Luego de que el presidente Alberto Fernández confirmara públicamente que la ministra de Justicia, Marcela Losardo, le pidió la renuncia, se desató una catarata de rumores sobre los posibles cambios que podrían ocurrir en el resto del gabinete, en el marco de una crisis política en el interior del Frente de Todos desatada tras la salida del extitular de Salud, Ginés González García, a causa del Vacunatorio VIP.
En ese marco, cabe destacar que es sorprendente la falta de coraje e inteligencia estratégica del presidente Fernández. El problema no es de Alberto ni de Cristina, es de la sociedad, porque estamos entrando en una situación de turbulencia institucional muy preocupante. En ese marco, es posible que la vicepresidenta vaya a la caza de más ministros, por lo que esto recién comienza.
En ese sentido, desde el kirchnerismo van por la Cancillería, donde Felipe Solá tiene las horas contadas; por el Ministerio de Desarrollo Productivo, comandado por Matías Kulfas; el Ministerio de Trabajo, de Claudio Moroni; el Ministerio de Desarrollo Social, de Daniel Arroyo; el Ministerio de Educación, de Nicolás Trotta; y la Secretaría de Comunicación, de Juan Pablo Biondi. Los pocos lugares que le quedan a los amigos del presidente Fernández.
Pero, además, habría que agregarle un signo de interrogación al ministro de Economía, Martín Guzmán, porque en el tema de ajuste tarifario ha tenido que bajar las banderas que él pensaba razonables a favor de lo que quería Cristina Kirchner. De todos modos, pareciera que por ahora Guzmán no piensa abandonar el cargo. De hecho, asegura en conversaciones privadas que nunca va a hacer nada que vaya en contra del proyecto político del oficialismo.
En la casa de gobierno hay un títere, y el poder está en el departamento en donde vive Cristina y donde, dicho sea de paso, Daniel Muñoz recibía valijas, bolsos y mochilas que desbordaban de dólares sucios y corruptos del plan sistemático de recaudación de coimas más colosal de la historia democrática. Entregar la cabeza de Marcela Losardo, se convirtió en un papelón grave que demuestra el nivel de degradación de la investidura presidencial al que lo sometió Cristina.
Losardo irá a un exilio dorado en Paris, como embajadora ante la Unesco, pero esto genera fuertes turbulencias institucionales. Porque Cristina le fue comiendo las piezas del ajedrez del estado hasta prácticamente vaciarlo de poder. Y eso es peligroso e inquietante. Aparece como una fuerte señal destituyente, una especie de golpe palaciego que pone en jaque el sistema republicano y la división de poderes.
Como si esto fuera poco, el oficialismo impuso su mayoría en el Senado y le dio acuerdo a Roberto Boico, abogado de la Cristina Kirchner en la causa por la firma del Memorándun con Irán, como juez de la Cámara Federal porteña, tribunal que deberá entender en varias de las causas en las que se encuentra investigada la vicepresidenta por denuncias de corrupción. ¿Acaso no tiene límite la ambición de la vicepresidenta?
