DC) – “Tienen lo que un mundo inestable y en conflicto demanda: energía, alimentos, litio y conocimiento. Pero depende de ustedes”.

Las urgencias por el acuerdo con el FMI no ocultan en la capital de Estados Unidos la potencialidad que tiene el país para convertirse en un proveedor confiable de escala global. Son mensajes positivos que se escuchan en enclaves de poder de esta fría capital, en medio de un presente complicado y del inicio inminente de otro año. En 2023 se acumularán desafíos económicos extremos -inflación alta, falta de dólares, salarios deprimidos, pobreza, etc.- junto a las elecciones que definirán mucho más que la persona que llegará a la Presidencia de la Nación.

Argentina es, como habitualmente, una urgencia incómoda en Washington. Faltan pocos días para el inicio del receso invernal y el staff del FMI y una misión de funcionarios del Ministerio de Economía trabajaron durante toda la semana revisando los números finos para destrabar los USD 5.900 millones que se usarán para repagar el mismo acuerdo de USD 44.000 millones que el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner heredó de la gestión de Mauricio Macri.

El FMI, que encabeza Kristalina Georgieva, tiene un programa vigente con estrictas metas. (foto archivo)El FMI, que encabeza Kristalina Georgieva, tiene un programa vigente con estrictas metas. (foto archivo)

El apuro tiene que ver con que el equipo del Fondo que lidera Luis Cubeddu debe tener todo listo para enviar sus recomendaciones a la brevedad y así, antes de las Fiestas, el board quede en condiciones de decidir si autoriza el último desembolso correspondiente a la tercera revisión del programa vigente. Todos los involucrados descuentan que habrá luz verde y que la gestión de Sergio Massa como ministro de Economía tiene un reconocimiento en Estados Unidos que favorece el visto bueno del FMI.

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La figura de Massa adquirió en la capital norteamericana una decisiva centralidad. Las medidas tomadas para moderar las variables económicas que se habían ido peligrosamente de control con la traumática salida de Martín Guzmán del Palacio de Hacienda le dieron, en esta etapa de ministro de Economía, ese reconocimiento que activó en diversas instancias.

Hubo un fuerte ajuste del gasto público, la estabilización de la inflación entre 5% y 6% y reservas del Banco Central en línea con lo acordado con el Fondo Monetario Internacional, aunque para eso tuvo que habilitar en dos oportunidades el denominado “dólar soja”, que en los hechos es un dólar diferenciado para los exportadores de esa oleaginosa.

Se espera que en los próximos días se defina el cumplimiento de las metas del Fondo, se firme el acuerdo de la AFIP y su homóloga de Estados Unidos, la IRS (Internal Revenue Service), para intercambiar información fiscal y tributaria de argentinos con bienes en ese país y estadounidenses con bienes en Argentina. Y a eso se suma la confirmación del otorgamiento para el año que viene de unos USD 1800 millones por parte del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), 500 millones de los cuales serán de libre disponibilidad y servirán para fortalecer las reservas.

Son pasos que se dan tras años de Massa como interlocutor con centros de decisión gravitantes de la política estadounidense.

Sergio Massa (foto de archivo)Sergio Massa (foto de archivo)

Política proactiva

La gestión del acuerdo con el FMI, más la firma del intercambio de información entre los entes de recaudación de ambos países (AFIP-IRS), y el otorgamiento de los fondos del BID son la confirmación práctica de un compromiso de Estados Unidos con una agenda propositiva, que busca evitar un agravamiento de la frágil situación económica que enfrenta la Argentina, más aún con el año electoral por delante.

El gobierno nacional llegará a los comicios -donde se eligen presidente, gobernadores, diputados y senadores y demás cargos- con un riesgo cierto de perder el poder, debido al impacto de una tasa de inflación que en 2022 cerrará en torno al 100 por ciento y que, de manera optimista, el presupuesto del 2023 cifró en 60%, el déficit que pasará del 2,5 al 1,9%, en línea con el acuerdo con el FMI, y un enfriamiento de la economía. Se trata de un Presupuesto desprovisto de los sesgos que habitualmente tienen los años impares, de elecciones, y más cuando se trata de una administración “peronista”.

