Aníbal Fernández tiene por delante un desafío que, quizá, aún no conozca: el retiro de la Gendarmería de la villa 1-11-14. La decisión del designado ministro de Seguridad en ese tema será la base de la relación con las autoridades de una insondable ciudad para el apetito electoral de la fusión del kirchnerismo y peronismo. Pocos saben que un acuerdo de palabra -firma espiritual de efímero valor en la política local- entre funcionarios nacionales y porteños estableció un calendario de paulatino abandono de las fuerzas federales de las misiones en la ciudad. En 2023 no deberían quedar gendarmes en los alrededores del asentamiento en el bajo Flores. Plazo que aparece casi como un compromiso estratégico en la volátil escena gubernamental. Sabina Frederic había aceptado esa salida ordenada y la Policía de la Ciudad empezó a moverse en la zona para que el reemplazo no fuese dramático. Acelerar o no ese final del operativo federal queda en manos ahora de Aníbal Fernández.
No se trata de una decisión administrativa menor, sino del diseño de un posible rumbo de gestión. Fernández tuvo el mando político de las cuatro fuerzas federales durante el primer gobierno de Cristina Kirchner. En el regreso no se encontrará con el mismo esquema de seguridad nacional. Por entonces no se había creado el ministerio, pero el funcionario designado por la Casa Rosada podía jugar fuerte en la ciudad, ya que la Policía Federal tenía el control territorial y la responsabilidad primaria de la prevención del delito en las calles porteñas. De esa capacidad de maniobra queda solo la presencia de gendarmes en la villa 1-11-14. Hasta la Prefectura dejó este año Puerto Madero.
El asentamiento en el bajo Flores es uno de los lugares que equilibra o altera la tasa de homicidios en la ciudad. El año pasado el Ministerio de Seguridad decidió sacar a los gendarmes de los pasillos de la villa 1-11-14 durante la etapa más dura del aislamiento social obligatorio. Eso pasó tras difundirse un video en el que se observó a uniformados federales en el momento en que se excedieron en sus funciones para que se respetase la cuarentena. Un grupo de jóvenes fue obligado a ejercicios de “salto de rana” por caminar sin barbijos. Los gendarmes no sabían que por entonces se festejaba un cumpleaños en la quinta presidencial. Fueron sancionados y la fuerza federal recibió la orden de solo vigilar los accesos al asentamiento. El resultado fue un sostenido aumento de la violencia narco y el incremento en la tasa de homicidios porteña a partir de los ajustes de cuentas en la villa 1-11-14. Esa situación genera que toda decisión allí provoque un efecto político. Y electoral, tal vez.
En Buenos Aires el oficialismo fue derrotado por el hombre que puede mostrar como carta de presentación a los vecinos los números del delito en la ciudad. Diego Santilli tiene una buena relación profesional con Sergio Berni, pero eso no impide que se expongan del otro lado de la General Paz los datos de la seguridad porteña. Por el contrario, Santilli y Frederic ya solo podían hablar a través de terceros que mantenían abiertos los mínimos canales de diálogo. Sin embargo, pudieron establecer -en negociaciones del hoy ministro Porteño Marcelo D’Alessandro- el cronograma de salida de fuerzas federales de Puerto Madero, villa Zavaleta -completado en ambos casos este año- y villa 1-11-14.
Dinamitar ese acuerdo para acelerar el retiro tendría un impacto por la necesidad de disponer allí de policías porteños que hoy custodian otros barrios. Pero dejaría de inmediato al ministerio nacional fuera de acción en la ciudad. Desde el principal despacho de la casona de Gelly y Obes siempre se procura tener algún peso en las decisiones porteñas. A Aníbal Fernández solo le queda la Gendarmería en la villa 1-11-14.
Los secretos más oscuros de ese lugar son manejados por Marco Antonio Estrada Gonzales, el narco conocido como Marcos. Su grupo estaría en constante expansión. Ya llevaron su guerra narco de conquista a la villa 31 y uno de sus satélites había tomado el control del barrio Mugica. Ese predatorio movimiento sumó en los últimos meses un elemento de preocupación adicional: autoridades nacionales y porteñas detectaron el acercamiento de Los Monos, la banda narcocriminal cuya actividad genera que en Rosario la tasa de homicidios cuadriplique a la de la ciudad.
Aníbal Fernández tiene que tomar en la villa 1-11-14 una de sus decisiones más importantes en el área de seguridad pública. Salir de inmediato, replegarse de a poco o girar por completo y transformar el bajo Flores en un bastión federal son alternativas que repercutirán también en el conurbano. Allí la Gendarmería tiene fuerte presencia a pedido de los intendentes. Todo jefe comunal quiere mostrar a ese uniforme en su zona comercial. Mucho más en época electoral. Algo que no le gusta mucho a Berni. El ministro bonaerense sueña con tener bajo su mando directo a las unidades federales que están en Buenos Aires. Frederic no concedió esa posibilidad. La fuerte personalidad de Aníbal Fernández permite presagiar que tampoco cederá a ese pedido. Los temperamentos de ambos ministros pueden llevarlos a un camino de colisión. Más si se toma en cuenta que a los dos les gusta pensar en un futuro en La Plata.
Por lo pronto, el acertijo en la porteña villa 1-11-14 aparece como el desafío que miran en la ciudad y en el conurbano para medir el nuevo tiempo de Aníbal Fernández.