La conmoción era palpable entre las decenas de personas que se congregaron en el barrio El Sifón para despedirla por última vez. Este lugar, antes conocido por su tranquilidad, ahora se encuentra sumido en un ambiente de miedo e incertidumbre tras los violentos sucesos que marcaron el trágico desenlace de Valeria, popularmente conocida como “La Gorda Valeria”.
La historia de este drama comenzó el pasado 27 de octubre. Ese día, Valeria recibió la noticia de que un grupo de personas había tomado posesión de unos terrenos que ella consideraba suyos, situados en la intersección de la avenida Francisco de Aguirre y Suipacha. Decidida a enfrentar la situación, acudió al lugar, donde se encontró con los hermanos conocidos como “Catriel” y “El Zorro”. Sin mediar palabra, los hombres abrieron fuego. Los disparos la dejaron gravemente herida y sellaron el destino de una confrontación que escaló de forma fatal.
Valeria fue trasladada de inmediato a un centro de salud, donde los médicos intentaron salvar su vida con varias intervenciones quirúrgicas. Sin embargo, su corazón dejó de latir el jueves pasado, desatando una ola de tensión y rumores de venganza en el barrio.
El velorio de Valeria fue un reflejo del clima enrarecido. Luciana Ramírez, amiga cercana de la víctima, narró entre lágrimas lo sucedido: “Los changos esos sabían con quién estaban metiéndose. Ellos esperaban que vinieran los Acevedo, no Valeria. Al verla, sin decir nada, comenzaron a disparar. Pensaron que los otros estaban por detrás”.
El ataque no solo dejó a la familia Acevedo de luto, sino que sembró el pánico entre los vecinos de El Sifón. Según Justo Mamaní, residente del lugar, la tranquilidad que alguna vez caracterizó al barrio es ahora un recuerdo lejano. “Tenemos mucho miedo de lo que pueda pasar de aquí en adelante. Este era un barrio tranquilo, y ahora, con una muerte, todos nos mirarán con mala cara. Todo por culpa de unos cuantos que se hacen los malitos”, expresó.
Además, la tensión se ha intensificado por otros hechos recientes, como incendios en viviendas relacionadas con los presuntos responsables del crimen. Según algunos testigos, estos actos podrían haber sido perpetrados por integrantes de una barra brava local, lo que no hace más que alimentar los temores de una escalada de violencia en la zona.
Mientras la gente de la zona duerme con un ojo abierto, la justicia enfrenta un panorama complejo. Los hermanos señalados como autores del ataque permanecen prófugos, a pesar de que había órdenes de detención contra ellos desde hace más de diez días. Javier Lobo Aragón (h), querellante en el caso, destacó la peligrosidad de estos individuos y subrayó que los vecinos no desean que regresen al barrio.
Valeria Acevedo era una figura conocida en el ámbito barrabrava. Aunque no ocupaba un rol formal como líder en “La Inimitable”, la hinchada de Atlético Tucumán, su activa participación en la venta de entradas y organización de actividades la convirtió en un rostro reconocible. Su pasado, marcado por episodios de violencia, refleja las intrincadas rivalidades que rodean a este tipo de agrupaciones.
Su muerte llega en un momento de fracturas internas dentro del clan Acevedo, cuyos miembros se encuentran divididos por el control de la barra brava. Sin embargo, el dolor por la pérdida logró reunirlos en el velorio. Incluso Javier “Jazo” Acevedo, uno de los líderes del grupo, recibió un permiso especial para despedirse de Valeria desde la prisión.
Para los vecinos de El Sifón, la partida de Valeria abre otra etapa en un marco de violencia que parece no tener fin. Denuncias de usurpaciones de terrenos, la falta de acción de las autoridades y un clima de inseguridad generalizada alimentan un sentimiento de abandono. En palabras de un vecino: “Esto no termina con Valeria. Ahora queda todo el miedo que ella se llevó”.
La muerte de Valeria Acevedo es más que una tragedia individual: es un retrato de los conflictos que agitan a las comunidades vulnerables, donde las luchas de poder, la violencia y la falta de justicia conviven en un frágil equilibrio.