Este tipo de áreas están inspirados en las series que pueden observarse por el cable o por streaming que, a la vez, replican lo que sucede en las dependencias policiales de los Estados Unidos.
¿Es la solución a los desmanejos cometidos por las fuerzas de seguridad? Una de las razones por las que la impunidad y la injusticia reinan en Tucumán es por la falta de control. El asunto es que esto no se debe a la carencia de organismos de este estilo. El problema pasa por el hecho de que simplemente no cumplen con su deber de vigilar el normal y correcto desempeño de las instituciones como les corresponde.
[su_note note_color=”#0A8C06″ text_color=”#ffffff” radius=”10″ class=””]Con la Policía pasa algo similar. ¿O acaso desde el ministro de Seguridad, Claudio Maley, hasta el mismísimo Juan Manzur no guardaron un silencio ensordecedor cuando los uniformados secuestraron, asesinaron e hicieron desaparecer el cuerpo de Luis Espinoza? Políticos y funcionarios no tienen mucha voluntad de que sus subalternos sean controlados al punto de que, cuando pueden, hasta los apañan.[/su_note]
Con un departamento de Asuntos Internos sucederá lo mismo que con las leyes. No hacen falta nuevas, lo que se necesita es que se pongan en práctica las que ya existen. Una prueba de ello es la famosa ley antimotochorro que no cambió en nada el panorama delictivo que viaja sobre dos ruedas en nuestra provincia. Por el contrario, hasta un funcionario capitalino sufrió este tipo de asaltos dentro de las cuatro avenidas.
Muchas veces, los políticos mueven fichas para la tribuna y no se abocan a enfrentar los problemas de fondo. Las muertes de Facundo Ferreira, Luis Espinoza y Ceferino Nadal son el resultado más doloso del descontrol que anida en la Policía. La misma que hace apenas 7 años se amotinó dejando una provincia sumidad en la ley de la selva y que dejó una cifra de muertes que nunca fue oficial ni esclarecida.
Mientras tanto, la inseguridad se pasea por las calles de Tucumán, esas que al parecer estarían libres de mecheras, pero ocupadas por bandas delictuales que roban elementos que después venden por las redes sociales. Y es que se saben impunes porque tienen poder, no uno real pero sí simbólico. Se trata del poder que brinda el hecho de que políticos y funcionarios de turno sean ineficientes a la hora de encarar y resolver los problemas.