La “Scaloneta” desató un vendaval de fútbol y goles. Como una tormenta imparable, arrasó con Brasil en un Monumental repleto, donde la defensa visitante solo pudo ser testigo del espectáculo. La Selección Argentina jugó con una intensidad avasallante, con un nivel tan alto que, si el Mundial comenzara mañana, no cabrían dudas de que su debut en la fase de grupos sería una demolición.
Pese a la clasificación anticipada, el equipo de Lionel Scaloni no se relajó. Sabía que enfrente estaba su eterno rival y que las declaraciones de Raphinha en la previa solo encendían más el fuego. Sin embargo, el técnico fue meticuloso y se enfocó únicamente en plasmar su idea de juego en el campo.
Ante la ausencia de Lionel Messi, Scaloni movió las piezas y apostó por un 4-1-4-1 con Rodrigo de Paul, Alexis Mac Allister, Leandro Paredes y Thiago Almada en el mediocampo. Con Julián Álvarez como referencia ofensiva, Argentina salió a imponer condiciones desde el primer minuto. La “Araña” picó con una definición magistral y celebró como en Qatar contra Croacia. A partir de ahí, la “albiceleste” encendió el motor y no hubo forma de detenerla.
El segundo gol fue una obra maestra colectiva. Tras 33 toques consecutivos, Nahuel Molina envió un centro potente que, tras un leve desvío, encontró a Enzo, quien empujó la pelota a la red. El volante de Chelsea, en su casa futbolística, siguió brillando y asistió a Mac Allister, que con una volea precisa anticipó la salida de Bento y marcó el tercero.
Por si quedaban dudas, Scaloni redobló la apuesta con un cambio perfecto.
Ingresó Giuliano Simeone por un agotado Almada y, en su primera intervención, sentenció la goleada. Nicolás Tagliafico aprovechó los espacios por la banda, llegó al área y asistió al delantero, quien no perdonó y desató la euforia en Núñez.
Brasil solo pudo descontar gracias a un error de Cristian Romero, que se mostró impreciso en la salida y permitió que Matheus Cunha encontrara algo de consuelo en medio de la humillación. Sin embargo, fue apenas una anécdota en un partido donde Argentina fue una máquina y Brasil, un espectador de lujo.
Una diferencia abrumadora para Argentina
La diferencia entre ambos equipos fue tan abrumadora que la rivalidad histórica pareció desdibujarse. Mientras la “verdeamarela” deambulaba sin rumbo, Argentina jugaba a placer, como si estuviera en un entrenamiento. Fue una exhibición de superioridad que dejó un mensaje claro: esta Selección sigue con hambre de gloria y no tiene intenciones de bajar el pie del acelerador.
Con este triunfo aplastante, la “albiceleste” dejó en claro que, más allá de los nombres propios, lo que prevalece es la idea de juego. Scaloni construyó una estructura sólida que puede adaptarse a cualquier circunstancia y, sin importar quién esté en la cancha, el nivel se mantiene intacto.