La sede de la seccional 3ª fue escenario del inesperado desenlace de un hecho delictivo. Juan Maschio, dueño de la fiambrería víctima de un asalto, hablaba airadamente con los miembros de una familia que estaban desesperados porque su hijo acababa de ser aprehendido por la Policía. El comerciante, golpeado y desilusionado, les decía: “ya no puedo hacer nada. Si él no estaba conforme con el trabajo hubiese hablado con nosotros, no haber hecho esto. Confiábamos en él”. El comerciante se fue y en el calabozo quedaron el empleado que habría dado el dato para que dos jóvenes intentaran robarle, y los dos asaltantes frustrados.
El martes, cerca de las 8, Maschio se disponía a abrir su fiambrería de Pellegrini al 200. En ese momento, dos jóvenes lo agarraron de atrás, lo empujaron hacia adentro del local y lo tiraron al piso. Todavía el comerciante no alcanzaba a entender qué pasaba.
“Había visto a dos chicos que venían caminando y claro… no había nadie en la calle. Era muy temprano. Los vi y no les di mucha bolilla. No imaginé que fueran a asaltarme”, relató. Contó que la zona es insegura y que no era la primera vez que sufría un delito. “El año pasado me golpearon, pero ahora fueron aún más violentos. Esta vez, fue una entregada”, analizó.
Maschio dijo que al llegar al local descubrió a un empleado que estaba sentado en la puerta esperando que llegara para poder abrir la puerta. Segundos después, comenzaron a golpearlo en la cabeza y en diferentes partes del cuerpo. “Hace poco me operaron del corazón; soy una persona que necesita estar tranquila”, agregó el comerciante, que terminó con una herida en el cuello y con lesiones en el cuerpo.
Una vez que ingresaron al negocio, cerraron la puerta y uno de los agresores se quedó con el propietario; el otro llevó al empleado hasta el fondo del local y comenzó a revolver todo. “El local quedó destruido. Todo tirado y dado vuelta. No iban a encontrar nada porque a esa hora no hay dinero. Mi empleado me dijo que a él también lo golpearon en el fondo, pero no lo vi”, explicó.
El hombre había quedado tirado cerca del portón de ingreso y, según dijo, pudo ver que dos agentes policiales estaban en la vereda queriendo entrar al negocio. “Una vecina me dijo que ella había visto cuando estos tipos entraban al negocio. Llamó al 911. La Policía vino rápido y esto no pasó a mayores”, agregó.
Los agentes entraron a la fiambrería y detuvieron a los dos asaltantes que estaban en el interior. También secuestraron las armas de fuego que habían utilizado y el poco dinero que habían conseguido. El barrio, a pesar de la hora, se había transformado en un infierno por las sirenas de los móviles que llegaban y por la cantidad de curiosos que se detenían para ver que estaba sucediendo.
Maschio se dirigió a la seccional 3ª para concretar la denuncia. Mientras cumplía con ese trámite, descubrió que traían esposado al empleado del local. Los efectivos le explicaron que uno de los asaltantes había asegurado que ese joven les había dado el dato para cometer el atraco. Así, el muchacho resultó aprehendido.