Durante la mañana del viernes se conoció un mensaje del presidente Alberto Fernández, que extendía las restricciones a la circulación a causa de la pandemia por COVID-19 hasta el 21 de mayo, a horas de que venciera el decreto de necesidad y urgencia que regía desde el 9 de abril pasado.
Entre otras cosas, se dispuso que el país quedará dividido en cuatro zonas en virtud del riesgo epidemiológico y sanitario: bajo, medio, alto y alarma, y en cada una de ellas se establecerán medidas para contener la segunda ola de coronavirus.
Lo cierto es que a la larga cuarentena que el país debió atravesar en 2020 para dar tiempo al sistema de salud a prepararse y evitar así el colapso sanitario con un aumento sostenido -y no exponencial- de los casos de COVID-19, le sigue este año un escenario no muy diferente, causado esta vez por la escasez de vacunas, que no dio tiempo a inmunizar a la población más susceptible de padecer cuadros graves de la enfermedad.
“La sociedad está sumamente fatigada y ve con pesimismo las nuevas restricciones por muchas razones: primero, la más obvia, es porque esta situación comenzó con distintos matices el año pasado y ya llevamos un año y un mes y nadie ve muy en claro cuándo va a terminar. Y segundo porque hablando siempre en términos de la respuesta frente a la pandemia, la sociedad ya sabe que sin vacunas suficientes las nuevas restricciones son a lo sumo el preanuncio de restricciones que vendrán luego, es decir que la única herramienta eficaz es la vacuna y sin tener vacunas suficientes las restricciones son sólo parches temporales”. El médico psiquiatra y psicoanalista Pedro Horvat (MN 70936) analizó que “a todo el daño psicológico que causó la larguísima cuarentena del año pasado se van a agregar ahora las que generen las nuevas restricciones y esto desde ya sumado a la cuestión económica”.
Para él, “el daño económico multiplica el psicológico y ahí se da una situación circular que produce más fatiga, más desánimo y escepticismo, pero una de las razones centrales de la fatiga y de las respuestas a las restricciones es la relación que la sociedad tiene con el Estado”.
Y en ese sentido, ejemplificó: “En 1940, durante la Segunda Guerra Mundial, (Winston) Churchill cuando asumió dijo ‘sólo les prometo sangre, sudor y lágrimas’, no le hizo ninguna promesa a la sociedad británica, sin embargo los convocó con coherencia a sobrellevar el esfuerzo de la guerra y la tragedia de los bombardeos. Y la sociedad británica encolumnada detrás de su gobierno actuó disciplinadamente porque confiaron en quienes manejaban los resortes del estado y eso los llevó a sobrevivir y a triunfar”.“El daño económico multiplica el psicológico y ahí se da una situación circular que produce más fatiga, más desánimo y escepticismo”
Tras considerar que la Argentina “no está viviendo una tragedia semejante”, Horvat sostuvo que “sin embargo, la sociedad argentina no confía en sus autoridades porque hubo contradicciones, marchas y contramarchas, porque se dicen muchas cosas que luego no pasan y eso lo que genera es el predominio de la normativa individual por sobre la conducta colectiva; y cuando lo que predomina es la normativa individual, es decir ‘yo hago lo que me parece bien a mí’ se transforma todo en un ‘sálvese quien pueda’”.
Para el médico psiquiatra Enrique De Rosa (MN 63406) “el concepto central de fatiga es interesante porque la resistencia frente a una situación de estrés cumple una serie de pasos: una primera etapa de poder hacerle frente, pero el factor clave que se sabía era que esto iba a durar poco tiempo; que la carga puede sostenerse poco tiempo”.
Y tras señalar que “la carga de lo que hay que soportar incluye el peso de la carga y lo que representa”, ahondó que “a eso hay que sumarle cuánto dura, y mucho más importante que eso y lo que más destruye la psiquis son las fluctuaciones y la certeza de que después de un tiempo no hay fuerza, no es equivalente a empezar de cero”.
Para ejemplificar, De Rosa equiparó la situación a lo que ocurre en la práctica deportiva: “La falla en el deporte es lo que le pasa al músculo cuando se entrena sin descanso; la lesión sería equivalente a lo que en psicología es el trauma. Y las etapas son similares: a la resistencia le sigue el sostenimiento, la fatiga y por último el trauma”.
