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¿Hay un intento de golpe de Estado en la Argentina fogoneado por Cristina Kirchner?

Agudos comunicadores y analistas sospechan que Cristina Kirchner buscaría asfixiar políticamente a Alberto Fernández y obligarlo a dimitir; Fernando Navarro negó esa posibilidad y alimentó así más rumores.

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Descacharreo

Agudos comunicadores y analistas sospechan que estamos en presencia de un golpe de Estado por etapas: Cristina buscaría asfixiar a Alberto Fernández y obligarlo a dimitir. Fernando “Chino” Navarro negó esa posibilidad y alimentó así más rumores y sospechas. Las renuncias de Matías Kulfas y Martín Guzmán (la primera forzada, la segunda voluntaria) aceleraron el debilitamiento de la presidencia de Fernández.

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El presidente Alberto Fernández. (Markus Schreiber/REUTERS)

Muy significativo desde la derrota en las PASO de septiembre pasado, cuando CFK había hecho dimitir a sus ministros más afines y solicitado, con una dura carta, modificaciones en la composición del Gobierno para dar más espacio a la liga de gobernadores, enfrentar el turno electoral de noviembre con más oxígeno y encarar la segunda mitad de la gestión con la esperanza de recuperar protagonismo y competitividad electoral.

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Los voceros del cristinismo no ahorraron críticas ni epítetos a menudo degradantes hacia Alberto Fernández, situación que empeoró a partir de diciembre y se profundizó a finales de enero tras el acuerdo con el FMI. Si bien se realizaron algunos cambios en la integración del Gabinete, el Presidente y sus principales allegados se preocuparon por disipar su impacto. Lejos de evitar el temido “desperfilamiento” de su liderazgo, lo profundizaron.

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El mejor ejemplo fue la incorporación de Juan Manzur como JGM: desembarcó en la Casa Rosada para imprimir otra dinámica a la gestión, trabajando desde muy temprano, comunicando los temas de la agenda (casi un Corach 2.0) y mostrando una apertura y una disposición inéditas para la administración Fernández. La reacción del nonato albertismo fue inmediata: quitarle protagonismo y contacto directo con los medios (por eso llegó Gabriela Cerruti a su actual posición).

Algunos explicaron esa movida como lógica reacción frente a las ambiciones presidenciales del tucumano (recuérdese el motor de su campaña: Juan XXIII). Pero se trataba de una resistencia a aceptar un nuevo balance en la cima del poder: el Presidente se negaba a que Cristina, que había reclamado el reemplazo de Santiago Cafiero y la llegada de Manzur, le marcase la cancha, le impusiera funcionarios e influyera en sus políticas.

“Cristina está loca”, se escuchó muy cerca del mandatario en relación con sus estrafalarias propuestas económicas, que implicaban negar la gravedad de la crisis y una profundización del modelo populista. ¿Sigue pensando lo mismo? ¿Es cierto que en el Instituto Patria están considerando reconocer las características bimonetarias de nuestra economía, incluso en términos legales? ¿Habrán pensado acaso en un nuevo régimen de convertibilidad?

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Aferrado a la investidura de su cargo y los atributos que le otorgan la Constitución Nacional Argentina, aún muy presidencialista, Alberto Fernández pretendió todo este tiempo ejercer sus funciones como si “nada hubiera ocurrido”. La forzada y poco sutil narrativa de su gestión apuntaba a una situación casi ideal desde el punto de vista económico, sanitario y hasta de política internacional.

Cristina Kirchner es la accionista mayoritaria del Frente de Todos y confesó que la nominación de Alberto Fernández “fue la peor decisión que tomé en toda mi carrera política” (es decir, peor que la de Amado Boudou). Muchos creen que por su situación judicial es la que más tiene que perder si el año próximo Juntos por el Cambio gana las elecciones. ¿Implica eso que está dando un golpe de Estado?

Cristina Kirchner ejerce un derecho tácito para ella cuando creó el Frente de Todos a vetar e influir en el curso del gobierno nacional. Como Alberto Fernández prefirió ignorar buena parte de esas críticas y exigencias, el vínculo parece roto y, a partir del nombramiento de Silvina Batakis, tiende a empeorar. Por eso algunos ultra-K quieren tomar distancia de la exministra de Daniel Scioli.

La crisis económica adquirió una dinámica propia y, dada la falta de confianza que genera esta gestión, a menos que haya un giro de 180 grados, el Gobierno solo puede agravar la situación. Estamos al borde de otro abismo, con una inflación mucho más alta, incluso otra híper, como principal escenario. La recomendación: cinturón de seguridad, casco protector y, por las dudas, chaleco antibalas. Pero no tenemos golpe de Estado. Al menos, por ahora.

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