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Gobernadores. Están en crisis, pero invierten en plazos fijos

Aunque están en crisis, se lamentan por las condiciones de la economía y golpean a la puerta de Alberto Fernández pidiendo dinero, la mayoría de los gobernadores tiene un colchón de recursos casi desconocido que hasta les permite cobrar intereses.

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Santiago del Estero es una de las provincias más pobres del país. El 45% de las personas que viven en el conglomerado urbano que conforma su capital con La Banda sufre esa condición. Pero las cuentas de la gobernación están orden, a tal punto que tenía en mayo pasado $16.355 millones invertidos en plazos fijos en pesos. Ninguno de los otros 23 gobernadores había apostado tanto a la renta financiera como la administración de Gerardo Zamora. Y si bien es posible que sus habitantes no lo sepan, el tesoro provincial contaba con $16.717 en ese rubro por cada uno de ellos.

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El anterior es el ejemplo sobresaliente de una larga lista de casos que sostienen una conclusión controversial: aunque están en crisis, se lamentan por las condiciones de la economía y golpean a la puerta de Alberto Fernández pidiendo dinero, la mayoría de los gobernadores tiene un colchón de recursos casi desconocido que hasta les permite cobrar intereses.

Renovamos compromiso

Un reciente informe de la consultora Aerarium, dirigida por Paulino Caballero y Guillermo Giussi, le puso nombres, puntos y comas a las cifras. Sucede que en plena cuarentena, las gobernaciones aumentaron la cantidad de fondos que tienen disponibles. La matemática puede poner colorada a la política.

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¿Por qué provincias con urgencias en un país que anda a los saltos orientan parte de los recursos a la renta financiera en lugar de destinarlo a mejorar la calidad de vida de sus habitantes? LA NACION intentó reconstruir la respuesta, que no es unívoca, en base a consultas con ministros provinciales, dirigentes y especialistas.

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En un punto, tratan de seguir el ejemplo de Néstor Kirchner cuando era gobernador de Santa Cruz. El patagónico cobró regalías petroleras mal liquidadas, se hizo del equivalente a más de US$500 millones y los giró a cuentas en Suiza para invertirlos.

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Alberto Fernández discute con gobernadores la administración de la pandemia, pero los recursos sanitarios suelen correr por cuenta de Nación. Eso liberó las finanzas de las provincias. Crédito: Presidencia

La denominada formación de activos externos solo se critica cuando es ajena. Prueba de eso es que, en 2014, Cristina Kirchner celebró la decisión y recordó que el exministro de Economía Domingo Cavallo le había pedido a su marido que los repatriara, algo que ocurrió mucho más tarde.

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La vicepresidenta reveló la desconfianza sistémica de los gobernadores con la Casa Rosada, que es la misma con respecto a ellos que mantienen los intendentes. El temor de un gestor hacia el otro gestor disminuye a medida que se engrosan las reservas. En el caso de los líderes provinciales, hay una diferencia importante con el patagónica: los números de los que se habla aquí se refieren a plata que está en bancos argentinos.

Pese a que puede ser engorroso, dos ministros provinciales de Economía asumieron con LA NACION que envidian a Santiago del Estero, San Juan y La Pampa, reconocidas por sus pares como las mejores espadas de la contabilidad subnacional, pese a estar rezagadas en el nivel de actividad. Es que en el pecado está la penitencia: con menos expectativas para generar riqueza, están obligadas a cuidar lo que tienen.

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Un dirigente eterno de una de las cinco provincias más ricas del país, que pidió la reserva de su nombre, reconoció la práctica y dio sus motivos. Sostuvo que los plazos fijos son reservas que se invierten para que no se desvaloricen tanto (las tasas rondan el 30% anual, por debajo de la inflación). Y agregó que para pagar aguinaldos debería acumular un 10% mensual sobre la nómina de jubilaciones y salarios, sin incluir la amortización de deudas. En su caso, se trata de una reserva mínima, que no se corrobora en otras provincias.

Las paradojas continúan. La alternancia en el poder, buena para la democracia, puede ser conflictiva para la implementación de políticas fiscales, otra particularidad que mencionan con cuidado los funcionarios provinciales. La afirmación se corrobora: hay un apellido Zamora gobernando Santiago del Estero desde hace 15 años, y pese a que se divorciaron políticamente, Sergio Uñac (San Juan) fue el compañero de fórmula de su antecesor José Luis Gioja, que ganó la primera elección en 2003.

Entre abril y mayo pasados, los plazos fijos de todo el sistema público aumentaron 27,4%, mientras que los depósitos provinciales crecieron 10,9%. Ambos números están por encima de cualquier cálculo de inflación. En el mismo lapso cerraron empresas privadas y comercios de muchos años.

Los motivos detrás de la caja

En plena crisis, los gobernadores tienen más dinero por diversos motivos. Si bien sus recaudaciones son malas en comparación con 2019, mejoraron en mayo con respecto al mes anterior por la progresiva apertura de la actividad. Y la Casa Rosada, que benefició a Axel Kicillof más que a ningún otro, también aumentó las partidas para casi todas las provincias.

Por voluntad o imposición, los gobernadores se volvieron frugales en la pandemia. La maquinaria de los estados provinciales aminoró el ritmo y cayó el uso de los recursos. Desde ese punto de vista, Alberto Fernández les hizo un guiño del que algunos renegaron: como la crisis sanitaria la administra el Presidente, casi no pueden comprar recursos para enfrentar la pandemia. La decisión que irritó a algunos, como al mendocino Rodolfo Suárez (UCR), que también infló sus cuentas.

Quizás el capítulo más importante tiene que ver con los salarios. Pocos sindicatos se atreven a pedir aumento cuando el país está parado. Por eso los ministros provinciales temen que el colchón adelgace a partir de septiembre, cuando tengan que asistir a los reclamos de empleados de la salud, maestros y policías, que se consideran claves en la pandemia y son capaces de generar efervescencia social. Es improbable que los gobernadores le pidan menos plata en el futuro a Alberto Fernández agitando el diploma de que hicieron bien las cosas. Sostienen que a ellos les pasa lo mismo con sus intendentes. No importa cuánto haya en la cuenta bancaria, todos piden. El llanto persistente es una de las pocas políticas de Estado que atraviesa la Argentina en todos los niveles de gobierno.

Gerardo Zamora es el gobernador de Santiago del Estero. Su provincia es pobre, pero tiene un colchón en el banco y es la envidia de los ministros provinciales de Economía. Fuente: Archivo – Crédito: Soledad Aznarez / LA NACION

La Casa Rosada tendrá, al menos, un dudoso consuelo. El ministro de Economía, Martín Guzmán, puede sentirse reconfortado porque los líderes provinciales siguen su ejemplo. Quienes vieron sus números aun se frotan los ojos: en mayo, los ingresos genuinos del Gobierno (recaudación) subieron poco más de $12.000 millones, pero los depósitos crecieron $128.000 millones, producto de colocaciones de deuda y las transferencias del Banco Central, cuya emisión generará inflación o engrosará el déficit cuasifiscal con el que Alberto Fernández hizo campaña contra Mauricio Macri. Otra vez: en economía, algunas ideas parecen ser malas sólo cuando las aplica el otro.

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