A esa realidad argentina se le agrega una situación global dominada por la inestabilidad y los conflictos. Las consecuencias de la invasión de Rusia en Ucrania, más la persistencia de la inflación global, la posible reaparición del COVID -sobre todo en China- y la agresiva competencia del gigante asiático en todos los mercados, le suman incertidumbre a un panorama que, por sí solo es desafiante para la Argentina.

Pero la perplejidad que existe en los involucrados con las problemáticas argentinas tiene que ver con medidas que se aplican de manera natural en nuestro país que siguen generando sorpresa y curiosidad. Son obstáculos que los argentinos se ponen a sí mismos, que complican el normal desenvolvimiento de la economía, el crecimiento de la inversión y las oportunidades de empleo y generación de bienestar.

Más allá de que se acepta como mal menor o un puente contra natura o artificial, las limitaciones a las importaciones, los tipos de cambio múltiples, los subsidios energéticos que -para no aumentar tarifas, aunque haya en el mundo una crisis energética que sube las facturas a los alemanes o los propios estadounidenses- terminan beneficiando a sectores de clase media y alta que pagan hasta 5 veces más por su celular que por el gas que usan para cocinar la comida o calefaccionar sus viviendas.

Esa misma perplejidad aparece al interpretar los dos pedidos con los que la misión del gobierno argentino llegó a Washington: la reducción de la sobretasa que paga por el préstamo de 44 mil millones de dólares y una flexibilidad por el denominado “costo de la guerra”, que cifró el Palacio de Hacienda en USD 5.000 millones.

El Fondo tiene previsto iniciar antes de fin de año el debate acerca de los “recargos” y, de avanzar de algún modo, no podría otorgarse de manera preferencial para un único país, sino que debería ser una decisión general, consensuada por deudores y acreedores, para todos los alcanzados. Y Argentina es uno de los países que, comparativamente, con otros, es exportador de las mismas materias primas que subieron: energía y alimentos.

Son dos sectores, que junto con el litio y la economía del conocimiento -se destaca que proporcionalmente, Argentina sea el país con más unicornio por millón de habitantes- pueden ser las vías de salida para desatar las fuerzas productivas que están retenidas por falta de reglas de juego claras que incentiven la inversión, la previsibilidad y el respeto por las instituciones.

La faz internacional

Al contexto general económico frágil e inestable se agrega la cuestión internacional que impacta en la relación entre la Argentina y Estados Unidos. El rumbo zigzagueante de la política exterior ante casos emblemáticos de violaciones flagrantes a los derechos humanos y a la paz, como la invasión de Rusia a Ucrania, la cercanía con regímenes dictatoriales como Venezuela y Nicaragua, son temas de primer orden.

Pero el de mayor complejidad tiene que ver con China, una potencia agresiva en lo comercial, y que ya inició un derrotero vinculado a una expansión en otros rubros, como puede ser la infraestructura tecnológica y la defensa. La pretensión de ingresar en mercados con sus empresas de 5G tienen en alerta a los Estados Unidos, debido a un riesgo cierto para la privacidad de los datos de los ciudadanos como así también la influencia en los sistemas de defensa y comunicación pública.

En este escenario es clave, de todos modos, la llegada de Luiz Inacio Lula Da Silva a Brasil, después de la experiencia de Jair Bolsonaro. Es un factor que para los Estados Unidos puede estabilizar una región desarticulada y que, con gobiernos progresistas, algunos, y de izquierda lisa y llana, otros, podía existir un riesgo de crisis económica o de mayor polarización.

Son contextos, insumos, condiciones que influyen en un presente complicado. Pero que reaparece, entonces, el poderoso mensaje del principio. “Depende de ustedes, argentinos”.

La Casa Blanca, el centro del poder de Estados Unidos en Washington.La Casa Blanca, el centro del poder de Estados Unidos en Washington.

* Conclusiones de mi participación en la 13° edición del Key Opinion Leaders, un programa de AmCham Argentina (la Cámara de Comercio de Estados Unidos en Argentina) que aborda en Washington la visión y cultura estadounidense, sus instituciones políticas y económicas, las relaciones bilaterales y las condiciones necesarias para la inversión.

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