WASHINGTON.- La guerra más larga de Estados Unidos llegó a su fin. Luego de casi 20 años, Estados Unidos se retiró de Afganistán. Un avión C-17 con los últimos soldados y diplomáticos norteamericanos despegó del aeropuerto internacional de Kabul un minuto antes de la medianoche, las 15.29 en Washington, y marcó el cierre de una traumática intervención militar que comenzó luego de los atentados terroristas del 11-S con el objetivo de derrocar al régimen talibán, capturar a Osama ben Laden y desmantelar la red terrorista Al-Qaeda.
“Estoy aquí para anunciar el fin de nuestra retirada de Afganistán”, dijo en una conferencia de prensa en el Pentágono el general Kennet F. McKenzie, comandante del Comando Central de Estados Unidos, del que depende Afganistán.
El fracaso final de Estados Unidos y sus aliados occidentales de la OTAN, que acompañaron la operación militar liderada por Washington para darle impulso a una democracia perdurable en Afganistán, quedó a la vista luego del relampagueante retorno de los talibanes al poder. Tras la caída de Kabul y del gobierno de Ashraf Ghani, quien huyó a los Emiratos Árabes Unidos, el caótico cierre de la presencia militar occidental estuvo abocado a evacuar a ciudadanos occidentales y la mayor cantidad posible de afganos aliados del aeropuerto de Kabul. Muchos quedaron atrapados, sin poder huir para salvar sus vidas de los talibanes.
“Hay mucha tristeza asociada a esta salida, no sacamos a todos los que queríamos sacar”, reconoció McKenzie, quien dijo que ahora el esfuerzo para intentar evacuar más gente quedará en manos del Departamento de Estado.
El final de las dos décadas de intervención militar en Afganistán y el retorno de los talibanes abrió la puerta a una durísima realidad: la Organización de las Naciones Unidas dijo que la retirada dará lugar a una “crisis humanitaria mucho mayor” con millones de afganos convertidos en refugiados, desplazados de sus hogares o intentando escapar del nuevo régimen talibán, del que todo indica se moverá con la misma brutalidad del que gobernó al país entre 1996 y 2001.
“La tragedia que se ha desarrollado ya no será tan visible. Pero seguirá siendo una realidad diaria para millones de afganos. No debemos darle la espalda. Una crisis humanitaria mucho mayor está comenzando”, dijo en un comunicado el alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Fillipo Grandi.
La misión de evacuación terminó sin lograr haber sacado del país a millones de afganos desplazados de sus hogares por la violencia. Grandi dijo que el esfuerzo para evacuar a las personas del país, liderado por Estados Unidos, logró salvar “a decenas de miles de vidas”, pero una vez que el último avión occidental despegue del aeropuerto internacional de Kabul la abrumadora mayoría de afganos, unos 39 millones, permanecerán en el país. El gobierno de Joe Biden y otros gobiernos europeos han prometido que seguirán ayudando a los afganos aliados que quieran huir el país, aunque no está claro aún cómo podrán hacerlo sin una presencia militar en Afganistán.
El jefe diplomático de la Unión Europea, Josep Borell, también reconoció que “miles de personas no pudieron ser evacuadas”, y reiteró una vez más que la retirada de Afganistán “ha sido sobre todo una catástrofe para el pueblo afgano”, además de un fracaso del mundo occidental.
“Ciertamente, los europeos compartimos nuestra parte de responsabilidad. No podemos considerar que esto fue solo una guerra estadounidense”, dijo Borell en una entrevista con el periódico italiano Corriere Della Sera.
El fin del repliegue occidental ocurrió en un ambiente de caos, confusión y violencia. El último ataque de Estados Unidos con un dron destinado a prevenir un nuevo atentado terrorista de Estado Islámico-K, la filial afgana del grupo terrorista, mató a diez civiles, incluidos siete niños, según denunciaron familiares de los fallecidos. El Pentágono investigará la denuncia, dijo el vocero, John Kirby. Cinco cohetes habían sido disparados contra el aeropuerto en la madrugada del lunes: uno fue interceptado por las defensas norteamericanas, otro impactó en el perímetro sin hacer daños a los aviones o las tropas norteamericanas, y otros tres cayeron fuera del aeropuerto.
La última semana, un atentado terrorista de EI-K en el aeropuerto de Kabul dejó al menos 170 afganos, y 13 militares norteamericanos, 11 marines, un soldado y un médico de la Marina. Cinco de ellos tenían apenas 20 años, y apenas eran bebés cuando ocurrieron los atentados del 11-S y Estados Unidos lanzó su ofensiva militar en Afganistán, todo un testamento sobre el peso generacional que ha tenido la guerra para los norteamericanos, que hace tiempo le dieron la espalda al conflicto: la gran mayoría respalda el retiro del país.
El gobierno de Biden ya había comenzado a retirar tropas y al personal diplomático en los últimos días, antes del repliegue final. Varios gobiernos aliados habían puesto punto final a la retirada hace ya días. La Casa Blanca aún intentaba dar con un “número pequeño” de norteamericanos que permanecen en el país, dijo la vocera presidencial, Jen Psaki, sin precisar el número exacto, o cómo serán evacuados ahora que los militares ya se retiraron. Con el último avión en el aire, Estados Unidos había logrado evacuar a más de 120.000 personas, incluidos unos 6000 norteamericanos.
Tras el despegue del último C-17, los talibanes proclamaron la independencia del país y varios de ellos celebraron en la oscura madrugada en Kabul disparando sus armas al aire, dotados, ahora, de miles de millones de dólares en armamento y equipo militar que capturaron del desaparecido Ejército afgano que se desmembró sin pelear. Lejos en el tiempo quedó la frase de George W. Bush cuando anunció, el 7 de octubre de 2001, el primer bombardeo en Afganistán: “Los talibanes pagarán”.