El obispo auxiliar Ferrari hizo hincapié en la situación de muchos jóvenes que han emigrado buscando oportunidades en otras tierras, así como de aquellos que permanecen excluidos en el país.
En el marco de los festejos por el aniversario de la Revolución de Mayo, el obispo auxiliar de Tucumán, monseñor Roberto José Ferrari, encabezó esta mañana la tradicional homilía patriótica con un fuerte llamado social. El monseñor reclamó “no” acostumbrarse “a mirar los rostros y las realidades de los que sufren”, con respeto a la situación de pobreza en Tucumán y el país.
Ferrari vinculó el mensaje evangélico de la parábola del Hijo Pródigo con la realidad argentina, trazando un paralelismo entre el gesto misericordioso del padre de la parábola y el rol que debe asumir la Nación ante sus hijos, especialmente los más vulnerables.
Ferrari fue el encargado de exponer la homilía durante la misa oficial encabezada por el arzobispo, Carlos Sánchez. El gobernador Osvaldo Jaldo representó al Poder Ejecutivo (PE), quien estuvo acompañado por otros funcionarios gubernamentales y de los otros poderes.
“La Patria es como una gran familia que debe acoger, abrazar y dignificar a todos sus hijos e hijas, incluso a los que se han ido o a los que están perdidos dentro de sus propias calles”, expresó el obispo, en una misa colmada de símbolos patrios y cargada de emotividad.
Jóvenes que se van y los excluidos
Ferrari hizo hincapié en la situación de muchos jóvenes que han emigrado buscando oportunidades en otras tierras, así como de aquellos que permanecen excluidos dentro del país. Recordó con dolor el caso en la capital “del joven que dormía en un contenedor en la ciudad, buscando comida y calor, y salvó su vida de milagro”. “Realidades que nos golpean… ¡y que deben seguir golpeándonos para que no nos acostumbremos al sufrimiento ajeno!”, afirmó.
Y siguió: “A veces me ha costado despertar a algún muchacho dormido en la puerta del obispado, y me duele…, o escuchar a alguien que pide en la vereda, y me dice: ‘me quiero morir, ya mi vida no tiene sentido’, como que no basta una limosna… Pero sus vidas tienen sentido y un valor infinito, inalienable, igual que yo, ni más ni menos. Siempre me digo ‘no te acostumbres a mirar los cerros hermosos de Tucumán’, y hoy, pido no acostumbrarme a mirar los rostros y las realidades de los que sufren”, señaló.
El obispo apeló a los valores del diálogo, la fraternidad y la construcción de consensos: “Nadie tiene todas las respuestas por sí solo. Necesitamos desarmar las palabras, dialogar, escucharnos. Construir consensos superadores, dejando un poco de nuestra verdad para abrazar la del otro”, señaló, citando al Papa Francisco y a documentos de la Iglesia como Dignitas Infinita.
Ferrari también dedicó palabras a los responsables políticos y sociales, invitándolos a “correr al encuentro del otro”, como el padre de la parábola, y a construir “una Patria que besa heridas, que no margina, que viste de dignidad a quienes han sido despojados”.
“Toda vida vale. Toda persona tiene dignidad infinita. Y esa dignidad no depende de su situación, ni de su éxito, ni de su historia. Nuestra tarea como Nación es devolver esa dignidad a través del trabajo, la educación, el hogar, el respeto”, dijo en uno de los pasajes más aplaudidos de la celebración.
Finalmente, llamó a celebrar la patria no solo como un acto conmemorativo, sino como un compromiso renovado con el bien común: “Celebremos la vida de los demás, sus regresos, sus progresos. Somos hermanos, no competidores. Que este 25 de Mayo sea fiesta de todos: de los próceres, de los trabajadores, de los descartados y de quienes aún sueñan con una Patria justa, grande y soberana”.