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El silo de maíz, una llave maestra

Desde su irrupción, esta herramienta se transformó en la base de la ganadería y dio pie al nacimiento de un conglomerado de empresas de servicio altamente profesionalizado.

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Hoy se pican alrededor de 1,2 millones de hectáreas de maíz.

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A comienzos de los 80, la brecha tecnológica de la agricultura argentina respecto al mundo desarrollado era enorme. Pero ya avanzaba una nueva generación de productores y profesionales que habían tomado conciencia de que era necesario acortar distancias. Era casi obsceno que en el corn belt el rinde promedio rondaba los 80 quintales por hectárea, el doble que en estas pampas. En trigo era más grave: estábamos en los 18 quintales mientras Francia rondaba los 60, y ya existía el Club de los 100 Quintales, integrado por quienes iban superando esa vara.

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Entre los pioneros, se contaba Juan J. (Johnny) Avellaneda . Recuerdo que en 1982 le hicimos una nota en Dinámica Rural donde hablaba de su modelo de maíz para 100 quintales. Johnny abrevaba en el Farm Progress Show del Medio Oeste de los EEUU, que visitaba todos los años. En esa nota confesó que cuando hizo el primer viaje, se juramentó en no copiar el modelo americano. “Y de pronto me dí cuenta que estaba haciendo todo igual que ellos, eligiendo los híbridos de mayor potencial, fertilizando, incorporando herbicidas preemergentes y el sistema de labranza vertical con cinceles y cultivadores de campo”. Hasta se fabricó su propia sembradora, utilizando cuerpos Gherardi pero puestos sobre un chasis articulado, necesario para aprovechar la potencia de sus tractores articulados Steiger. Zanello estaba haciendo sus pininos…

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Con este campanazo, Avellaneda estaba poniendo en juego un paradigma de muchos años: la rotación de praderas y cultivos agrícolas. La fase ganadera, con la recuperación que prometían las praderas, tanto para disminuir la presión de malezas como para frenar la degradación de los suelos, empezaba a no tener tanto sentido. Y yo me preguntaba cómo iba a sobrevivir el “grassland farming” (el sistema de rotaciones) si avanzaba la tecnología del maíz y del trigo.

Bueno, ocurrió lo inevitable. La agricultura se abrió paso rápidamente en la zona núcleo, donde muchos pensaron que ya no había lugar para la vaca. O incluso el tambo. Y fue allí cuando apareció la herramienta del silo de maíz, que había ensayado Raúl Firpo en su cabaña de Canals en los años 70 con una primitiva picadora automotriz Fox. Era la base de alimentación de su cabaña. Pero los ganaderos de entonces, que lo admiraban, lo miraban de reojo… Llegó el momento, lo que permitió dos cosas: liberar millones de hectáreas para la agricultura, y lograr una alimentación más equilibrada, estable y rica que el sistema tradicional basado casi exclusivamente en pasturas. Muchos lo siguieron considerando una “reserva forrajera”, pero en realidad se fue convirtiendo en la base de la nueva ganadería, en particular de leche, pero también de carne.

Una hectárea de maíz ensilado en planta completa generaba por entonces 12 a 15 toneladas de materia seca, con un alto contenido energético y fibra de buena calidad. Y aprovechable prácticamente en su totalidad, ya que en general se entregaba en comederos con bajo desperdicio. Así lo veía el inolvidable Alberto Hardoy, tambero del CREA Lincoln. En los sistemas pastoriles mejor manejados, sólo se cosechaba el 50% del forraje disponible, que en el mejor de los casos aportaba 6 toneladas de materia seca por hectárea y por año. Esto es, la relación con el silo era de cinco a uno.

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Dicho en otros términos, cada hectárea de silo de maíz sustituyendo una de pradera tradicional, liberaba cuatro hectáreas para la nueva agriculturaHoy se pican alrededor de 1,2 millones de hectáreas de maíz, con lo que podríamos decir que hay cinco millones de hectáreas heredadas por la soja, el trigo y el maíz. Que con la siembra directa y la biotecnología se hicieron más atractivas todavía, acelerando el proceso iniciado en los 80.

Este es el esquema básico de lo que ocurrió. En el camino, se generó un conglomerado de empresas de servicio altamente profesionalizado. Entraron las picadoras automotrices más modernas y sofisticadas del mundo, que en manos de estos contratistas dieron lugar a un salto productivo fenomenal. Tras ellos entraron las embutidoras de forrajes, precursoras del silobolsa que saltaría del forraje al embolsado de granos. Un sistema flexible que desde estas pampas se abrió paso por todo el mundo. En Australia, en estos días la TV pasa una tira donde se muestra el sistema de embolsado con bolsas de Ipesasilo y carros tolva Akron. Maravilloso.

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La técnica llegó para quedarse. Incluso en quienes profesan su vocación por la ganadería pastoril, han incorporado algunas hectáreas de silo, lo que le brinda más estabilidad y productividad al sistema. En el feedlot profesional, cuando hay disponibilidad de superficie cercana, es imbatible como fuente de fibra y energía. Y está omnipresente en el tambo, desde los sistemas más basados en el pastoreo, hasta los estabulados que se abre paso como nueva tendencia.

Mientras tanto, sigue fluyendo la nueva genética, con materiales dotados de eventos biotecnológicos que brindan herramientas para el control de insectos y defensa de las malezas. Ni hablar de lo que se está logrando en zonas de riego, o con riego suplementario.

Una historia de éxito. Un merecido homenaje a los pioneros.

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