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Fin del relato: el kirchnerismo está condenado a aprobar el acuerdo con el FMI

El silencio ante el acuerdo es la concesión más grande que puede hacer Cristina Kirchner. Mientras, y frente a la inflación, Alberto Fernández insiste con ideas desopilantes e ineficaces.

alberto fernández y cristina kirchner.
Alberto Fernández y Cristina Kirchner
Descacharreo

¿Cuántos “acuerdos” hizo la Argentina con el Fondo? Más de veinte. Acuerdos que son metáforas de préstamos. Los préstamos son deuda. Las deudas pagan intereses. Los acreedores, como el FMI, prestan si están seguros de cobrar y ponen condiciones que son exigencias de metas a cumplir. Alberto Fernández no tiene otro camino que asumir este nuevo compromiso. El efecto más visible e inmediato de esta decisión es el fin del relato del “Ah, pero Macri…”.

El gobierno de Alberto Fernández y de Cristina Kirchner, que lo inventó, es el que lo firmará. Los funcionarios del Fondo son burócratas, pero nada tontos dándole a cada gobierno el mismo trato en diferentes envases terminando con la polémica. La pregunta es qué hará Alberto Fernández con este acuerdo, cuyo anuncio ya provocó la reacción pública condenatoria de Máximo Kirchner y el silencio, también condenatorio, de Cristina Kirchner.

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La vicepresidenta no quiere afectar el lugar que se ha asignado en la Historia: el acuerdo sería una mancha ominosa a ese mérito autopercibido. El silencio es la concesión más grande que puede hacer a un gobierno del que no puede desentenderse. Está en un brete en el que su ruptura pública podría provocar una crisis profunda. Máximo Kirchner renunció a la presidencia del bloque oficialista en diputados para rechazar el acuerdo con el FMI.

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En otras palabras, la fractura del Frente de Todos ya existe en la práctica con el gesto de Máximo y la boca sellada de Cristina, pero no se puede materializar porque Cristina sabe que sin sus aliados peronistas se convertirá realmente en una minoría importante, pero minoría al fin. Hay mucho de impotencia en esta situación. Constituyen ya la categoría de oficialistas opositores, de difícil clasificación porque no se trata de una disidencia sobre un tema menor, sino que se ha convertido en el corazón del nudo que debe desatar Fernández.

Esa justificación superficial de la “riqueza de las divergencias” es una coartada imposible de sostener en el tiempo sin caer en la hipocresía o el negacionismo. ¿Tendrá Alberto Fernández el coraje político para avanzar entonces en una propuesta propia y más o menos autónoma de las presiones del kirchnerismo duro? Es lo que está muy en duda. Su alter ego, Santiago Cafiero, ha vuelto a poner en primer plano la reelección de Alberto.

Y esto significaría apoyarse en el acuerdo con el FMI para buscar una concertación con empresarios y la CGT para tratar de bajar fuerte la inflación, la única carta que pueden a jugar en el tiempo que le queda. Si no es un plan de estabilización, para el que se requiere tiempo, poder político y convencimiento que este gobierno no tiene, deben apelar a fórmulas para achatar el costo de vida.

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Tienen costos pero que, de ser más o menos eficaces, le daría réditos. Argentina (y Venezuela, obvio) es la excepción en el continente: Bolivia, Chile, Perú, Paraguay, Uruguay y Brasil, lograron aplicar planes antinflacionarios exitosos. No es el caso de Alberto Fernández, que sigue insistiendo con ideas desopilantes e ineficaces de funcionarios que están orgullosos de repetir sus fracasos. ¿Cristina volverá a elegir un “moderado” para integrar la fórmula?

¿Qué habló Carlos Zannini, en nombre del Instituto Patria, con Felipe Solá hace poco tiempo, cuando el ex canciller ya estaba en el llano? Repetir ese truco de 2019 es peligroso en una primaria en la que le darán batalla. Es más prudente para ella postularse para una banca en el Senado apareciendo en todas las boletas de los candidatos del Frente de Todos en 2023. Primero, su seguridad.

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