Consultado acerca de si este estado de fatiga con la situación se alcanzó justo en el peor momento de la pandemia en el país, De Rosa opinó que “el tema está estudiado; el tiempo de tolerancia varía según la persona”. “Una carga física se sostiene ciertos minutos, pero nadie puede hacer dos horas de plancha -volvió a ejemplificar-. Era claro desde el año pasado que lo que había que hacer era intervenciones casi como las que se dan en un entrenamiento físico, esto es con cierres intermitentes y descansos, como las series del ejercicio, que es lo que permiten poderlo mantener en el tiempo”.
“Y con cierta previsión de lo que viene, que es el factor central para no entrar en fatiga”, agregó.“La gente no tiene con qué (seguir tolerando restricciones); y esta idea esencial no está incorporada en la toma de decisiones desde el inicio de la pandemia” (Shutterstock)
Fernando Torrente es licenciado en Psicología (MN 27844) y estuvo a cargo de un estudio realizado por Fundación Ineco con el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que indagó cómo se encuentra preparada la población argentina para afrontar la segunda ola de COVID-19. “En el relevamiento que realizamos a finales de marzo en una encuesta a 3.000 personas en todo el país previo a la segunda ola, evaluamos distintos factores que tienen que ver con cómo las personas estaban viendo la situación, cómo estaban preparadas mentalmente para enfrentarlas, y cómo se encontraba su estado de ánimo”. “En principio, con respecto al estado de ánimo, encontramos que a finales de marzo y comienzo de abril es un poco mejor que lo que encontramos promediando el año pasado cuando hicimos distintas mediciones -apuntó-. Es decir, a mitad del año pasado encontramos niveles altos de síntomas de depresión y ansiedad en las personas”.
En este momento, según relevaron en este estudio, encontraron algunos indicadores “un poco mejores, lo cual no quiere decir que esté bien”. “Sin embargo, a pesar de que alrededor de una de cada cuatro de las personas que contestaron la encuesta refirieron síntomas de depresión o ansiedad elevados, en términos comparativos con la situación del año pasado se muestra una mejoría que podemos atribuir tal vez al alivio producido durante el verano, a la flexibilización de ciertas actividades, la posibilidad de volver a una vida un poco más tranquila con menos casos puede haber mejorado el estado de ánimo actual”, sostuvo Torrente, para quien respecto a esto “es posible pensar también que las personas se van adaptando a lo largo del tiempo, y así van aumentando resiliencia y capacidad de enfrentar lo que viene, por lo tanto, es posible pensar que toda la situación del año pasado ha ayudado a las personas a estar un poco mejor”.
Sobre de qué manera influye este cansancio en la relajación de las medidas de cuidado, De Rosa consideró que “la relajación no es tal sino que lo que ocurre es que la población entró ‘en falla’ (como el músculo) y no puede hacer otra cosa y si en este punto se sigue esforzando va a haber otras consecuencias”. “No hay con qué (seguir tolerando restricciones); la gente no tiene margen desde lo psicológico ni desde lo social para hacerlo y esta idea esencial no está incorporada en la toma de decisiones desde el inicio de la pandemia”. “Utilizan con un desconocimiento médico fenomenal el tema de la culpa y el miedo, que no hace más que estresar aún más a la población -remarcó-. La gente no viene cumpliendo las restricciones porque no puede hacer otra cosa”.
En opinión de la licenciada en Psicología Lorena Ruda (MN 44247) “el ánimo de la gente está dividido, como la grieta misma”. “Hay muchas personas, y también depende mucho de la edad, a quienes pensar en una cuarentena estricta nuevamente les genera mucho enojo y tienen miedo de cómo van a responder anímicamente a esto -evaluó-. Temen deprimirse y no aguantar más. Les está costando tomar algo de la experiencia ya vivida para pensar cómo hacer para atravesar esta etapa mejor que la anterior”.“Sabíamos que se venía una segunda ola pero aún así no estamos preparados para volver a vivir lo del año pasado” (Shutterstock)
En tanto, para ella, “otras personas están enojadas porque aún no se cerró todo. Y otras aunque no haya nuevas restricciones declaradas están auto aisladas por prevención y porque están muy temerosos y preocupados”. “En lo que sí hay coincidencia es en que todos están o estamos muy cansados de estar viviendo esta situación -ahondó-. Creo que lamentablemente vamos a estar aún más fatigados de esto. Sabíamos que se venía una segunda ola pero aún así no estamos preparados para volver a vivir lo del año pasado. Las personas están en sus puntos límites con situaciones de convivencia, presencialidad y virtualidad, trabajos homeoffice, etc, mucho de esta nueva normalidad a casi nadie le sentó cómodo”.
