Los cuarteles de campaña se adaptan a los corrimientos en el oficialismo y la oposición de último mes, que los fuerzan a modificar su estrategia. Se achatan los tiempos y nadie puede desperdiciar nada. En los 10 últimos días se produjeron deslizamientos que pusieron en cuestión todas las previsiones de un mes de arena:
1) La crisis del espacio federal con la fuga hacia delante de Sergio Massa, llevado por el viento que sopla en el peronismo hacia el Instituto Patria;
2) La consolidación de Cambiemos con el resultado de la convención radical que, contra lo que proferían los opinadores, terminó siendo un Gualeguaychú recargado, con más votos para la alianza con el Pro que en 2015;
3) La réplica bonaerense del operativo F&F, ahora con Alex Kicillof candidato a gobernador.
Repite la historia de los peronistas de esa provincia, al albergar candidatos venidos de la Capital, como si el distrito más grande de la Argentina no pudiera proveerles de cuadros, y tiene que traerlos de afuera, de Cafiero a Cristina, pasando por Solá, Ruckauf y Scioli.
Hasta ahora la polarización que buscaba el gobierno tenía réplica en el cristinismo, y todo conducía a un escenario de ballotage. Ayudaba que Alternativa Federal contaba, en esos escenarios imaginarios, con el rol de Massa en 2015. Una suerte de muleta para el juego de dos, que le sacaba votos tanto al cristinismo como a Cambiemos, pero deslizaba todo suavemente a un ballotage peleado, pero manejable. Estos tres cambios ahondaron aún más la polarización, con un dato que festejan unos y otros. En estos días los sondeos muestran – con la solvencia que puedan tener -que Mauricio Macri ha vuelto a ser competitivo, y que Alberto Fernández captura los votos de Cristina. Esto abre una novedad, la de una Cristina transitiva, que puede ensayar el mismo método en la provincia de Buenos Aires con Kicillof. La profundización de la polarización alienta una nueva estrategia para unas elecciones en las que nadie puede dejar suelto ningún cabo, y la pelea exasperada convierte a la primera vuelta ya en la segunda. Si las PASO son la gran encuesta, el reagrupamiento del peronismo a través de la ventanilla en donde atiende Alberto, y el encastillamiento de Macri en la coalición que no se abre, precipitan la posibilidad de que armar para una segunda vuelta sea ya tarde. Los cambios son de urgencia, porque el país entra en el vértigo de un mes paralizante: este domingo hay elecciones a gobernador en San Juan y Misiones, el próximo 9, en Entre Ríos, Chubut, Tucumán, Jujuy y PASO en Mendoza; el 12 de junio cierre de alianzas y el 22 de precandidatos, a las PASO del 11 de agosto. Un tobogán.
Puede ser ya tarde trabajar para un ballotage
En los escenarios de ballotage, unos y otros especulaban con el apoyo de sectores del borde, que no votarían ni a Macri ni a Cristina en primera vuelta, pero que ellos recuperarían en la segunda. De un lado, el ejemplo son las candidaturas del extremo conservador que animan José Luis Espert o Juan José Gómez Centurión. El primero es un abanderado de la ortodoxia económica, que podía morder votos en una primera vuelta, pero que en un ballotage movería lo que pudiera mover en favor de Macri y no de Cristina. El segundo es un emblema de la familia militar y del voto “celeste” antiabortista. También podría llevarse unos votos en la primera, pero los devolvería en la segunda. Ahora, si la polarización extrema deja a Macri y Cristina frente a frente, mejor que esos márgenes jueguen aquí en la primera vuelta, porque puede no haber segunda vuelta si del otro lado Cristina también junta a sus marginales. Por ejemplo, partidos de izquierda que seguramente no la votarían en primera pero que por anti-macrismo la apoyarán en la segunda. La orden ahora es: traémelos a jugar acá ya mismo, no juguemos de manera ingenua creyendo que hay segunda vuelta. No se puede desperdiciar nada en esto que Graciela Camaño definió como una guerra de pobres: nadie tiene mucho, ni sabe cómo le va a ir. Esta mirada tiene antecedentes. Cuando el salteño Alfredo Olmedo picó en punta hace unos meses, con una protocandidatura presidencial, escaló en algunas encuestas hasta números que preocuparon en Olivos. Un emisario se encargó de persuadirlo de que era mejor que le dejase ese juego a la gente grande, y que le convenía más ser candidato a gobernador de Salta. El razonable Olmedo entendió y se fue con la música a otra parte.
Peronismo peronista vs. peronismo gorila
El gobierno analiza estas finezas con lupa, porque presume que el equipo de campaña – una mesita callada en la que están Macri, Larreta, Vidal, Peña, Frigerio y, cuando está, Durán Barba – tiene una manera de conocer el subconsciente colectivo de los votantes al que las encuestas no alcanzan. En la anterior muestra de la Universidad de San Andrés, un 45% del público dijo que en un año la situación sería entre buena y muy buena respecto de la actual. Esta semana una muestra de Opinaia preguntó sobre la evolución de la economía. Un 35% dijo que mejorará, frente a un 33% que dijo que seguirá igual y otro 33% que dijo que empeorará. Entre igual y mejor, 68%. No está mal para la chance del gobierno que se dice fracasó en economía. Contradice las curva de intención de voto: las urnas dirán la verdad. Con estos datos, el debate de la mesa de arena en Olivos se centra en la suerte de la división del peronismo, después del fernandazo y la designación regia de Kicillof candidato. El examen es cuál será la reacción del peronismo peronista (PP) frente a la decisión de Cristina de poner candidatos de arriba hacia abajo, sin consultar con la gran masa del pueblo. El gesto tiene cierto aroma gorila, clásico en las formaciones del peronismo renovador que nacieron en los años ‘80, y el cristinismo es de ese tipo. El peronismo gorila (PG) de esta decisión hiere a una generación de peronistas de la provincia, a quienes ahora se les ordena que les sirvan el café a estos dos candidatos, Alberto y Axel. Hay que imaginar la alegría y la esperanza que eso despierta en gente de la generación de un Julián Domínguez o de un Florencio Randazzo. Creían que por haber tomado un café en el Instituto Patria tenían una segunda oportunidad sobre la tierra. El examen en Olivos es: ¿le conviene a la estrategia de Cambiemos que el PP tenga juego propio, o es preferible que se lo devore el PG?
