Si el presidente Alberto Fernández hablara con sinceridad, cosa que no hace casi nunca, diría que está arrepentido de haber echado a Ginés González García. Y es que durante el transcurso del día de ayer, fueron muchos los rumores que se escucharon en torno al hecho de que el Presidente sabía todo lo que ocurría con los vacunatorios vip. En ese marco, hay una versión que dice que, entre los amigos, Ginés dijo que si abría la boca se caía el Gobierno.
Y es que el mandatario pidió la renuncia del ahora exministro de Salud como un gesto de autoridad ejemplificador para apagar el incendio político, porque las llamas estaban demasiado cerca del sillón de Rivadavia. Sin embargo, le salió mal la jugada, como de costumbre. Todo le sale al revés. Todo indica que sus efectos devastadores recién comienzan. En definitiva, fue como echar nafta al fuego.
Y es que, en lugar de apaciguar las cosas, las empeoró. Esto se debe a que se complejizó cada vez más la situación, por lo que Alberto Fernández salió a decirles a los jueces y a los fiscales que terminen con “las payasadas”, en el sentido de que deje de investigar. De esta manera, no conforme con el papelón en torno a las vacunas, ahora pretende apretar a la Justicia para que no profundice en su trabajo.
Con la cara de acero inoxidable, y como si no fuera profesor de derecho, dijo que no se cometió ningún delito porque no es delito vacunar a alguien que se adelantó en la cola. Con esta negación e irracionalidad, no debería dar clases de derecho ni en un jardín de infantes. Como si todo esto fuera poco, el Presidente presionó a los jueces para que avancen a las causas que involucran a dirigentes opositores.
Pese a los dichos del jefe de Estado, la Justicia ya imputó a Ginés González García y ordenó allanar el Ministerio de Salud. También, se cree que la causa puede implicar tráfico de influencias, abuso de poder, malversación de fondos, abandono de personas en situación de riesgo, un atentado a la salud pública y una cantidad más de delitos, con los que amenazó el propio Alberto en su momento para hacer más riguroso el control de la cuarentena.
Incluso, hasta el propio Jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, volvió a mostrar una vez más su fragilidad intelectual al decir que no hubo un vacunatorio vip, sino que es un invento de los medios. ¿Pero es que acaso no tienen vergüenza? El problema es que no saben cómo frenar la hemorragia política que les produjeron estos traficantes de vacunas, que pertenecían a los argentinos más vulnerables.
En ese marco, habrá una movilización como protesta este sábado 27 a Plaza de Mayo para exigir la renuncia de todos los vacunados vip, bajo el concepto de “se acabó”. Y es que, por primera vez en mucho tiempo, la política va atrás de la gente en un surgimiento de un sector espontáneo que se manifiesta, por lo que les desespera al kirchnerismo que la calle no sea patrimonio exclusivo del peronismo. Llegó la hora de que la sociedad se vuelva a hacer escuchar.