Acerca de si el desgano en la sociedad podría provocar que las restricciones tiendan a no cumplirse, Ruda opinó que “las restricciones se deberán cumplir como sucedió el año pasado, aunque seguro haya transgresores como ya los hubo”. “Pero en esta cuestión quizá no se trate de estar de acuerdo o no con lo que nos dicen que hay que hacer sino con cumplirlo sabiendo que estamos viviendo una pandemia -señaló-. Siempre vamos a estar a favor y en contra de lo que se nos pide que hagamos, sobre todo porque a nadie le gusta que le digan lo que tiene que hacer, con lo cual es probable que muchas personas no quieran responder a lo que nos pidan. Todos quisiéramos que esto termine, cada cual verá cómo atravesarlo entendiendo que la salud mental también es importante y hallando ciertos hábitos que nos ayuden a no caer en el caos”.
Para Horvat, en cambio, “toda esa conducta que se ve como desobediencia en realidad es algo mucho más grave que eso: es la disgregación del sentimiento colectivo y el predominio de conductas aisladas e individuales porque lo que está quebrada es la relación de las personas con quienes dirigen el Estado”. “Y esto no es una crítica a tal o cual partido, esto pasa cuando los padres no dirigen a la familia, cuando el Estado no es capaz de señalar el camino a una sociedad -observó-. Recordemos por lo contrario los primeros cinco meses de la pandemia el año pasado, cuando la sociedad se sentía protegida por el Estado y por la clase política y todo el mundo se quedaba en su casa y se ‘portaba bien’. Cuando la gente empezó a desconfiar y empezó a pensar que no se sabía muy bien lo que estaba pasando y que los casos se multiplicaban y la economía se derrumbaba, etc. de a poco la confianza se fue resquebrajando y llegamos a la situación actual”.
A esta situación desde lo sociológico, para él se suma lo económico. “Se ven muchas escenas en el conurbano de gente en las calles, en las ferias, en el transporte, que son millones de personas que en realidad no tienen forma real de acatar las nuevas restricciones y al desencanto por la conducción de la pandemia se suma la imposibilidad objetiva que la economía impone”.
En la misma línea, Torrente enfatizó que “más que el desgano de la población para cumplir restricciones, es una cuestión de convicción y confianza en las medidas”. “El año pasado fue un año muy difícil y tuvo un efecto muy importante sobre el estado de ánimo de las personas, pero sobre todo eso generó un efecto muy fuerte sobre el nivel de confianza en las medidas sanitarias y las medidas gubernamentales, en la medida en que la cuarentena se prolongó durante mucho tiempo -evaluó-. Hay muchas personas que han desarrollado cierta resistencia para aceptar nuevas medidas de cuidado con el temor de que esto se prolongue, se haga infinito y se vuelva nuevamente a repetir la situación del año pasado. Si las personas pudieran entender que las medidas van a ser más acotadas o restringidas en el tiempo o en los sectores donde hay más nivel de contagio, el nivel de permeabilidad sería mayor en la medida que hay un temor de que las medidas sean irrestrictas, que sean muy prolongadas como el año pasado y eso mina la confianza y disminuye la resistencia a aceptar nuevas medidas de restricción”.“Ante esto se impone redoblar los cuidados personales: cuidar la salud física, la salud mental y cuidar enormemente los vínculos porque son la red de apoyo para sostenerse en esta situación” (Shutterstock)
– ¿Es posible hacer cosas para no saturarse (más) de la pandemia? ¿Cuáles por ejemplo?
– De Rosa: Al igual que en el ejercicio, otra vez, es clave y necesario desfatigarse.
Desde quienes toman las decisiones esto puede lograrse volviendo a explicar la racionalidad de lo que se está haciendo y darle elementos a la población para atravesarlo.
Imaginar la muerte todos los días cuando estadísticamente no es cierto que eso ocurra no ayuda. Se tiene que poder explicarle a la gente sin hacerla entrar en la paranoia.
La salud mental de la población no da margen, lo que no significa que no se pueda replantear el problema de otra manera, desde la racionalidad. Entender, por caso, que el virus no mata en sí mismo sino las complicaciones, que hay una correlación entre enfermedades de base y muerte y que mantenerse sano, activo o comer de manera saludable siempre suma.