Los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes
El gobierno hizo todos los gestos de acercarse a los federales que expresan al PP y aportan a la imagen que quiere mostrar que hay una plataforma para un programa razonable, negociado dentro de un acuerdo como el proyecto de Consejo Económico y Social que presentó Pichetto en el Senado junto a Pedro Guastavino. Está en la misma frecuencia de los llamados episcopales que acompañaron al minué de los “puntos” de acuerdo del gobierno: Lavagna, los federales, Massa, etcétera. Este Consejo, dice la letra del proyecto, tiene que estar integrado por tres diputados y tres senadores nacionales, dos representantes del PEN, seis de las centrales sindicales de trabajadores, seis de las organizaciones empresariales, dos de la sociedad civil y uno de la Iglesia Católica. Pero después del massazo, ¿conviene seguir sosteniendo el tinglado, o no será mejor que se tense más la polarización? Estas percepciones distraen, porque los políticos tienen a creer que el público los va a seguir en sus movimientos en el nivel de la dirigencia, cuando en realidad lo que el dirigente tiene que oír es cuál es la demanda de la gente. Massa, para dar un ejemplo, hace la pirueta porque sabe que hay dirigentes que han ido al Instituto Patria a decir: si Sergio no viene, venimos nosotros. Y no tanto porque crea que puede arrastrar votos desde arriba y llevarlos a donde quiera. El relato de estos movimientos en este mes fatídico es confuso por esa desinteligencia, que tampoco es nueva en política.
Pichetto airado con Massa: no vuelvo al pasado
Hablando de música a otra parte, el salto doble mortal de Massa abriendo el juego hacia el Instituto Patria alzó una columna de humo en todos. Comenzado con los propios, porque 48 horas antes había estado con los socios federales en Córdoba, jurando que harían una PASO por fuera de los términos de la polarización – eso que algunos ingenuos llaman grieta, quizás porque no vivieron divisiones más sangrientas e irreconciliables en Argentina, como las de 1955, 1973, 1976 o 1983. Hicieron ese juramento al son de un “haka” como los All Blacks, esos rugbiers que amenazan con la guerra a muerte. Lo expresó Pichetto en un tuit que sintetizó el acuerdo del martes. El jueves, después de ver cómo Sergio hasta había modificado el ploteo del acto, con la leyenda de “Nueva Mayoría”, alzó el tono de la queja. De paso, ¿tendrá la autorización para el uso de marca de Rosendo Fraga, el Pocho Romero Feris o de Michele Bachelet, que usaron también ese lema? “Si Sergio se va de Alternativa, o me voy a mi casa o a otro espacio, pero no vuelvo al pasado”, dijo Pichetto. Entendió queel salto de Massa era una respuesta al llamado de la selva, es decir de Alberto. Se repreguntaba a sí mismo en su oficina del Senado: “Si esto ocurre se va a rediseñar todo el mapa político del país, puede haber otros reagrupamientos y ahí tendré que tomar una decisión”. Por algo a esa hora galopaba por los pasillos la presunción de que una fórmula Macri-Pichetto era conversable, aunque poco posible, porque si hay algo que caracteriza a Cambiemos es ser una alianza del voto no peronista.
Massa, víctima de sus deudas de juego
El envión de Massa, que cabalga sobre un 10% de los votos que puede tener a nivel nacional, no es nuevo en él. Es un experto en simular la fuerza que no tiene, así como la habilidad de Juan Schiaretti – que prefirió ver todo esto desde la Madre Patria, en una temporada de descanso que no tiene fecha – es esconder el gran poder que tiene. Lo tironean, como a un ludópata, las deudas de juego. Es socio de María Eugenia Vidal, contertulio y socio oculto en emprendimientos varios con Horacio Rodríguez Larreta, amigo social del ala negociadora del Congreso – Monzó, Massot. etcétera -, pero lo llaman desde el Instituto Patria, que es una clínica de recuperación de gente que se fue con la música a otra parte, para no decir traidores, algo muy duro de decir de estos nobles caballeros. Se ha timbeado tanto el hombre… Para la microfísica del poder de los Kirchner, es un método aquilatado éste de rodearse de gente que los enfrentó antes y que, cansada de caminar por la intemperie, vuelve con el rabo entre las piernas. Muchos de los reclutados son quebrados y arrepentidos. Es una manera de fidelizar al personal, como si se les dijera, con la mirada nomás, qué me vas a decir vos, que fuiste un traidor y has vuelto porque chocaste afuera. En términos de Foucault, que hace microfísica del poder, es una manera de vigilar y castigar.