Aun en situaciones extremas se puede no empeorar e intentar llevar racionalidad y calma.
– Ruda: Para poder estar mejor creo que hay que lograr evitar caer en los enojos y opiniones sobre las decisiones que se toman para poder poner la energía en hacer cosas que nos hagan bien pese al contexto. Tomarse algún momento del día para hacer algo para sí, ya sea ir a hacer una caminata, una vuelta en bicicleta. Hacer cosas escuchando música siempre es buena opción. Quien tiene hijos, aprovechar un momento del día en que el aún tenga energía y haga algo con ellos. Bajar expectativas sobre el estado de ánimo y poder de vez en cuando salir de la rutina aunque sí quiero recalcar que lograr hábitos y rutinas ayudan a sentirnos menos desorganizados internamente. Una vez establecida cierta rutina darnos el lujo de, por ejemplo, un día dormir hasta más tarde o no hacer la tarea del colegio puede ser una opción para disfrutar de alguna ventaja de estar en casa.“Toda esta vivencia dejará huellas en nuestra subjetividad, en nuestro psiquismo, en el de nuestros hijos y padres” (Efe)
– Torrente: Definitivamente sí. En este sentido, es personal e individual, cada persona necesita gestionar sus niveles de emocionalidad negativa, necesita generar actividades que le permitan mantener su estado de ánimo y mantener las medidas de cuidado y así mantener ciertos niveles de bienestar. Para eso hay toda una serie de recomendaciones sobre las cuales hemos aprendido mucho el año pasado, hay actividades que son seguras y que nos permiten sentir ciertos niveles de bienestar y seguir conectados con nuestros grupos sociales.
Un ejemplo puede ser en situaciones de seguridad social a través de contacto tecnológico o en contactos al aire libre en grupos pequeños de no mucha gente, manteniendo distancia, usando barbijo y evitando los espacios cerrados. En la medida en que mantengamos esas tres medidas de cuidado, no tenemos porqué perder el contacto social y tampoco tenemos que desmerecer el contacto vía tecnológico.
Por otra parte, sabemos que el cuidado de nuestro cuerpo en actividades físicas al aire libre no en grupo, sino en grupos pequeños y manteniendo realmente los cuidados, ayuda a mantener nuestros niveles de bienestar. La pandemia ha aumentado los niveles de estrés y negatividad, entonces la forma de disminuirlos es a través de situaciones de bienestar y haciendo aquellas cosas que nos hacen sentir placer.
Por último, es importante entender que las restricciones que pueden venir los próximos meses son temporales, es decir así como el año pasado tuvimos picos y mesetas, este año nos espera de la misma manera. No sabemos el largo plazo, pero al menos en el corto plazo ya sabemos cómo funciona por nuestra experiencia del año pasado.
“Creo que este es uno de los peores momentos de la pandemia en el país no solamente por el número de contagios, fallecidos o la preocupación sobre las métricas económicas sino porque flota en el aire la sensación de que lo peor está por venir, que no se sabe qué pasará con las camas de terapia, con las vacunas que no se sabe si llegarán, con los rumores de toda clase que circulan acerca de la eficacia o no de las vacunas, etc”, valoró Horvat, para quien “ante esto se impone redoblar los cuidados personales: cuidar la salud física, la salud mental y cuidar enormemente los vínculos porque son la red de apoyo para sostenerse en esta situación”.
Y recomendó: “Cuidar nuestras relaciones personales, cuidar a quienes nos necesitan (a veces son nuestros hijos, a veces nuestros mayores) y poder conversar entre nosotros acerca de lo que nos pasa y de la forma que podemos socorrernos mutuamente”.
Finalmente, Ruda aclaró que por más que la población logre adaptarse y sobrevivir a esta segunda ola, “toda esta realidad que se está viviendo e incluso excede a cada uno no va a pasar inadvertida para nadie”. “Toda esta vivencia dejará huellas en nuestra subjetividad, en nuestro psiquismo, en el de nuestros hijos y padres -estimó-. Y aunque haya quienes vivan esta situación de la mejor manera posible, esta pandemia dejará marcas: a nivel social, subjetivo, familiar. Sobre adaptarse a esta realidad tiene un costo altísimo en la psiquis de las personas”.